Un grupo de investigadores en Oregón consiguió algo que hasta hace pocos años sonaba imposible: hacer que una célula de la piel se comporte como un óvulo humano y logre fusionarse con un espermatozoide. Aunque el experimento solo produjo embriones por unos días, marca un antes y un después en la biología reproductiva y en el estudio del envejecimiento celular.
El hallazgo, publicado en Nature Communications, no implica que puedan crearse bebés en laboratorio. Pero sí abre la puerta a entender, con una precisión nunca vista, qué tiene que ocurrir para que la vida humana comience.
El experimento que reescribe las reglas de la reproducción
El equipo de la Universidad de Ciencias y Salud de Oregón (OHSU) utilizó una técnica conocida como transferencia nuclear de células somáticas, la misma que permitió clonar a la oveja Dolly.
El proceso clave fue:
- Tomar el núcleo de una célula de la piel.
- Insertarlo en un óvulo al que previamente se le retiró su material genético.
- Permitir que el citoplasma del óvulo “reprogramara” esa célula, obligándola a comportarse temporalmente como un óvulo natural.
En pocas horas, los cromosomas comenzaron a organizarse como si estuvieran a punto de iniciar la meiosis. Este fenómeno nunca antes visto en humanos fue bautizado como “mitomeiosis”, una especie de mezcla artificial entre mitosis y meiosis.
El espermatozoide entró… pero el “óvulo” no sabía qué hacer
Cuando los científicos intentaron fertilizar estos óvulos reconstruidos, la mayoría se quedó “bloqueada”. Para liberarlos de ese estado, combinaron:
- una descarga eléctrica, y
- roscovitina, una molécula que “despierta” al óvulo de su pausa natural.
Con eso, 78% de las células logró avanzar a la siguiente fase, formando dos pronúcleos: uno del espermatozoide y otro de la célula de la piel.
Aun así, solo 8.8% llegó al estadio de blastocisto, muy lejos del 59% que se obtiene con embriones de fecundación in vitro.
El mayor obstáculo: una división genética caótica
Al analizar los cromosomas, los investigadores encontraron un problema que, por ahora, impide cualquier aplicación reproductiva:
- la división fue desordenada,
- los embriones tenían combinaciones genéticas impredecibles,
- no hubo recombinación genética, esencial para la viabilidad,
- algunos embriones conservaban casi todos los cromosomas; otros, muy pocos.
Incluso detectaron un misterio: el cromosoma 8 parecía comportarse de forma anómala, quedándose en el núcleo mientras su copia era expulsada. Un fenómeno que la ciencia aún no puede explicar.
¿Qué significa realmente este avance?
El experimento sí demuestra que una célula adulta puede ser inducida a:
- reducir su carga genética,
- actuar como un óvulo,
- fusionarse con un espermatozoide.
Pero también deja claro que:
- los embriones resultantes son genéticamente inestables,
- solo sobreviven unos días,
- y no existe ninguna posibilidad de uso reproductivo, ni ahora ni en un futuro cercano.
Los propios científicos estiman que podrían pasar décadas antes de saber si algo así puede adaptarse clínicamente.
Implicaciones éticas y límites muy claros
El estudio fue vigilado por comités éticos y cumplió la regla estadounidense que solo permite cultivar embriones humanos hasta seis días con fines científicos.
Los investigadores recalcan que no buscan crear seres humanos en laboratorio, sino entender cómo inicia la vida a nivel celular, qué falla cuando un embrión no prospera y qué factores podrían intervenir en el envejecimiento y la regeneración.
En resumen
Este avance no es el inicio de la reproducción humana sin óvulos, pero sí un paso extraordinario para descifrar los procesos más profundos de la biología humana. Un descubrimiento que, aunque experimental, podría transformar áreas como la fertilidad, la genética y la medicina regenerativa.