Así es la vida: Ocho palabras que quisieras no oír nunca
Cierta vez en que me encontraba en una estación de tren me di cuenta de que los cinco relojes distribuidos marcaban una hora distinta.
Cuestión de enfoque
Cierta vez en que me encontraba en una estación de tren me di cuenta de que los cinco relojes distribuidos en el recinto marcaban una hora distinta. Cuando me acerqué a un vigilante para señalárselo, me miró muy desconcertado y respondió: —Dígame, ¿tendría algún sentido que haya cinco relojes aquí si todos marcaran exactamente la misma hora?
Roxanne Sumner, Reino Unido
Ocho palabras que quisieras no oír nunca durante una conferencia telefónica en la oficina: “No hay problema, aún nos queda una hora”.
@meetingboy
Un restaurante del barrio donde vivo es reconocido por su excelente comida, pero también tiene fama de ser muy tacaño con las porciones que sirve. Cierto domingo, mientras disfrutaba mi almuerzo, alcancé a oír el siguiente diálogo en la mesa de al lado:
—¿Cómo encontró el jamón, señor? —preguntó el mesero.
—No tuve ningún problema —dijo el cliente—. Yo era detective.
Joe Kilker, Reino Unido
Una de las cosas más hirientes que puedes decir de una persona es: “¿Quién es ese payaso?”, porque implica que esa persona es a) un payaso, y b) ni siquiera es conocido.
@skullmandible
Los tatuajes son magníficos para conservar los recuerdos. De lo contrario, yo ya me habría olvidado por completo de esa ancla.
Karl Chandler, comediante
Cuando mis hermanos y yo éramos pequeños, mis padres hacían un enorme esfuerzo por no decir malas palabras frente a nosotros. Mi mamá crio 12 hijos, y a veces la sacábamos de sus casillas, pero incluso cuando más enojada estaba, lo más soez que llegaba a salir de su boca era esto: “¡Vete al invierno!”
Muchos años después hice un viaje al norte de Canadá en pleno invierno, y desde allí le envié una postal a mi madre, de 90 años, con un paisaje nevado y este texto: “Mira, mamá, ¡por fin llegué al invierno!”
Ray J. Reitzel, Canadá
Llena de furia le envié un mensaje de texto a mi novio, que decía: “¿Cómo pudiste engañarme?” En seguida recibí una respuesta de mi padre, y le escribí de vuelta: “Perdón, papá, ese mensaje era para Ben”. Segundos después, mi padre me envió este mensaje: “Cambiando radicalmente de tema, ¿has visto mi escopeta en alguna parte?”
Shelagh Clarkson, Reino Unido
Tras un pesado día en el trabajo, mi esposo llegó muy tenso a casa, así que decidí llevarlo a él y a nuestros tres hijos a cenar fuera para que se relajara un poco. Al llegar al restaurante mi marido seguía muy irritable, de modo que cuando un mesero se acercó y le preguntó si quería una mesa, perdió los estribos y respondió:
—No, muchas gracias, comeremos en el piso… ¡Alfombra para cinco, por favor!
Caroline Alden, Reino Unido
Cierta vez a mi hijo adolescente le fue mal en la escuela: no hizo la tarea y el director le llamó la atención. El sábado siguiente hubo un baile en la escuela, y mientras conversaba con una chica mi hijo comentó que el director le parecía odioso. Muy enojada, la muchacha le preguntó si sabía quién era ella. Como él negó con la cabeza, la chica le dijo que era hija del director.
Sin perder ni un segundo, mi hijo le preguntó si sabía quién era él.
—No —repuso ella, furiosa.
—¡Pues qué bueno! —exclamó mi hijo, y puso pies en polvorosa.
Corrina Williams, Reino Unido