Hamon recibió su primer trasplante de un donante de 60 años en 2010, debido a que el suyo había quedado desfigurado por causa de una neurofibromatosis tipo 1, una enfermedad genética que provoca tumores severos y otras complicaciones relacionadas.
Este francés de 43 años, es la primera persona en el mundo sometida a dos trasplantes de cara, y después de su última operación, hace tres meses, aún sigue hospitalizado.
De momento, su rostro permanece terso e inmóvil y no se ajusta a la forma de su cráneo, pero su aspecto debería mejorar poco a poco, a condición de que funcione el tratamiento inmunodepresor para impedir un nuevo rechazo del injerto.
“Me siento muy bien. Tengo prisa por librarme de todo esto”, dijo Hamon en un encuentro con la prensa, hablando con dificultad y cansado por el fuerte tratamiento que recibe.
La hazaña de esta segunda operación fue obra del equipo de Laurent Lantieri, cirujano plástico que hizo el primer trasplante completo de cara a Hammond, en 2010, en el hospital Henri-Mondor de Créteil, cerca de París.
El primer trasplante fue un éxito, por desgracia, ese mismo año, utilizó un antibiótico incompatible con su tratamiento inmunodepresor para curar un simple resfriado.
En 2016, empezó a mostrar señales de rechazo crónico y su cara empeoró. Tuvo que ser hospitalizado a mediados de 2017, y en noviembre, los médicos le retiraron el rostro injertado, debido a necrosis en algunas zonas.
Permaneció dos meses “sin cara” y en reanimación en el hospital Pompidou, a la espera de encontrar un donante compatible. Unos momentos dolorosos que no acabaron con las ganas de luchar de Hamon.
“Todo el equipo de reanimación quedó impresionado por la valentía de Jérôme, su voluntad, su entereza en una situación trágica. Estaba en una situación de espera y nunca se quejó. Al contrario, tenía bastante buen humor”, contó Bernard Cholley, anestesista del Georges-Pompidou.
El donante fue un hombre de 22 años, fallecido a centenares de kilómetros de París. Lantieri se enteró de ello el domingo 14 de enero. Un día después, se retiró la cara del joven y hubo que trasladarla lo antes posible hacia el hospital.
Se utilizó una técnica revolucionaria para conservar el injerto. En lugar de introducir la cara en una solución clásica, se usó hemoglobina de gusanos marinos para retener el oxígeno.
Jérôme Hamon entró en el quirófano el lunes 15 de enero, y después de 16 horas, salió de la sala el martes por la mañana tras una operación extraordinaria, en el Hospital George Pompidou de Paris.
Fue como colocar una máscara con cuidado, uniéndola a todo lo que compone la anatomía compleja de la cabeza. El injerto dio rápidamente señales alentadoras al tomar color.
Para evitar un rechazo, hubo que “retirar los anticuerpos de la sangre” con una plasmaféresis y “bloquear la producción de esos anticuerpos” con un tratamiento medicamentoso durante “los tres meses anteriores al trasplante”, explicó el nefrólogo Éric Thervet.
“Tras el primer trasplante, acepté inmediatamente el injerto. Lo consideré como un nuevo rostro, y ahora es lo mismo”, aseguró Hamon. “Si no hubiera aceptado esa nueva cara habría sido un drama. Efectivamente, es una cuestión de identidad…”.
Se han practicado 40 trasplantes de cara en el mundo. El primero fue el de la francesa Isabelle Dinoire, una mujer que había sufrido graves daños en la nariz, los labios, el mentón y los pómulos al ser atacada por un perro, en 2005.
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