¿Lo Sabías?

Donde nace el mejor té del mundo

En Darjeeling, India, el té es más que una bebida: es una manera de existir.

He venido a las exuberantes montañas del noreste de la India, en el Himalaya, en busca del mejor té del planeta. Cada mañana le pago unas rupias a una mujer llamada Jojo, que calienta el agua en un brasero y luego me da una taza llena de la infusión humeante.

Cerca, los puestos de té ya están abiertos. El aroma a leña, estiércol de caballo y fideos fritos impregna el aire. En la parte baja de la ciudad, el Bazar Chowk bulle a toda hora.

—Si este mercado se cerrara, Darjeeling se cerraría también —me dice Ratan Lepcha en el puesto donde su familia vende té desde hace 80 años—. Tiene que probar el brote de otoño. Es un té fuerte, mi favorito.

Todos aquí parecen tener un té favorito, y con cuatro cosechas grandes al año, en las que se producen hojas de varios grados de calidad que se pueden transformar en té negro, blanco, verde o azulado, Darjeeling es la meca de los conocedores.

En la actualidad el té es una industria valuada en unos 40,000 millones de dólares. Después del agua, es la bebida más popular del planeta, pero existe un solo sitio donde se produce “el champán de los tés”, una infusión única con un leve sabor a moscatel: las laderas que rodean Darjeeling, una ciudad entre montañas barrida por aire helado que tiene más en común, tanto geográfica como culturalmente, con sus vecinos Nepal y Bután que con Delhi y Calcuta.

En el siglo XIX los británicos instalaron un puesto fronterizo en el extremo norte del estado indio de Bengala Occidental. La zona que rodea Darjeeling pronto se volvió un lugar de veraneo para los colonizadores que buscaban huir del calor de las tierras bajas, y el clima resultó ideal para cultivar té. Así nació una industria. En 1881 se tendieron vías férreas en las montañas, y Darjeeling creció.

La ciudad fue diseñada para albergar unas 10,000 personas; se calcula que en 2011 tenía 132,000 habitantes.

—Esto ahora es una jungla de concreto —me dice el residente Sailesh Sarda en el Salón de Té Nathmulls, inaugurado por su bisabuelo en 1931—. Pero se ha vuelto muy cosmopolita y la gente está feliz. Yo no dejaría esta ciudad por nada del mundo.

La región produce entre 9,000 y 10,000 toneladas de té al año, pero miles de toneladas más se cultivan y cosechan en otros lugares del mundo y luego se les etiqueta como “Darjeeling”.

Con el fin de proteger la marca se han establecido normas de cultivo estrictas y zonas de producción exclusivas para que el té pueda recibir denominación de origen.

Las 87 fincas autorizadas para cultivar té aquí son muy parecidas. Las mujeres recorren los campos donde crecen millones de plantas de té, arrancan a mano las hojas y las van echando en cestos de mimbre atados a la espalda. Cada mujer recoge cientos y hasta miles de hojas en una jornada de ocho horas.

Las plantaciones de té dan empleo a cientos de personas, y a veces a miles. Rajah Banerjee dirige la finca Makaibari, de 420 hectáreas, y es uno de los pocos dueños que administran su negocio personalmente. “Nuestro té es un producto artesanal, no industrial”, dice.

“La personalidad de cada finca se refleja en la taza; se saborea”. Banerjee afirma que fue el primer cultivador en Darjeeling en producir té orgánico. Este hombre extrovertido se explaya al hablar sobre el espíritu de Makaibari, la oportunidad de reflexionar que ofrece su té y su deseo de que éste sirva para transitar a una nueva era de paz universal.

Es mucho esperar de una taza de té, pero el carisma de Banerjee es innegable, y su pasión, contagiosa. Ojalá así sea.

En el noreste de maikabari, la finca Glenburn es quizá el lugar más atractivo de la región de Darjeeling. Este hotel boutique enclavado en una plantación de té de 650 hectáreas me ha mantenido ocioso más de lo previsto. “Lo que nos impulsa a seguir es la búsqueda de esa elusiva taza de té perfecta”, dice Sanjay Sharma, el administrador. “Las plantas de té, la gente que trabaja en el campo, en el centro de procesamiento… Al final del día, todo eso termina en una taza”.

Lo que termina en mi taza a primera hora de una mañana es un té de segundo brote, elaborado en junio con hojas de la segunda cosecha de la estación. La infusión tiene un intenso color ámbar, un acentuado sabor a madera y un largo regusto. A medida que la oscuridad se va disipando, las cumbres del Himalaya se hacen visibles. Salgo de la cama y me acerco a la ventana. La montaña sagrada Kanchenjunga sobresale entre las demás. Tomo otro sorbo largo de mi taza. La infusión tiene la combinación exacta de astringencia y suavidad.

Más tarde, luego de haberme paseado un largo rato, mi espalda comienza a protestar. El alivio aparece en forma de una banca de madera junto a una pequeña cabaña a la sombra de unos árboles de magnolia. Es una tienda administrada por una joven de 26 años llamada Bimala, quien me ofrece una taza de té.

El trabajo escasea en el valle. Con su modesto negocio, Bimala mantiene a sus padres, hermanos, cuñadas y cinco sobrinos y sobrinas. Todos viven en una pequeña casa cerca de allí. La joven me cuenta que sus días comienzan a las 4 de la mañana. Prepara comidas y vende verduras, aunque lo que más vende es un vino de arroz de elaboración artesanal.

Vuelve a llenar mi taza. He tomado tés más delicados, exquisitos y con más matices, pero la hospitalidad de Bimala hace desaparecer cualquier atisbo de amargor que pudiera haber en su infusión. Ella también se sirve una taza y se sienta a mi lado. Mirando hacia las montañas, damos pequeños sorbos a las bebidas en silencio. De pronto la niebla nos envuelve. Vacío mi taza de porcelana, ya un poco desportillada. Bimala la llena otra vez. Levanto la taza para brindar, y la joven alza la suya.

Los bordes de las tazas entrechocan y Bimala vuelve a sonreír; es una bella y afable joven disfrutando un sencillo placer. De repente, la niebla comienza a elevarse y el sol aparece en el cielo. Pronto, la tierra está exhalando fumarolas de vapor. Esta vez yo también sonrío, y sigo bebiendo lo que sin lugar a dudas es la mejor taza de té que he probado jamás.

“Andrew McCarthy, tomado de National Geographic Tra
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