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El Cosmovitral, un mundo de luz y vegetación

Una edificación icónica del porfiriato que se convirtió en una obra de arte que convive con la naturaleza.

Dentro de un enorme palacio de cristal estilo art nouveau ocurre un espectáculo único en el mundo: una enorme figura humana que representa a un hombre convertido en Sol da la impresión de irradiar fuego gracias a la luz del astro rey que se filtra a través de los miles de cristales que la conforman.

Ese Hombre Sol, el encargado de recibir al visitante con la belleza de su significado plástico y filosófico, forma parte de la que, quizá, es la sección más conocida del Cosmovitral: una obra artística y botánica que se extiende por 3,200 metros cuadrados de superficie y cuya perfecta factura sorprende al mundo.

Contrastes

Toluca es un espacio de encuentros y desencuentros. Y para vivir esa premisa al máximo, nada como encaminarse hacia el Cosmovitral, ubicado en la plaza pública Ángel María Garibay, en pleno centro histórico de la capital del Estado de México.

Alrededor de la plaza se vive el trajín cotidiano que caracteriza a cualquier urbe: los bocinazos de los autos, los gritos de los vendedores ambulantes, el paso apresurado de los transeúntes y la algarabía de los niños que usan la plaza para volar papalotes. Entre todo este bullicio, el Cosmovitral se erige como un oasis citadino en donde solo se escucha el correr del agua que brota de las fuentes y los murmullos de asombro ante la majestuosa obra del pintor y escultor mexiquense Leopoldo Flores Valdés, quien concibió un palacio de cristal para dar cobijo a vegetación de todo el mundo.

La estructura, que actualmente sostiene 45 toneladas de vidrio soplado, 25 toneladas de cañuelas de plomo y medio millón de fragmentos de vidrio que se convierten en una narración multicolor de la creación del cielo y de la tierra, fue creada a principios del siglo XX para albergar un mercado. Su construcción fue ordenada por el expresidente Porfirio Díaz como parte del festejo conmemorativo del primer centenario de la Independencia de México. Pero, como dice el refrán, el hombre pone, Dios dispone, llega el diablo y todo lo descompone.

Así que la inauguración del mercado 16 de Septiembre se retrasó 23 años por el estallido de la Revolución Mexicana. Sin embargo, tras su inauguración, durante cuatro décadas fue un centro de comercio de gran importancia regional. “Llegaban autobuses de otros estados de la República con personas que iban a adquirir su despensa”, relata Gerardo Novo Valencia, cronista de Toluca.

Quizá su popularidad se debiera a que bajo ese edificio había de todo y para todos, pues en aquella época las ciénagas del río Lerma eran una extraordinaria fuente de productos alimenticios, lo que le permitía al mercado ofrecer ranas, acociles, pescado blanco, garzas y patos, entre otras mercancías. Además, como Toluca estaba rodeada de ranchos, haciendas y establos, la oferta de quesos, longanizas y chorizos era inigualable.

Cazuelas moleras y arroceras, jarros pulqueros y chocolateros, molinillos de madera, títeres y hasta sombreros de charro se vendían ahí. Pero su reinado terminó en 1972 tras el nacimiento del mercado Benito Juárez.

¿Qué uso darle al inmueble abandonado en pleno centro de la capital del Estado de México? Su destino era convertirse en un lugar en el que convivirían arte y naturaleza.

Leopoldo Flores, el artífice

El municipio mexiquense de Tenancingo es la cuna de Leopoldo Flores Valdés, un muralista reconocido internacionalmente. Este hombre, que durante una década perfeccionó su técnica en Francia, tardó un año en diseñar lo que se ha convertido en la postal más reconocida de Toluca en el mundo entero, así como su principal atractivo turístico.

El Cosmovitral es una síntesis de todas las dualidades. “Es una obra de contrastes: día y noche, vida y muerte, guerra y paz, creación y destrucción, aves canoras de bellos plumajes, pero también aves nocturnas carroñeras; el ser humano positivo que se eleva para desarrollar todas sus potencialidades y el ser humano víctima de sus propias pasiones, promotor de la guerra y la muerte”, detalla Novo Valencia.

Dichos conceptos sobre la vida fueron plasmados en papel y ahí esperaron cobrar vida. Para ello, el artista aprovechó los enormes ventanales que habían quedado del antiguo mercado.

Fue así como, entre 1978 y 1980, un grupo de 60 artesanos creó un increíble vitral con medio millón de cristales de 28 colores distintos. El 80 por ciento de este material fue importado de Europa; el resto procedía del territorio nacional.

México puede fabricar todos los colores, pero cada país crea una tonalidad especial, y el artista deseaba que cada color fuera extraído de su lugar de origen”, explica Diego Santiago, quien desde hace 18 años trabaja como guía en el Cosmovitral.

Siguiendo la ruta del Sol

Aunque puedes comenzar a admirar esta obra desde cualquier punto, Diego Santiago aconseja iniciar en el lado del edificio que da al oriente y terminar en aquel que queda hacia el poniente. “El artista tomó en cuenta la luz solar y orientó todo para poderla aprovechar”, explica. Por eso, cada equinoccio de primavera esta atracción recibe a quienes desean ver cómo el Hombre Sol plasmado en vidrio se ilumina desde los pies hasta la cabeza y su fulgor se proyecta abajo, creando un reflejo gigante de la tarde.

