La naturaleza es la raíz de todo lo que conocemos como medicina, de ahí es donde se extraen los compuestos que servirán para aliviar nuestros organismos enfermos, de ahí es también de donde se procesa el aceite de oliva.
Los científicos han sabido desde hace décadas que las personas cuya dieta es rica en aceite de oliva registran menores tasas de enfermedad cardíaca. Los nutricionistas han alabado la dieta mediterránea durante años; al punto que asombraba la idea de que ciertas sustancias grasas podrían ser buenas para el corazón.
A mediados de la década de 1980, un estudio que comparó las tasas de enfermedad cardíaca en siete países reveló que los infartos eran poco habituales en países en los que se consume más aceite de oliva, como Italia y Grecia.
Desde entonces, docenas de estudios clínicos aseguran que protege el sistema cardiovascular.
Alergias, asma, colesterol alto, dolor de espalda, dolor de pies, eczemas, humectante, labios agrietados, limpieza de la piel, molestias menstruales, piojos, presión alta, prevención de infecciones, psoriasis, reducción del riesgo de cáncer, salud cardíaca, sangrado de nariz y uñas quebradizas.
En 2009, investigadores españoles hicieron un seguimiento de hombres con niveles peligrosamente altos de colesterol, durante seis meses; todos ellos estaban medicados con simvastatina, un fármaco que disminuye el colesterol.
Se dividieron en dos grupos: aquellos cuya dieta contenía aceite de oliva y los que sólo usaban aceite de girasol.
Los del grupo del aceite de oliva tuvieron un descenso en su colesterol total mayor que los hombres del grupo de aceite de girasol; esto llevó a los investigadores a aconsejar a las personas con colesterol alto que usaran aceite de oliva en lugar de girasol, incluso si están tomando medicación para bajar el colesterol.
El calor y las sustancias químicas que intervienen en el procesamiento pueden hacer disminuir su contenido de nutrientes; por eso, es mejor elegir un aceite procesado al mínimo, como el extra virgen prensado en frío.
