Confidencias de papás
A veces, la pregunta más aterradora que te puede hacer el más pequeño de tus hijos es ésta: “¿Puedo ayudarte?”
@dadinating
Hijo de cuatro años: ¡Cuéntame una historia de terror!
Yo: Había una vez una personita que salió de la panza de su mamá, y desde ese día no ha dejado de hacer preguntas…
Hijo: ¿Por qué?
@xplodingunicorn
A veces me asombra que mi esposa y yo hayamos podido crear dos seres humanos de la nada y, sin embargo, que nos cueste un trabajo endemoniado ensamblar el modelo más sencillo de un gabinete.
@askdadblog (John Kinnear)
Cierto día, mi novio y yo fuimos de visita a la casa de su hermana, quien tiene dos hijos. El más pequeño, de tres años, le pedía a su mamá que le diera de cenar, pero ella sólo nos atendía a nosotros. Después de un rato, el niño, al ver que no le hacía caso, le dijo en tono apremiante:
—¡Ándale, mamá, que se me va a acabar el hambre!
Korina Hernández, México
Mi hijo nació mientras cumplía un servicio militar en el extranjero, y pasaron tres años antes de que pudiera conocerlo. Cuando volví a casa, decidí fortalecer el vínculo afectivo entre padre e hijo. Le compré una maquinilla de afeitar de juguete y lo invité a “rasurarse” conmigo en el baño. Saqué mi maquinilla y empecé a afeitarme frente al espejo; cuando me volví hacia el niño, vi que había apoyado un pie sobre el borde de la bañera y estaba pasando la maquinilla de arriba abajo ¡sobre su pierna!
James F. Day, Estados Unidos
Varias personas le han dicho a mi hija que sus ojos claros parecen cambiar de color según la ropa que lleva puesta. Cierta vez, cuando la niña tenía tres años, unas conocidas mías le preguntaron si sus ojos eran verdes o azules. Mi hija miró la blusa que llevaba puesta y, con expresión confundida, me preguntó:
—¿Qué no son rosas, mamá?
María Isabel Huerta, México
En una ocasión mi hijo, de tres años, estaba conmigo en el baño observando cómo me quitaba la dentadura postiza y la cepillaba.
Minutos después, me dijo:
—Oye, papá, ¿y también te puedes quitar las orejas?
S. W., Estados Unidos
Nuestra hija vive en Miami con sus hijas mellizas, y un día vinieron a visitarnos. Las niñas, entonces de tres años, la pasaron muy contentas con nuestro lorito, Willi. Cuando estaban por volver a casa, mi esposa les dijo:
—Antes de que se vayan a Miami voy a bañar a Willi, para que vean cómo lo hago. ¿Quieren?
Una de las pequeñas contestó:
—¿Y cómo lo vas a desvestir?
Federico Lucero, Guatemala
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