Restaurantes, supermercados y pescaderías de diferentes ciudades están dando una especie de pescado diferente a la que el cliente paga.
Un estudio de la organización Oceana, que busca la conservación de los océanos y sus especies, muestra cómo en el país es común la práctica de sustitución de pescados, solo por mencionar un caso, mientras los comensales eligen marlín lo que en realidad reciben la mayoría de las veces es atún ahumado.
Este tipo de sustitución ocurre en restaurantes, pescaderías y supermercados. Hay casos en que se vende mero, cuando en realidad es basa; o que se piensa que es huachinango, pero es bagre bandera o dorado.
La investigación de ADN de Oceana, que es la primera de su tipo a esta escala y publicada en México, se llevó a cabo en 133 establecimientos, pescaderías, supermercados y restaurantes, en la Ciudad de México, Cancún y Mazatlán.
Fueron recolectadas muestras, y luego se comparó el nombre comercial de cada pescado a la venta con el nombre científico, a partir de la información genética.
El resultado fue que en al menos una de cada tres ventas hubo gato por liebre: la gente pidió un tipo de pescado, y en realidad pusieron una especie distinta en su plato. Con diferencias de precios, en algunos casos, de más de 200 pesos.
Los especialistas de Oceana, además de comercializadores consultados, mencionan que este acto no solo afecta el bolsillo de quien compra pescados, también tiene repercusiones ambientales en el ecosistema marítimo y en la dinámica pesquera del país.
Estos son los pescados más sustituidos
Los tacos y las tostadas de marlin son famosos en México, pero resulta que casi nunca lo comemos. El atún aleta amarilla es el que comúnmente sustituye a este pescado, sin embargo, identificamos que una de cada cinco veces fue sustituido por tiburón.
Es un pescado comúnmente utilizado para ceviche, muy solicitado en Mazatlán y fue ahí donde se dio la mayoría de la sustitución. Sin embargo, las especies que sustituyeron eran de precio y sabor similar a la sierra.
En dos de cada tres ocasiones, esta especie mexicana tan apreciada fue sustituida por un producto barato e importado de acuacultura, como el basa.
Prácticamente toda la sustitución se dio en Ciudad de México, en pescaderías y supermercados. La sustitución fue casi siempre por pescado de menor valor, incluso por especies muy distintas, como la raya látigo.
Es un pescado conocido y solicitado en algunas partes del país; Ciudad de México es una de ellas. Casi la mitad de su sustitución se dio por pescado marino de buena calidad, que suele ser desconocido para la mayoría de las personas, como conejo, corvina o esmedregal.
“Encontramos en un mismo supermercado atún vendido como atún a 399 pesos, y como salmón a 599 pesos. Los dos eran atún. Y ese atún (al que hacían pasar por salmón) estaba pintado de rosa”, relata la directora de campañas de transparencia en Oceana.
“En el supermercado es difícil que haya una confusión. No es que el mesero se haya confundido. Ahí hay una etiqueta que te está vendiendo un atún 200 pesos más caro que lo que cuesta en otro mismo empaque. Pareciera que ahí hay un dolo detrás. Difícilmente imagino al supermercado etiquetando así. Debe ser quien le vende al supermercado”, agrega.
Otros casos que detectó Oceana: la sustitución de huachinango por bagre bandera en una pescadería o local de la Ciudad de México. Datos de la Secretaría de Economía sobre los precios en La Viga, en agosto de 2018 (mes que corresponde al periodo en que se realizó el estudio) el kilo de huachinango tenía un precio de 110 pesos, y el de bagre bandera de 30 pesos. Una diferencia de 80 pesos.
En otra pescadería, se dijo a los consumidores que se les vendía mero a un precio de 95 pesos el kilo, cuando también era en realidad bagre bandera, de 30 pesos. Una diferencia de 65 pesos.
Oceana no quiso dar los nombres de los establecimientos en que tomaron muestras, porque justo desconocen si los propios restauranteros o dueños de pescaderías, o incluso las cadenas de supermercados, pudieron ser engañados por un distribuidor.
En sus conclusiones, la ONG reconoció que no podía determinar en qué punto de la cadena había ocurrido la sustitución de especies. Ni tampoco si dicha sustitución, en los 133 establecimientos, había sido accidental o intencional.
Consultados sobre si puede haber casos de corrupción, donde los dueños de establecimientos como restaurantes pudieran actuar con dolo, tanto gente de comercializadoras como especialistas coincidieron en mencionar que en cualquier punto de la cadena, desde el inicio hasta la parte final, podría haber acciones indebidas.
Con información de Animal Político
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