Hay infinidad de acciones que nos ayudan a despedir el año que acaba y a recibir el año que inicia. Algunas personas las llaman supersticiones, pero para nosotros son tradiciones, esas que le dan un sabor tan especial a estas fechas.
De acuerdo con el ritual, se comen doce uvas que representan los doce meses del año. Cada una simboliza un deseo o un propósito (aquí tienes una guía rápida para planificar tus propósitos). Si es posible, se debe comer una por cada campanada y pedir un deseo distinto en cada bocado.
Comer doce uvas al ritmo de las doce campanadas es un hábito que surgió en 1909, en España, cuando un grupo de productores de vino tuvieron gran excedente de uvas del cual necesitaban deshacerse.
Mediante lo que hoy en día se conoce como una campaña de mercadotecnia, los vinateros envolvieron este fruto en un misticismo especial al argumentar que comer uvas garantizaba la buena suerte en el Año Nuevo, aunque el motivo real era que la economía vitivinícola no se fuera a pique.
Así, cada 31 de diciembre los amantes de este rito continúan fortaleciéndolo, por lo que se ha vuelto una verdadera institución de la fiesta de Año Nuevo.
Al parecer, el color de las uvas no influye en las probabilidades que tendrán nuestros deseos de hacerse realidad. Sin embargo, en Chile, por ejemplo, se cree que lo ideal es comer seis uvas verdes y seis rojas. En otros sitios, es más importante que las uvas no tengan semillas, para no ahogarse con la emoción del momento.
Existen distintas costumbres basadas en la creencia de que si se lleva dinero durante este día, no faltará en todo el año. Lo que no se dice es cuánto; en algunos países se cree que llegará más dinero si en lugar de dejarlo en los bolsillos se coloca dentro de los zapatos.
A fin de asegurar fortuna y prosperidad, en muchos países se acostumbra comer lentejas cocidas durante los primeros minutos del año que inicia. Hay quienes comen un plato completo, otros que se conforman con una cucharada y otros más que optan por incluir el platillo en el menú de la cena.
Con la idea de que “lana” llama “lana” (dinero llama dinero), se ha extendido la costumbre de colgar un borreguito de lana en la puerta de las casas. Es importante que el borreguito sea un regalo y que cada año se cambie por un nuevo ejemplar.
Encender velas para recibir el nuevo año garantiza armonía y paz en el hogar. En algunos países se considera importante escoger el color de las velas según el fin que se busca:
Salir de la casa después de medianoche con las maletas y el bolso de mano garantiza que en el Año Nuevo se harán viajes. Mejor aún es dar la vuelta a la manzana arrastrando el equipaje.
Barrer la casa abre el paso para que la suerte entre limpia. En muchos países, se barre la casa de adentro hacia fuera para sacar la mala suerte.
Para los chinos, sin embargo, la casa no se debe barrer hasta el día siguiente de Año Nuevo, ya que de hacerlo antes se corre el riesgo de barrer la buena fortuna de la familia. Empezando por la puerta, los chinos juntan el polvo y la basura en el centro de la habitación y después en las esquinas, donde permanecerá durante cinco días. Al sexto, la basura debe tirarse por la puerta trasera.
Usar ropa interior de color rojo o amarillo es quizá una de las costumbres más populares de esta celebración. En México se acostumbra usar ropa interior de color rojo, para atraer el amor, mientras que en Venezuela y Chile esta debe ser de color amarillo, para atraer dinero.
En ambos casos, sin embargo, la función es la misma. La ropa interior busca atraer la buena suerte, el amor y la felicidad para el año que se inicia.
El origen de esta tradición es incierto. Parece que en la Edad Media, la Iglesia relacionaba el rojo con el demonio y con la brujería, y por ello prohibía ponerse ropa de este color. Sin embargo, el pueblo en general creía que el color rojo representaba la sangre y la vida, y que era símbolo de buena suerte usar ropa de ese tono en el primer día del año.
La prohibición de la Iglesia los obligó, entonces, a llevar ropa de color rojo que no estuviera a la vista.
El agua simboliza las lágrimas y los malos momentos que son desechados fuera de casa para que el año que se inicia esté lleno de felicidad. Pero no toda el agua es símbolo de tristeza. En México, en Año Nuevo, se acostumbra arrojarle agua a los automóviles para asegurarse de que en el año que empieza se estrenará un nuevo modelo.
Los vinos espumosos son un símbolo de la fiesta de Año Nuevo porque las burbujas que se forman al momento de servirlas representan la felicidad de todo el año. Sin duda, la champaña —propia de celebraciones y acontecimientos especiales— es la bebida que más se consume en todo el mundo en esa fecha.
Los franceses acuden masivamente cada 31 de diciembre a los Campos Elíseos de París con las manos repletas de botellas para recibir el Año Nuevo. En algunos países, además de llenar las copas con este líquido burbujeante, se acostumbra poner dentro una moneda o un anillo para que no falte el dinero.
Los vinos de la región de Champagne, en Francia, eran conocidos desde la Edad Media. Las iglesias productoras de vino lo usaban para el sacramento de la comunión. Los reyes, por su parte, lo ofrecían para rendir honor a los monarcas de otros imperios. Sin embargo, el primer vino espumoso nació alrededor del año 1700.
No resulta muy claro quién lo inventó, pero, al parecer, los ingleses lo han bebido durante muchísimos años. Son ellos quienes desde entonces se han encargado de propagar esta tradición por todo el mundo. La champaña llamada Brut fue creada para los ingleses en 1876. El primer cava español, bebida equivalente a la champagne francesa, fue elaborado por Codorniú en 1872.
Siguiendo la antigua tradición romana y celta de regalar hojas de laurel, olivo o muérdago, en algunos países se acostumbra obsequiar espigas de trigo como símbolo de abundancia. Lo ideal es repartirlas entre los asistentes para que cada uno tenga una en las manos cuando llegue la medianoche.
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