Durante años, el hígado trabaja en silencio. Filtra toxinas, procesa nutrientes y mantiene el equilibrio interno del cuerpo sin pedir nada a cambio.
Pero cuando se le somete de forma constante a una dieta rica en grasas —día tras día, año tras año— ese órgano resiliente activa un mecanismo de emergencia que, paradójicamente, podría aumentar el riesgo de cáncer de hígado.
Esa es la conclusión de una investigación reciente realizada por científicos del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), que analizó cómo el hígado intenta sobrevivir a una sobrecarga prolongada de grasa… y cómo esa estrategia defensiva puede volverse peligrosa con el tiempo.
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El hígado bajo presión: cuando la grasa lo cambia todo
El estudio, realizado en modelos animales y respaldado por análisis en tejidos humanos, muestra que una alimentación alta en grasas provoca cambios profundos en las células hepáticas, llamadas hepatocitos.
En lugar de mantenerse maduras y especializadas, estas células retroceden a un estado más inmaduro, parecido al de las células madre. A corto plazo, este cambio les permite resistir el estrés metabólico que genera el exceso de grasa. Pero a largo plazo, las vuelve más vulnerables a transformarse en células cancerosas.
Es como si el hígado dijera: “Para sobrevivir ahora, tengo que sacrificar mi estabilidad futura”.
Hígado graso: una condición cada vez más común en el mundo
Desde hace años, la ciencia sabe que una dieta alta en grasas puede provocar hígado graso (enfermedad hepática esteatósica), una afección que ya afecta a millones de personas en todo el mundo, incluso a quienes no consumen alcohol.
Este problema puede avanzar lentamente hacia inflamación crónica, fibrosis, cirrosis y, en algunos casos, cáncer de hígado, uno de los tumores más agresivos y con menor tasa de supervivencia cuando se detecta tarde.
Lo que este nuevo estudio aporta es una explicación más profunda de qué ocurre dentro de las células mientras ese daño se acumula.
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El “retroceso celular” que aumenta el riesgo de cáncer
Los investigadores observaron que, frente a una dieta rica en grasas:
- Las células del hígado activan genes de supervivencia
- Al mismo tiempo, apagan genes esenciales para su funcionamiento normal
- Disminuye la producción de enzimas metabólicas clave
- Aumentan los marcadores genéticos asociados a estados inmaduros
Este cambio no ocurre de un día para otro. Es progresivo, silencioso y acumulativo. Pero una vez que las células entran en ese estado inmaduro, una mutación posterior puede desencadenar el desarrollo de un tumor.
¿Y qué pasa en los humanos?
Para confirmar que este fenómeno no es exclusivo de los ratones, el equipo científico analizó muestras de tejido hepático humano en distintas etapas de enfermedad.
Los resultados fueron claros:
los mismos patrones genéticos aparecían en personas con daño hepático progresivo, incluso antes de que se desarrollara el cáncer.
Además, los investigadores comprobaron que estos cambios genéticos podían predecir la evolución y supervivencia de los pacientes, lo que abre la puerta a nuevas herramientas de diagnóstico temprano.
Mientras que en ratones el cáncer apareció en alrededor de un año, en los humanos este proceso podría tardar hasta dos décadas, dependiendo de la alimentación, el consumo de alcohol, la obesidad y la presencia de infecciones virales como hepatitis B o C.
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La buena noticia: no todo está escrito
Aunque el estudio lanza una advertencia clara, también deja espacio para la esperanza.
Los científicos ahora investigan si estos cambios celulares pueden revertirse al:
- Mejorar la alimentación
- Reducir el consumo de grasas ultraprocesadas
- Bajar de peso de forma sostenida
- Utilizar tratamientos médicos que mejoren el metabolismo, como algunos fármacos para la obesidad
La clave parece estar en actuar antes de que el daño sea irreversible.
Escuchar al cuerpo antes de que sea tarde
El hígado no duele, no avisa y no se queja. Por eso, los especialistas insisten en que la prevención empieza mucho antes de que aparezcan los síntomas.
Adoptar una alimentación equilibrada, mantener un peso saludable y reducir el consumo de grasas poco saludables no solo protege al hígado hoy, sino que puede marcar la diferencia dentro de 10 o 20 años.
Porque cuando se trata de salud, lo que hacemos a diario importa más de lo que creemos.