Sólo pocas especies de peces cuidan a sus crías, pero cuando lo hacen, por lo general, el padre realiza el trabajo. Esto sucede porque casi siempre es él quien se queda con los huevos.
Los huevecillos de los peces, normalmente son fertilizados fuera del cuerpo (la hembra los pone y el macho los fertiliza después, por lo regular cuando ella ha abandonado el lugar). Los espinosos ejemplifican este tipo de comportamiento.
La hembra desova en el nido construido por el macho y se aleja. El macho suministra agua a los huevecillos para asegurarles el oxígeno; además, los mantiene limpios y los defiende de los depredadores.
Sin embargo, el macho tiene dos opciones. Puede quedarse a cuidar los huevecillos o puede salir en busca de otra hembra para volver a aparearse. Si se va, habrá desperdiciado el tiempo y la energía invertidos en la construcción del nido y en el cortejo de la hembra.
Si se queda, no pierde nada. Otras hembras pueden acudir a su nido; en realidad parece que existen espinosos hembras que prefieren aparearse con machos que están cuidando huevecillos, ya que éstos son los compañeros que pueden pasar más tiempo protegiendo el nido y menos tiempo “coqueteando”.
No todos los machos que cuidan el nido son padres modelos. El pez damisela mexicano vive en el Mar de Cortés o Golfo de California, situado en la costa occidental de México y, al igual que el espinoso, la hembra deja sus huevos a cargo del macho.
Y aunque él los protege de los peligros del mar, también se come algunos. Este comportamiento es poco común en el reino animal.
Lo que cuenta para el damisela macho no es la cantidad de hijos que nazcan en una camada, sino la cantidad de pecezuelos que procree durante su vida. Los machos bien alimentados son más capaces de cortejar y aparearse nuevamente después del nacimiento de las crías.
Entonces, puede ser que comiéndose algunos de los huevecillos se mantengan en forma para procrear más hijos posteriormente, y dar continuidad a la especie.
Sin ayuda de agua, una rana de Darwin hembra pone sus huevos directamente sobre el suelo de los bosques de hayas del sur de Chile.
El macho los cuida hasta que los renacuajos comienzan a moverse dentro de su cubierta gelatinosa protectora, y después se los traga para llevarlos en su saco bucal durante unas tres semanas.
Ahí los renacuajos se convierten en pequeñas ranas. Su presencia no evita que el padre coma, pero sí le modifican la voz. El los escupe cuando son lo suficientemente grandes para valerse por sí mismos.
Un padre aun más cariñoso es la salamandra gigante macho, que se localiza en América del Norte. El macho esconde los huevos fertilizados debajo de rocas ubicadas en medio de rápidas corrientes de agua y así los protege de todos los que se acerquen, incluso de individuos de su propia especie.
Cualquier intruso que intente deslizarse debajo de las rocas que cubren los huevos de la salamandra será ferozmente repelido.
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