Categorías: Humor

Entre niños: Copié el invento de la casa de la abuela

Cierta vez cayó una tormenta durante la madrugada, llena de truenos y relámpagos. Mi cuñado, que es fanático de estos fenómenos meteorológicos, estaba fascinado. Al día siguiente, al despertar, lo primero que le preguntó a mi sobrino fue si había escuchado la tormenta. El niño respondió:

—Papá, ¿no sabes que cuando yo me duermo, mis orejitas también lo hacen?

María Guadalupe Camacho, México

Un día, cuando mi hermana estaba aprendiendo a leer, encontró una revista con adivinanzas y empezó a leerlas. Mientras estaba yo con mi papá, mi hermanita se acercó y le leyó una de las adivinanzas. Como él no supo la respuesta, la niña se la dijo con mucha seguridad. Casi inmediatamente después, me dijo al oído:

—Te voy a decir un secreto, pero no se lo digas a nadie. Aquí abajo, en la revista, dice “Ver respuestas en la página siguiente”.

Juan Diego Araya, Costa Rica

Estábamos cenando en nuestra casa y, de pronto, mi hijo Ruy, de tres años, nos dijo a mi esposo y a mí:

—Cuando yo sea grande quiero ser doctor.

—¡Eso está muy bien, hijo, te felicito! —contestó su papá.

Entonces Ruy se volvió hacia su hermano menor, Erick, de dos años, y le preguntó:

—¿Y tú qué vas a ser de grande?

—¡Yo voy a ser ambulancia! —respondió emocionado el pequeño.

Aracely Ornelas, México

En una ocasión mi hija mayor no podía conciliar el sueño y llamó varias veces a su mamá para que fuera a verla a su habitación. La última vez, ya desesperada, mi esposa le dijo:

—Si no te duermes, ¡tendré que darte una nalgada!

La niña guardó silencio un instante, y luego exclamó:

—Mami, cuando vengas a darme la nalgada, ¿me podrías traer un vaso de agua?

José Luis Magaña, México

¡Excelente respuesta!

Soy padre de cuatro hijos, tres niñas y un varón. Sólo tengo una computadora de escritorio y hace poco, mientras yo la estaba usando, se acercaron las tres niñas para pedirme que se las prestara para jugar, y empezaron a pelear por ganarla.

Como la pelea iba subiendo de nivel, se me ocurrió decirles, creyendo que no sabrían responder correctamente:

—A quien me diga en este momento cuál es el número más grande, le prestaré primero la computadora.

—Un millón —respondió Dannia de inmediato.

—Infinito —agregó Paola.

—¡Infinito y más allá! —exclamó Ariana, quien indiscutiblemente le ganó a sus hermanas.

Mario Vela, México

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