Pasé años investigando qué me causaba migraña, pero di con la cura hasta que tuve a mi hijo.
Si existiera registro en video de mis migrañas, se vería a una mujer revolcándose de dolor en el piso mientras intentaba masajearse el cuello y la cabeza para disminuir el dolor. Después saldría corriendo al baño, luego volvería al piso, y todo se repetiría hasta el infinito. Así me pasaba al menos seis horas, cuatro veces al mes.
Por todo lo demás, en realidad era bastante sana, hacía yoga, meditaba, bebía suficiente agua, tenía una dieta balanceada, prácticamente sólo consumía productos orgánicos, evitaba el azúcar y cualquier alimento procesado.
Para evitar las migrañas intenté con terapia de acupuntura, masajes e hipnosis. Incluso llevaba un diario de lo que comía para ver si encontraba algún patrón o algún ingrediente que la disparara. Estudié mi ciclo menstrual, tomé suplementos de magnesio y algunas hierbas chinas. Nada funcionó.
Finalmente acepté tomar sumatriptán, y la tomaba cada vez que me comenzaba a dolor la cabeza, aunque fuera levemente –así lograba hacer más cortos los episodios de caos, a veces ya no vomitaba por el dolor o sólo tenía náuseas durante una o dos horas. Pero ese medicamento me causaba muchos efectos secundarios.
Luego decidí ir con un neurólogo. Me dio mucha información, me envío a realizarme una resonancia magnética, me dio dosis intravenosas de magnesio –pero nada me hizo sentir mejor.
A los cuarenta años de edad, me embaracé. Y extrañamente, mi monstruosa migraña desapareció. Según la American Migraine Foundation, del 50 al 80% de las mujeres con migraña sufren menos episodios de dolor al embarazarse, especialmente durante el segundo trimestre, cuando los niveles de estrógeno se elevan. Y sí, dejé de tener migraña durante mi embarazo.
Unas semanas después de dar a luz, mi doula se ofreció a cuidar a mi bebé mientras yo me escapaba por un latté. Disfruté la maravilla de la libertada y fui a mi cafetería favorita. Ordené un latté regular con leche entera (necesitaba la grasa porque estaba amamantando). Ese sabor y la textura de la leche eran lo que mi alma necesitaba.
Unos días más tarde: migraña. La primera fue leve, la segunda fue más fuerte. El monstruo había regresado. No quería medicarme porque estaba amamantando, así que aguanté el dolor. Un día, al cambiarle el pañal a mi hijo, vi algo verde. Busqué en internet a qué se debía ese color y leí que podía ser porque yo había consumido lácteos.
Luego le pregunté a mi pediatra, pero la enfermera me dijo que era un mito, “los lácteos no causan excrementos verdes, es un color normal”. Quizá era normal para algunos bebés, pero yo no lo había visto en los desechos del mío.
Decidí dejar de consumir lácteos porque pensé que le estaban haciendo daño. Luego de diez días, su excremento volvió a ser marrón. También lloraba menos, dormía mejor y no fruncía la cara como si le estuviera doliendo algo. Unos días después me cayó el veinte: yo no había tenido una sola migraña.
Desde aceitunas hasta alcohol, muchos alimentos pueden desencadenar migraña. Yo no había pensado que no tenía que ser alérgica a un alimento para que me estuviera causando dolor.
No sabía cómo era la relación entre mi dieta y la migraña, pero descubrí que, en mi caso, cuando comía algún producto lácteo, tres días después tenía dolor. Según el neurólogo David Buchhholz, la migraña puede aparecer hasta 72 horas después de haber consumido algún alimento de la lista negra.
Ya que dejé de consumir lácteos me volví más sensible: una vez cometieron un error en un restaurante y me sirvieron brócoli salteado con mantequilla en lugar de aceite. Me pasé toda la noche vomitando.
Así que mejor me abstengo. No suelo hacer esto porque odio las reglas, pero aparentemente no tener migraña es motivación suficiente para mí. Descubrí un helado hecho con coco que es maravilloso. Ahora mis lattés con leche de avena y pido pizza sin queso.
Extraño el queso de verdad y no he encontrado un sustituto que no me haga pensar en plastilina. Extraño la pizza grasosa. Extraño el yogurt. Extraño el chocolate en leche caliente durante las noches lluviosas. Pero no extraño revolcarme de dolor en el piso.
¿Mi consejo para combatir la migraña? Busca un doctor que tome en serio tu dolor. Intenta haciendo cambios en tu dieta. Te aseguro que no tener dolor será mejor que el mejor vaso de leche de tu vida.
Tomado de rd.com Nothing Stopped My Severe Migraines Until I Dropped This One Food from My Diet
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