Los animales tienen cerebro y lo usan como nosotros: para experimentar el mundo, pensar, sentir y resolver los problemas que toda criatura enfrenta.
También tienen personalidad, estados de ánimo y emociones; juegan y gozan. Algunos muestran dolor y empatía, y quizá estén bien conscientes de sus actos e intenciones.
Hasta hace poco tiempo nadie habría hecho estas afirmaciones, pues la creencia prevaleciente que se tenía sobre los animales es que son más parecidos a los zombis y a los robots, capaces de responder solamente con reflejos y acciones sencillas.
De hecho, algunos científicos insisten en que los animales se mueven por la vida como zombis, pero nuevas investigaciones realizadas por biólogos, etólogos, biólogos evolucionistas y ecologistas, psicólogos comparativos y otros expertos están echando abajo las ideas antiguas que han obstaculizado la exploración de la mente animal.
Ahora la pregunta no es “¿Piensan los animales?”, sino “¿Cómo y qué piensan?”.
Según el doctor Peyton M. West, experto en evolución y comportamiento animal, las leonas cortejan activamente a los machos dotados con una melena exuberante, sobre todo durante la noche, cuando estos animales se dedican a socializar y acicalarse unos a otros.
Por supuesto, hoy día la discriminación capilar no es bien vista por hombres y mujeres, pero los grandes felinos están satisfechos con su forma de ser “a la antigua”.
Cuando se producen peleas entre los machos de la manada, los que ostentan las melenas más frondosas y llamativas reciben un trato reverencial.
Cada invierno, durante casi 20 años, el codirector de la organización protectora de ballenas Great Whale Conservancy, Michael Fishbach, ha viajado junto con otros científicos al Mar de Cortés, en México, para estudiar a las ballenas azules y a las ballenas jorobadas.
En 2011 avistaron una ballena jorobada atrapada en una red pesquera, y dedicaron una hora a liberarla. Luego, en una demostración de agradecimiento de una hora de duración, la ballena nadó cerca de su barco y saltó en el aire unas 40 veces.
Aparte de un bebé humano, ¿existe algo más hermoso que una cría de panda? Incluso la palabra panda es bonita.
Los cachorros a veces se comportan como los bebés humanos: duermen en la misma posición y adoran sus dedos pulgares (los pandas usan los suyos para sujetar las cañas de bambú que comen todo el día).
Los pandas son tímidos por naturaleza (los chinos llaman “Señorita panda” a este animal por la cohibición que muestra; por ejemplo, se cubre la cara con una pata o agacha la cabeza cuando un desconocido lo observa).
Pero también son juguetones: según un sitio web de viajes chino, se ha visto a pandas curioseando dentro de las casas de montaña y hurgando entre los utensilios de cocina.
Y aunque al volverse adultos deambulan solitarios y se aparean una sola vez al año, también les gusta acurrucarse. Si tienen la oportunidad, duermen pegados a los animales domésticos. ¡Igual que nosotros!
Estos animales tienen un gusto y un olfato más agudos que los de los humanos, dicen los científicos expertos en equinos. Cuando arrugan la nariz y ensanchan los ollares, activan el órgano vomeronasal, que les permite percibir olores que nosotros no podemos captar.
Según los especialistas, los caballos también tienen papilas gustativas en la parte posterior de la lengua y en el paladar, lo que quizá explique por qué se niegan a beber agua estancada, revisan meticulosamente los pastizales y comen sólo las hierbas más sabrosas.
Una ramita de acacia, varias toallas de papel y un vaso de plástico son sólo algunas de las ofrendas que Toldo, un leal gato gris y blanco de tres años de edad, ha dejado sobre la tumba de su dueño, Iozelli Renzo, en Montagnana, Italia, todos los días desde que el hombre murió, en septiembre de 2011.
Renzo adoptó a Toldo en un albergue cuando el minino tenía tres meses, y se volvieron inseparables. El día del sepelio de su dueño, Toldo siguió el ataúd hasta el cementerio, y ahora “hace guardia” durante horas en la tumba, afirma la familia de Renzo.
En 2012, después de que Terfel, un perdiguero de Labrador de ocho años, contrajo cataratas, empezó a chocar con las paredes y los muebles de la casa de su dueña, Judy Godfrey-Brown, en Gales del Norte, Reino Unido.
Muy pronto el perro, que antes rebosaba vigor, se pasaba la mayor parte del día echado en un rincón, sin poder moverse por las habitaciones.
Judy permitió que un gato callejero, al que llamó Pwditat (se pronuncia “Puditat”), entrara a la casa. El minino se dirigió directamente hacia Terfel y comenzó a usar las patas y la cabeza para indicarle el camino hasta el jardín. Ahora, estos insólitos amigos duermen juntos, y Pwditat ayuda al perro ciego a desplazarse por todos lados.
La primera vez que Joe desayunó con Nathan y Charlotte Anderson-Dixon, una pareja de granjeros de Ashbourne, Inglaterra, no había recibido invitación.
Este camello bactriano de cuatro años de edad metió la cabeza por la ventana abierta de la cocina y se zampó un platón de frutas.
Ahora los esposos, que alquilan renos, camellos, cabras y otras animales para programas televisivos, películas y sesiones fotográficas, reservan un lugar en su mesa para esta desinhibida criatura con doble joroba, la cual saborea con placer cereales y su alimento favorito: pan tostado untado con plátano.
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