La historia rememora instantes de genialidad. Isaac Newton vio caer una manzana al suelo y formuló su teoría de la gravedad. Arquímedes estaba tomando un baño cuando tuvo su momento de inspiración: el desplazamiento del agua puede determinar la pureza del oro. ¡Quién lo diría!
No obstante, durante los últimos 10,000 años, la raza humana ha tenido 100,000 billones de momentos comunes y corrientes y mundanos, lo que resulta en una pésima relación de instantes geniales e instantes no geniales. La verdad es que el mundo está hecho para las personas comunes y corrientes, no para los genios. A estos últimos se les describe con adjetivos como “tortuoso”, “perverso” y “excéntrico”, no con “jovial” y “equilibrado”.
Cuando aprendí a leer yo solo, a los tres años, ella se consternó. Pero, aunque pulverizaba pruebas de cociente intelectual (CI), deambulaba solitario por el patio de la escuela y era blanco de proyectiles. Recuerdo un momento de genialidad a los seis años: “Viene la piedra lanzada por un abusón al otro lado de la cerca. La valla está integrada por cuadros que miden 5 centímetros cuadrados; el diámetro de la piedra es de 3.81 centímetros cuadrados.
”Las probabilidades de que la malla no desvíe la roca son insignificantes (25 por ciento al cuadrado o una posibilidad en 16), así que no tengo que esquivarla”. La piedra pasó limpiamente entre la valla y me dio en la cabeza.
Al tener el segundo CI más alto del mundo puedo decirles que la genialidad tiene sus bemoles. Mis amigos menos brillantes lo plantean así: “Existe la forma correcta de hacer las cosas y la forma Rosner”. La forma Rosner incluye intentar besar a una chica en una fiesta de la secundaria y preguntarle: “¿Cómo es un beso? ¿Es succión o presión?”. En vez de un beso, logré que chicos que ni siquiera conocía me gritaran “¿Succión o presión?” por el resto del año escolar.
Al igual que la mayoría de los cerebritos, necesitaba pulir mis habilidades sociales. Me dediqué a resolver este problema después de la universidad, al convertirme en portero de un club nocturno. En la entrada, pescaba a miles de menores con identificaciones falsas. Me fascinaba el desafío de detectar mentirosos apenas 10 segundos después de conocerlos.
Mi obsesión fueron las identificaciones, y pasé 10 años desarrollando algoritmos estadísticos para detectar una falsa o prestada con un 99 por ciento de precisión. No obstante, tras una década de investigación me seguían pagando 8 dólares la hora: lo mismo que a todos los demás gorilas que no contaban con algoritmos estadísticos.
Cuando escribía preguntas para el concurso de televisión El rival más débil, tenía una cuota de 24 diarias. Eso me parecía muy poco para alguien con un cerebro como el mío, así que me propuse elaborar de 60 a 100 al día. No sabía que los jefes evaluaban a los escritores por la cantidad de preguntas rechazadas. Al entregar tres veces más que los demás, encabecé rápidamente el rubro de devoluciones y me echaron.
Durante más de un año me preparé para ir a concursar a otro programa, Jeopardy! Estudié cientos de libros y pasé horas cliqueando un contador manual a fin de que mi pulgar llegara más rápido al timbre. Después de cinco intentos pude participar… y perdí (por acobardarme en el “Doble o nada” y, luego, por no poder identificar la bandera de Arabia Saudita). También perdí mi muda de pantalones, que otro concursante se llevó por error.
Estudié casi la misma cantidad de tiempo para jugar en ¿Quién quiere ser millonario? La pregunta de los 16,000 dólares fue: “¿Cuál es la ciudad capital ubicada a mayor altitud sobre el nivel del mar?”. Respondí “Katmandú”. Para el programa, la respuesta correcta era Quito. Sin embargo, se considera a La Paz, Bolivia, como la capital más alta del mundo, aunque no estaba incluida en las cuatro opciones.
Demandé al concurso y respaldé mi alegato de que la pregunta y sus respuestas estaban equivocadas con miles de horas de investigación y una comparación entre aquella y más de 100,000 preguntas que el programa había utilizado. Eventualmente, me enteré de que los jueces no tienen mucha paciencia para litigios contra concursos televisivos. Perdí en el tribunal, apelé y volví a perder. El proceso me costó decenas de miles de dólares, convirtiéndome en el mayor perdedor en la historia del programa.
He tenido una carrera de 25 años como escritor cómico en la televisión. Para poder sacar chistes a borbotones es útil ser obsesivo y tener un punto de vista retorcido. Tengo una esposa y una hija hermosas que frenan mis proyectos más descabellados. Gracias a que aprobé 12 años de créditos universitarios en menos de uno y a que tengo cinco maestrías, siempre puedo ayudar con los deberes del hogar y las tareas escolares.
Incluso utilicé mi capacidad de investigación para fraguar una mezcla de 20 medicamentos y complementos que ayudaron a nuestro perro a vivir 117.5 años caninos.
En 20 años, al tener acceso a toda la información y sabiduría del mundo, todos seremos genios potenciales. E, igual que yo, ustedes usarán los vastos recursos informáticos a su alcance principalmente para bobadas.
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