Coronavirus: la historia de una enfermera que se contagió
“Al principio no conocía a nadie que hubiera muerto de coronavirus”, dice. “Ahora no conozco a nadie que no conozca a alguien que murió”.
“Dolor de pecho, ese era mi único síntoma, pero me enviaron a casa y me dijeron que no saliera”, dice Ruby*, una enfermera de 26 años de un hospital en Wuhan, China. Los doctores del hospital creían que tenía coronavirus o Covid-19, la enfermedad ocasionada por el virus nuevo que se está propagando en el globo, Ruby se recuperó en enero de 2020. Por lo menos ella cree que lo hizo.
El dolor de pecho no es un síntoma común del virus y nunca vio a ningún doctor para confirmar el diagnóstico. Pero ella trabajaba en el hospital que fue el centro del brote el cual trató a los primeros pacientes. Ruby pasó de cuidar a otros a enfermarse, a estar en cuarentena y a enterarse que uno de sus amigos falleció a causa del virus.
En diciembre de 2019 el trabajo era todo lo normal que puede ser para una enfermera de hospital, cuenta Ruby. Pero entonces comenzaron a llegar muchos pacientes y el staff médico empezó a aumentar sospechosamente.
Ruby cuenta que no sabían que hubiera un nuevo virus o que hubiese que preocuparse o que protegerse. “Escuchamos rumores, pero nada confirmado”, dice.
“Nunca nos dijeron que usáramos cubrebocas o que los pacientes que estábamos tratando tenían una enfermedad que amenazaba sus vidas. Estábamos asustados, pero nos dijeron que no lo hiciéramos”.
Cuando habla en plural, se refiere a ella y su amigo, Sam, un doctor del mismo hospital. Al hablar en pasado es porque Sam murió a inicios de marzo. Él fue una de las 3,000 muertes reportadas del coronavirus en China, víctima de la enfermedad que trató hasta el cansancio.
Sam se preocupaba más por sus pacientes que por él mismo, cuenta Ruby, así que no se quejaba de trabajar horas extras sin la protección adecuada. Para asegurarse que los trabajadores de la salud no estuvieran filtrando información sobre la enfermedad fuera del hospital.
Cuando transferían a los pacientes, solo podían compartir verbalmente información crítica, nada de fotos ni estudios ni ninguna información escrita, dice.
Pero el staff hablaba entre sí y sus preocupaciones crecieron junto con el numero de casos que se colaban por las puertas. A principios de enero, finalmente les informaron sobre el nuevo coronavirus y les pidieron comenzar a utilizar cubrebocas, pero aún la información era escasa y los cubrebocas difícil de conseguir, dice.
“No sentía que estuvieran diciendo la verdad. De hecho, nos pidieron escribir “neumonía” como causa de muerte en vez de virus (coronavirus) cuando a una persona no le había sido realizado el test, aunque estoy segura que murieron a causa del virus”, dice. “Pero no hice preguntas. Todos sabíamos que no debíamos de preguntar”.
Solo un par de semanas después, Ruby se enfermó, reportando un dolor de pecho severo y sensación de pesadez, síntomas que solo algunos de sus pacientes habían presentado. Ella fue enviada a casa para recuperarse por su cuenta.
La recuperación fue relativamente rápida y el único síntoma extra que experimentó fue un dolor de cabeza que pudo haber estado relacionado con su síndrome premenstrual.
Ruby le escribió a un amigo médico del hospital con sus síntomas, no escribió a Sam porque no quiso preocuparlo. El doctor le respondió que al parecer el coronavirus no atacaba solo el sistema respiratorio sino también el corazón, hígado y riñones.
Ya sea que el dolor de pecho fuera por neumonía o alguna afección cardiaca, Ruby no lo sabe, y fue lo mejor, dice. Ya que su condición fue leve pudo evitar la cuarentena del gimnasio y hoteles, con estas personas sospechosas de coronavirus.
“Nos dijeron que, si sabíamos de alguien enfermo lo reportáramos inmediatamente”, dice. “Afortunadamente nadie a quien yo conociera estaba enfermo”.
El 23 de enero de 2020 el gobierno chino anunció una cuarentena general, y Ruby al igual que otros 46 millones de residentes de China, tuvo que permanecer en casa. No ha vuelto al hospital desde entonces. Vivir en cuarentena ha sido “alocado y abrumador, pero a la vez muy aburrido”, comenta.
Al estar acostumbrada a su ocupada vida de enfermera, Ruby ahora no tiene otra cosa más que demasiado tiempo en sus manos.
Al inicio de la cuarentena, estaba permitido salir por una hora o dos una vez a la semana para comprar comida y otras necesidades, explica.
