¿Perdonar para sanar?
El perdón no significa olvidar lo que sucedió o justificar la conducta del otro. Tampoco significa que debas reconciliarte o continuar una relación con alguien, más bien sirve de liberación propia.
Una amistad, un colega o un familiar ha traicionado tu confianza, se atribuyó el crédito de algo que tú hiciste, rompió una promesa o te falló enormemente. Quizá ya haya expresado remordimiento y un deseo de hacer las paces, pero tú sigues pensando: “¿Perdonar? ¡Claro que no!”.
Eso no es estoicismo, es necedad. Aferrarte a la ira y al resentimiento solo evita que superes lo que sucedió y sigas adelante con tu vida. O, como alguien dijo alguna vez: “Guardar rencor es como tomar veneno y esperar que muera la otra persona”. En otras palabras, el perdón es para ti.
El perdón no significa olvidar lo que sucedió o justificar la conducta del otro. Tampoco significa que debamos reconciliarnos o continuar una relación con alguien que nos ha hecho daño.
“Se necesita una enorme fortaleza de carácter para perdonar a alguien”, señala Jeanne Marie Laskas, columnista de Reader’s Digest. “Pero perdonar no significa hacer de cuenta que no sucedió. Eso equivaldría a ponerte como tapete”, dice la experta. “Cuando alguien te pisa, dices: ‘Ay’. Debes reconocer el dolor para darle a la otra persona la oportunidad de pedir perdón, y entonces poder decir: ‘Te perdono’”. Es ahí cuando puedes soltar el dolor, junto con toda la rabia y el resentimiento. Si eres capaz de rememorar la situación y recordar lo que aprendiste de ella, pero no sientes la ira o el dolor como lo hiciste cuando sucedió, significa que has logrado perdonar con éxito.
Puedes sentir la tentación de ocultar tu enojo o dolor, sobre todo si eso significa evitar una confrontación con la persona que te falló. Pero como reitera Laskas: “Tal vez el responsable no está consciente de que te hizo daño. Tú sientes una gran rabia, y la otra persona ni siquiera lo sabe”. Enfrenta a la persona para hablar de tu dolor, no de sus defectos.
“Dirígete a ella como te gustaría que hablaran contigo”, aconseja Laskas. Analiza cómo te hizo sentir el incidente, sin gritos ni insultos. De lo contrario, solo lograrás poner a la persona a la defensiva. Di lo que sientes, deja de hacerte la víctima y no te obsesiones con lo que pasó, con el responsable ni con tus fantasías de venganza.
Incluso después de haber expuesto los detalles de tu dolor, es probable que no obtengas la disculpa que estás buscando. Si decir “lo siento” no es lo que tiene en mente el responsable, “el perdón se vuelve un reto mucho mayor”, admite Laskas. “Si pides una disculpa y no la recibes, borra a esa persona de tu lista, pues se trata de una relación tóxica. Quizá la disculpa venga más adelante y puedas revaluar la situación”.
Según un informe de 2008 de la Clínica Mayo, aferrarse a un rencor parece afectar los sistemas cardiovascular y nervioso. En un estudio, las personas que se enfocaron en su resentimiento mostraron un ritmo cardiaco elevado, una presión arterial alta y un aumento en la tensión muscular. Cuando se les pidió que imaginaran dejar lo pasado en el pasado, los participantes dijeron sentirse más positivos y relajados. Se redujeron su presión sistólica y diastólica, bajó su ritmo cardiaco y disminuyó el nivel de estrés.
E incluso si no necesariamente puedes perdonar a esa persona, es importante encontrar un grado de aceptación para que no albergues negatividad inconscientemente. Puedes preguntarte qué aprendizaje obtuviste de lo que pasó y quedarte con ello como un rescate valioso de la mala experiencia.
Si de plano no puedes perdonar a alguien, pregúntate cómo puedes usar esa situación a tu favor para crecer y madurar, o cómo puedes mejorarte a ti mismo a partir de lo que te ocurrió. Así obtendrás algo positivo de esa mala experiencia y, aunque el perdón tarde o no llegue, podrás liberarte de la negatividad que te ata a lo ocurrido o a la persona que lo hizo.