Ese espectáculo anual, que se engalana con un concierto de órgano, está considerado como el acontecimiento más importante de Toluca. Pero este evento, a decir de Diego Santiago, no es profeta en su tierra. “El 80 por ciento de la gente que visita el jardín botánico en el equinoccio es extranjera”, lamenta el guía.

Y para ilustrar tal circunstancia me cuenta que la explicación que él da, si la gente muestra interés, puede extenderse hasta por dos horas. El día que visité el Cosmovitral nadie preguntó nada, así que, tras una exposición de unos 15 minutos, Diego Santiago apagó su micrófono.

El trabajo de Eizi Matuda

Cuando termines de admirar el techo, donde está representada la bóveda celeste con las 12 constelaciones de la Vía Láctea, concéntrate en la increíble flora del jardín: la orquídea mexicana; el belén, de África; el cedro, de América del Norte; el clavo enano, de China y Japón, y la azalea, del Himalaya, son algunas de las 400 especies de plantas que habitan en el lugar y que son cuidadas con esmero por seis jardineros.

Pero como no solo se trata de admirarlas, sino también de apreciarlas y conservarlas, hay carteles que te informan, por ejemplo, que los cactus están en peligro de extinción o que la semilla del bambú tarda siete años en germinar porque durante ese lapso genera un complejo sistema de raíces que le permitirá sostener su crecimiento hasta la madurez.

En medio de la vegetación hallarás el busto de Eizi Matuda, un botánico originario de Nagasaki, la ciudad japonesa que sufrió el impacto de la bomba atómica. Fue él quien creó el herbolario estatal.

También te toparás con la estatua de un muy joven Leopoldo Flores Valdés, con el Árbol de la Paz y Comprensión Mundial, así como con una foto en la que aparecen Barack Obama, expresidente de Estados Unidos, Enrique Peña Nieto y Stephen Harper, ex primer ministro de Canadá: fue un recuerdo de su visita al Cosmovitral en el marco de la Cumbre de Líderes de América del Norte en 2014. Esta imagen es la favorita de los turistas, que se retratan con ella.

Antes de abandonar este sitio revitalizante, echa un ojo por los aparadores de recuerdos. Además de encontrar objetos con motivos del Cosmovitral, también podrás adquirir macetas con plantas carnívoras.

De vuelta al bullicio

Aprovecha que estás en el primer cuadro de la ciudad para recorrer los alrededores. Toma como punto de partida la Plaza Cívica o Plaza de los Mártires, llamada así porque ahí fusilaron a cien soldados insurgentes hechos presos durante la guerra de Independencia. Está flanqueada por los palacios de los poderes estatales, la catedral y el Palacio Municipal. En el centro, majestuosa, ondea la bandera nacional.

Para que tu visita a Toluca valga la pena tienes que recorrer sus Portales, los de mayor extensión en el país. La estructura —conformada por 120 arcos— se comenzó a construir en 1830, cuando la entidad se convirtió en la capital del Estado de México, pues antes ese título lo ostentaba San Agustín de las Cuevas, hoy Tlalpan, una alcaldía de la Ciudad de México. En ellos hay diferentes comercios, pero los más representativos son los de chorizo, licor de frutas, dulces y tortas.

Clásicos de Toluca

La Miniatura es un establecimiento que ostenta el siguiente letrero: “Visitar Toluca y no llevar una botella de moscos… equivale a ir a Acapulco y no bañarse en el mar”. En este pequeño negocio, ubicado en el portal Reforma, se vende una bebida original de la ciudad conocida como mosco, un licor de frutas creado en 1920 por Adolfo Almazán. Lleva ese nombre porque sus parroquianos se quedaban picados tras probarla.

Se vende en diversas presentaciones y el contenido alcohólico cambia en cada una: A para los jóvenes, AL para las damas, ALM para los varones y ALMA para las suegras y las gargantas aventureras, ya que alcanza una graduación de 54 por ciento. No te vayas de ahí sin observar los techos y paredes que están cubiertos con cientos de cajas de cerillos.

Visitar Toluca sin comerse una torta es un sacrilegio. La ciudad es famosa por este platillo relleno de casi cualquier ingrediente, pero destacan las de chorizo, de estopa —o carne deshebrada— y las de bombas, es decir, albóndigas. Degústalas en La vaquita negra del Portal, un negocio ubicado en esta zona, donde también se vende chorizo, producto típico de la región que se elabora con carne de cerdo molida y especias, pero cuyo toque único se lo otorgan el chile jaral, o ancho, y el vinagre.

Remata este recorrido gastronómico informal en la plaza Fray Andrés de Castro. Allí están las alacenas, locales que te permitirán realizar un recorrido fugaz por la historia de la dulcería, pues venden dulces de influencia prehispánica, como la alegría; de raíces africanas, como los limones rellenos de coco; el turrón, de origen español, y el alfeñique, una pasta de almendra muy popular en las ofrendas del Día de Muertos.

Con ese dulce sabor de boca, despídete de Toluca la Bella.

Juan Carlos Ramirez

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