Sin embargo, después de un par de semanas, las personas fueron limitadas a recoger las bolsas de comida que les eran dejadas en un lugar designado para después volver a casa inmediatamente después para evitar cualquier contacto entre las personas. Y después eso paro también.
Ahora sus vecinos se han organizado para compartir e intercambiar alimentos teniendo cuidado de no acercarse demasiado. No sabemos que alimentos estarán disponibles ni cuando y eso pone a las personas muy ansiosas.
“Durante la primera semana comí lo que tenía en casa y me puse creativa cocinando. Con los miembros de mi familia intercambiaba fotos de los platillos que creábamos. Pero después se me termino la comida. Tuve que comer alimento para perro durante un par de días hasta que nos dieron instrucciones para obtener más alimento. Desde entonces, no he tenido todo lo que necesito, pero tampoco muero de hambre”.
Para entretenerse Ruby se inventó juegos, bailo para ejercitarse, leyó y mantuvo un diario de todo lo que observó. Ese diario se convirtió en su consuelo. En sus primeras entradas describe el miedo y pánico de sus seres queridos, así como la manera en que consiguieron lo que necesitaban.
Al pasar el tiempo sus escritos han cambiado enfocándose principalmente en plasmar detalles sobre el clima y lo que ve desde su ventana y los rumores de los muertos y moribundos.
“Al principio no conocía personalmente a nadie que hubiera muerto”, cuenta. “Ahora no conozco a nadie quien no conozca a alguien que murió”. Tiene listas de amigos, compañeros de trabajo y conocidos que cree han muerto. Es difícil afligirse al no estar segura del todo.
Aunque hasta hace poco aún tenía conexión a internet por ahora no es tan fácil. El gobierno chino controla el internet y puede obtener mucha información de las cosas que quiere saber, como sobre el coronavirus. En su lugar, Ruby, sus amigos y familia confían más en WeChat. Una aplicación popular en China para enviar y recibir texto, fotos y video.
Sin embargo, el gobierno también tiene monitores WeChat y las discusiones sobre el coronavirus son rechazadas. El grupo al que pertenece Ruby tiene un código para poder hablar sobre sus sentimientos, comparte.
“Estoy muy sola, no veo a mi madre y me he enterado de que mi hermano pequeño esta enfermo. Pero ellos dicen que no es patriótico expresar estos sentimientos. Las personas que hablan de más son “desaparecidas””.
Menciona el caso reciente de dos jóvenes periodistas, Chen Quishi y Fang Bin. No han sido vistos en público desde que transmitieron unos videos mostrando bolsas con cuerpos, pacientes y largas líneas de espera en los hospitales, además de expresar la decepción por la manera en la que el gobierno estaba manejando el coronavirus.
El último video de Chen, subido el 30 de enero es preocupante: “estoy asustado”, dice directo a la cámara. “Frente a mi esta el virus. Detrás está el poder legal y administrativo de China”.
Le salen las lágrimas, apunta a la cámara con el dedo y dice “ni siquiera tengo miedo de morir. ¿Crees que te temo Partido Comunista? Nadie ha escuchado de él desde entonces, le dijeron a sus papás que estaba en cuarentena.
Ruby ve la desaparición del periodista como una advertencia directa para todos, ella incluida. Si las autoridades se enteran que brindo esta entrevista, podría ser arrestada. ¿Por qué tomó el riesgo? Porque aunque ella y Sam hablaron y mensajearon frecuentemente, ella no tuvo oportunidad de verlo de nuevo o de despedirse. En su lugar, se entero de su muerte gracias a un amigo apenas a inicios de marzo.
“Intentan hacer que nunca pasó. Cubrieron el virus por demasiado tiempo y muchos chinos murieron a causa de esto, incluido Sam”. Hay rumores de que los muertos son cremados casi de inmediato, y a Ruby le preocupa no poder hacerle un funeral apropiado. Se enteró de que sus cenizas han sido almacenadas y si familia podrá retirarlas en algún momento futuro.
El 10 de marzo se cumplen dos meses de cuarentena, pero las noticias en China ahora son más positivas. Al parecer lo peor de la enfermedad ha quedado atrás.
Mientras que la atención pasa al brote en otras partes del mundo, Ruby quiere asegurarse de que aquellos como Sam, que sacrificó todo para ayudar a identificar el virus en sus inicios y ayudar a las víctimas, no sea olvidado.
“Nos siguen diciendo que es momento de sanar, per no podemos hacerlo hasta que no pasemos el duelo y no podemos hacerlo hasta no saber la verdad”, finaliza Ruby.
Tomado de thehealthy.com Coronavirus in Wuhan: A Nurse’s Story on Getting Sick, Quarantine, and a Friend’s Death