Empecemos por recordar una gran verdad: el bronceado, ese hermoso color que adquiere nuestra piel al exponerse al sol, en realidad es una lesión que voluntariamente le hacemos a nuestras cuerpo.
Parte del secreto de un buen bronceado inicia en los genes. Por eso, algunas pieles se broncean con una gran facilidad y otras se queman con apenas asomarse al sol. Esta diferencia se debe a la fotosensibilidad; esto es, qué tan sensible es a los rayos del sol.
En este aspecto, el Factor de Protección Solar (o SPF) indica cuántas veces puedes exponerte al sol en comparación a que si no lo usaras. Por ejemplo, un SPF de 10 significa que puedes asolearte 10 veces más antes de que tu piel se lastime.
Entre más alto sea el SPF, mayor protección ofrecerá (y estará más recomendado para pieles más claras y delicadas).
Existen tres tipos de productos para el sol. El tono y la salud de tu piel dependen de una elección correcta.
Bloqueadores: Ofrecen protección máxima y bronceado al mínimo. Como su nombre indica, impiden el paso de los rayos que dañan a tu piel.
Protectores: Permiten el bronceado, pero impiden que tu piel se queme.
Bronceadores: Aceleran el bronceado y ayudan a que tu piel se mantenga humectada. Algunos contienen pigmentos que intensifican el color.
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