Las décadas recientes han podido atestiguar avances fundamentales en todos los aspectos de la cardiología. Sin embargo, nuestros corazones permanecen en constante peligro. Hoy día, más gente en el mundo desarrollado muere por enfermedades cardiacas que por cualquier otra causa.
Pero, ¿cómo puede ser en pleno siglo XXI? La verdad es que, a pesar de que ahora sabemos más acerca del corazón humano de lo que jamás habíamos sabido, tratamos a este órgano con muy poco respeto. Por eso, las enfermedades cardiovasculares —término que incluye todas las afecciones del corazón y los vasos sanguíneos— siguen siendo la amenaza a la salud más grave que afrontamos.
Hace un siglo, los ataques al corazón eran poco frecuentes en la mayor parte del mundo. Incluso ahora, la tasa de enfermedades cardiovasculares fluctúa ampliamente entre un país y otro. No obstante, estos índices son más altos en el mundo desarrollado, donde los dispositivos que ahorran trabajo han asumido la mayoría de las labores que conllevan un arduo esfuerzo físico.
Además, los fabricantes de alimentos nos tientan con una variedad de alternativas procesadas. Al mismo tiempo, las exigencias de la vida moderna parecen provocar una presión sin precedentes. La combinación de abundante comida (mucha de ella saturada de sal y grasa), un estilo de vida sedentario y el estrés implican serios problemas para el corazón.
Debido a ello, las afecciones cardiovasculares han sido llamadas “las enfermedades de la opulencia”, lo cual podría provocar confusión. Ciertamente, el riesgo en muchas sociedades industrializadas es mayor que en otras menos desarrolladas, en parte debido a que la alimentación tradicional a base de productos sin procesar es mucho más saludable.
Sin embargo, en casi todos los países desarrollados, las enfermedades cardiacas atacan a todo nivel y, en muchos aspectos, los grupos socioeconómicos más bajos corren mayor riesgo.
¡Arriba los corazones! La buena noticia es que hay mucho que puedes hacer para reforzar el aparato circulatorio contra futuras enfermedades del corazón e, incluso, revertir algunas de sus señales y síntomas.
Durante buena parte de la evolución humana, la alimentación consistía en frutas, nueces y frutos del bosque, con menos carne de la que consumimos ahora y una gran cantidad de actividad física para recolectar alimentos y vivir el día a día.
No es de sorprender que ante los cambios drásticos en la dieta, la menor proporción de actividad física y las toxinas inhaladas del humo de tabaco y la contaminación, nuestros cuerpos hayan respondido con un aumento en la cantidad de colesterol en la sangre, el cual, a su vez, se acumula en las paredes de los vasos sanguíneos… el primer paso hacia el desarrollo de alguna enfermedad cardiaca.
Fuente: Guía de Bienestar
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