Una de cada 10 personas padece la dermatitis atópica alguna vez en su vida. Quienes no logran controlarla tienen una pésima calidad de vida que los lleva a padecer ansiedad, depresión y soledad.
Cierra los ojos e imagina que amaneces ensangrentado. Observas con detenimiento y la sangre no solo está en tu dermis sino en las sábanas y en tu pijama. Te arde la piel, te duele vestirte, tienes una comezón incontrolable 24 horas al día; es tan aguda que en ocasiones duermes con guantes para no lastimar más tu piel. Piensas en todo ello y quisieras quedarte en casa porque si te tocan te lastiman.
Cuando planeas vacaciones descartas la playa porque no soportas que la gente te vea con asco por el aspecto de tu piel. Ya no tienes pareja porque has perdido la autoestima y no quieres que nadie te vea desnudo. Además, el contacto físico es doloroso. Tu calidad de vida es desastrosa.
Así es el día a día de una persona con dermatitis atópica, una enfermedad que no mata, pero que mantiene a las personas agonizando.
La dermatitis atópica — una enfermedad genética incurable que aparece cuando hay un desequilibrio en el sistema inmunológico— se caracteriza por inflamación casi permanente, aparición de prurito (ronchas) comezón, irritación, hipersensibilidad, cicatrices. Las lesiones pueden estar localizadas en ciertas partes del cuerpo o de manera generalizada, y pueden ser tan terribles que ocasionan que la persona que padece esta afección tenga depresión y ansiedad.
Aunque esta afección es más común en bebés —puede aparecer desde los dos meses de vida— también existe una variedad que solo se presenta en la etapa adulta. Se estima que un tres por ciento de los adultos mexicanos padece este mal. Y de ese 3 por ciento, dos de cada 10 no alcanzan el control, así que la mayoría de quienes la padecen han vivido 37 años con dermatitis descontrolada.
La piel es el órgano más extenso del cuerpo humano. Esta barrera física que mide dos metros y pesa unos cinco kilos permite la percepción sensorial y nos protege de las más de 180 bacterias con las que entramos en contacto cada día. Cuando la piel se daña, no solo se trastoca ese órgano, se trastoca toda la vida, pues se afectan diversas funciones, se alteran las sensaciones y se dificulta la interacción tanto individual como social, explicó María de Jesús Vázquez, gerente médico para inmunología en Sanofi.
La carga de esta enfermedad genética incurable es muy importante. Cuando esta enfermedad no se controla, el 60 por ciento padece depresión, el 91 por ciento ansiedad, 61 por ciento tiene prurito insoportable, 85 por ciento dice que tiene comezón las 24 horas del día, la cual fue calificada por el 50 por ciento como insoportable, así que 4.5 noches de la semana no duermen, lo que afecta su calidad de vida.
“Las comorbilidades como trastornos depresivos o ansiedad se acentúan al inicio de la enfermedad o cuando hay cuadros críticos, por eso hay necesidad de tratamiento multidisciplinario” puntualizó María de Jesús Vázquez.
Gladys León Dorantes, presidente de la Fundación Mexicana para la Dermatología, presentó el estudio ‘La voz del paciente con dermatitis atópica’, el cual arrojó que el 17 por ciento de las personas que padecen esta enfermedad ha sido hospitalizado por lo menos una vez en su vida.
El camino que toma el paciente para paliar las lesiones de la enfermedad es largo. La mayoría usa medicamentos tópicos diarios, ropa especial pues la sintética o la muy áspera les lastima, lavan sus prendas con productos especiales y se bañan con jabones medicados para aminorar la inflamación y la comezón y usan medicamentos extra como los antihistamínicos para aliviar un poco la comezón.
La mayoría usa antidepresivos, ansiolíticos para conciliar el sueño y algunos usan antibióticos de forma cíclica porque su piel se infecta e incluso fármacos que no fueron creados para la dermatitis atópica y que pueden ocasionarles daño hepático o hipertensión.
El último medicamento desarrollado y aprobado en México para combatir esta enfermedad cutánea data desde hace casi dos décadas, comentó Esther Guevara Sangineés, dermatóloga pediatra en el hospital regional ‘Adolfo López Mateos’ del ISSSTE de la Ciudad de México, pero ahora ya existe un medicamento que no solo controla los síntomas, sino que llega a la raíz del problema pues va a tratar el origen inmunológico de la enfermedad.
Este medicamento —que ya fue aprobado por la FDA, la Agencia Europea de Medicamentos y la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios— es el primer anticuerpo monoclonal humano (como los que tiene el cuerpo humano para defenderse) que está dirigido contra un receptor que está en la envoltura de la membrana y que produce sustancias inflamatorias, así que cuando se bloquean esas sustancias se corta el proceso.
A pesar de que los cuerpos monoclonales existen desde hace 18 años, no se había hallado nada para la dermatitis atópica.
Este medicamento, a diferencia de la ciclosporina, que es muy buena pero dañina, no tiene efectos adversos según la evidencia en más de 41 mil pacientes que han sido tratados con la molécula dupilumab.
El medicamento es una solución inyectable; está diseñado para autoaplicarse gracias a que cuenta con una aguja que se retrae automáticamente tras finalizar la inyección.
Susana —egresada de la carrera de optometría de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala— supo desde los cuatros años de edad lo que era vivir con dermatitis atópica.
“No había ninguna parte de mi cuerpo sin dermatitis, y como en ese entonces no había mucha investigación confundían mi enfermedad con otros males”.
Recuerda que era el blanco de las burlas de sus compañeros por las laceraciones en su piel, pero lo peor vendría en la adolescencia, cuando se le presentaron los cambios hormonales; además, empezó a tener problemas de visión. A los 15 años le diagnosticaron cataratas y aunque su visión se salvó, su cuerpo estaba muy sensible y recaía con frecuencia y hasta padeció una infección ocular por herpes zoster, el cual ocasionó un proceso inflamatorio crónico que le provocó desprendimiento de la retina, así que tuvo que ser operada en tres ocasiones para poder salvar sus ojos.
Pero ahora Susana es una de las tantas personas con dermatitis atópica de moderada a grave que ya tienen una nueva terapia que les regresará su calidad de vida.
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