Este árbol de unos 15 metros de altura es originario de América. En Colombia lo llaman cerezo criollo; en Guatemala capulín, cereza, cereza común o cereza silvestre; en Bolivia capulí y en Ecuador capulí o cereza negra. En Norteamérica lo conocen como cereza negra silvestre (wild black cherry) o cereza negra de montaña (mountain black cherry).
En México su fruto —pequeño, carnoso, negro rojizo en la madurez, de sabor agridulce y astringente— ha sido utilizado desde tiempos coloniales para el tratamiento de diarrea, amenorrea, pero, sobre todo, como antitusivo (que previene, reduce o alivia la tos). Para ello se cuece tanto la raíz como las hojas y se endulza con miel de abeja.
Además, en sitios como Morelos, Hidalgo y en el Estado de México se usa en arreglos y amuletos para protegerse del mal.
Actualmente el capulín es cultivado en cinco estados: Estado de México, Puebla, Veracruz, Ciudad de México y Jalisco. En 2018 se obtuvieron más de 220 toneladas de este fruto.
Los capulines son un alimento de fácil digestión. Generalmente se consumen crudos, pero también se puede consumir en mermeladas, jaleas, jarabes o bebidas alcohólicas.
A pesar del potencial económico y medicinal de esta planta, en México ha recibido poca atención científica y miles de toneladas son desperdiciadas cada año a pesar de ser una especie de amplia adaptación, con valor nutrimental y de remarcable sabor, aunque se espera que en un futuro se generen alimentos y bebidas a partir de este fruto, productos que podrían contribuir de forma importante en la prevención de enfermedades causadas por el estrés oxidativo.
La creciente preocupación por parte de la población y de los órganos públicos de salud con relación a la alimentación, podría ayudar a que el capulín sea comercializada en mayor volumen gracias a su efecto antioxidante, una respuesta necesaria y eficaz ante la creciente aparición de enfermedades relacionadas con el estrés oxidativo como diabetes, ateroesclerosis, hipertensión, osteoporosis y cáncer.
Cuando existe un exceso de oxidación aparece el estrés oxidativo. Existen infinidad de enfermedades relacionadas con el estrés oxidativo y la generación de radicales libres. Por eso, terapias antioxidantes y dietas ricas o enriquecidas con antioxidantes parecen prevenir o al menos disminuir el deterioro funcional orgánico originado por un exceso de estrés oxidativo.
Fuentes: Consejo Oaxaqueño de Ciencia y Tecnología, Instituto de Ciencias Básicas de la Universidad Veracruzana, Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Autónoma de Querétaro, Sistema Nacional de Información Forestal.
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