Enfermedades agudas son las que aparecen de pronto con síntomas severos que pueden llegar a ser incapacitantes; unas ceden por sí mismas, como es el caso de la indigestión aguda, otras necesitan intervención de urgencia, como una apendicitis aguda.
Las enfermedades crónicas, en cambio, se desarrollan lentamente y persisten durante años; un buen ejemplo es la artritis o la arteriosclerosis. Hay otras, como el paludismo, que se llaman recurrentes porque los síntomas reaparecen periódicamente.
La medicina moderna no es un contrincante temible para los microbios, ya que una sola bacteria puede producir 250 000 en pocas horas. Aunque podemos combatirlas en distintos frentes (la resistencia misma del organismo, una buena higiene y el uso de antibióticos cuando la invasión ya es un hecho), todos estamos expuestos, y seguiremos estándolo, a sufrir alguna infección viral o bacteriana de vez en cuando.
Pero hay otro tipo de enfermedades que sí podríamos controlar mejor de lo que lo hacemos, entre ellas la desnutrición tan común en los países subdesarrollados y la obesidad que azota a las naciones industrializadas. Paradójicamente, el desarrollo tecnológico ha traído consigo nuevos riesgos para la salud; ha creado insecticidas eficaces para el combate de plagas que también dañan al ser humano y producen contaminación ambiental.
Este es un problema que nos atañe a todos y del que tenemos que defender al medio ambiente y a nosotros mismos.
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