Las radiografías de tórax eran cosa de rutina en los exámenes médicos periódicos, pero los doctores las ordenan ahora con mucha menor frecuencia, dependiendo de la razón del examen.
Este cambio de actitud se debe a que una radiografía significa exponer al paciente a radiaciones y, aunque las dosis son muy bajas, los médicos opinan que el riesgo supera las ventajas, excepto en algunos casos, como pueden ser los enfermos del corazón o los que necesitan supervisión periódica porque se trata de grandes fumadores o de personas que por su trabajo están expuestas al cáncer pulmonar.
Fuera de estos casos, los rayos X se usan ahora casi exclusivamente para proporcionar al médico mayor información sobre una herida o una enfermedad ya diagnosticada, o para comprobar los resultados de una intervención quirúrgica.
Si se trata sólo de hacer un diagnóstico, se recurre a la prueba de funcionalidad pulmonar y otros estudios más sencillos, baratos y reveladores, que han desplazado a las radiografías de rutina.
La mayoría de la gente no tiene que preocuparse de que le llegue a faltar el aire ya que cuenta con una enorme reserva respiratoria, es decir, los pulmones pueden aspirar mucho más aire del que se necesita estando en reposo, y el ritmo de la respiración aumenta cuando se hace un esfuerzo.
Incluso los pacientes a los que se les ha extirpado un pulmón no sienten que les falte el aliento, excepto cuando hacen un ejercicio violento.
Si una persona se queja continuamente de que le falta el aire estando en reposo o cuando hace un ejercicio moderado, o si se sospecha que tiene una enfermedad pulmonar, el médico suele recomendar que se haga unas pruebas de funcionalidad pulmonar.
En estas pruebas se mide la capacidad respiratoria de los pulmones y se compara con el promedio de personas sanas de la misma edad y el mismo sexo.
En una de las pruebas se mide el volumen de ventilación pulmonar que corresponde a la cantidad de aire (normalmente medio litro) que entra y sale de los pulmones en cada respiración estando el examinado en reposo.
Otra prueba determina la capacidad respiratoria máxima, que es el volumen de aire, considerablemente mayor que el anterior, que pasa a través de los pulmones cuando se inspira y espira lo más profundamente que sea posible.
Normalmente esta cifra alcanza entre 125 y 170 litros por minuto en un varón adulto sano y de 100 a 140 litros en una mujer de las mismas condiciones.
Como incluso los pulmones de una persona sana tienden a perder elasticidad con el transcurso de los años, se considera una reducción de un 20% en personas de 60 años y de un 40% si tienen ya 75 años. El reposo en la cama durante varios días reduce la capacidad respiratoria, el ejercicio sistemático la aumenta.
Estas pruebas se llevan a cabo con un espirómetro, que recoge y mide el aire respirado registrando los resultados en una gráfica.
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