El cuidado de la piel en invierno

Ah, el invierno. La estación de la piel seca, entre otras complicaciones potenciales: picazón, descamación, agrietamiento, sangrado, rosácea (enrojecimiento e inflamación) y aparición de eczemas.

Son muchos los motivos que explican estos fenómenos. En primer lugar, el aire es más seco debido a que las bajas temperaturas provocan la condensación de las moléculas de agua que forman hielo o nieve en lugar de permanecer en la atmósfera.

En interiores ocurre lo mismo por la calefacción. Las personas mayores deben extremar precauciones puesto que el daño del Sol y la reducción de la producción de aceites naturales aumentan el riesgo de resequedad.

Por suerte, existen muchas alternativas para neutralizar el impacto del invierno en la piel. Para comenzar, hay que modificar la rutina del baño. Aunque las duchas muy calientes resulten reconfortantes, arrasarán con los óleos naturales de la dermis. Mejor utiliza agua tibia, por periodos no muy prolongados, y aplica una cantidad generosa de crema humectante tras secarte.

Los productos espesos y grasosos son muy eficaces a la hora de combatir la pérdida de humedad del tegumento, típica de esta estación. “No obstante, quienes no toleraran tales sustancias debido a que obstruyen los poros o producen demasiado brillo, no deben resignarse”, asevera Bav Shergill, dermatólogo y vocero de la Asociación Británica de Dermatología. “Una crema humectante ligera puede brindar cierta protección”.

Cuando del cuidado de manos se trata, lavarlas con jabón a menudo es fundamental a fin de prevenir la gripe y otras infecciones; sin embargo, hacerlo las deshidrata. Siempre usa crema después de asearlas. Si eso no bastara, úntales vaselina antes de dormir; los guantes de algodón contribuyen a que el producto actúe durante la noche. Portar dichas prendas en exteriores también mitiga los efectos, pues la exposición a bajas temperaturas exacerba el daño en la piel.

Si eres propenso a padecer comezón o alergia estacional, evita el contacto directo con telas irritantes (la lana o las fibras sintéticas, por ejemplo). “La mejor solución es usar varias capas delgadas de ropa”, afirma Shergill. “La que queda directamente sobre el cuerpo puede ser de algodón o de una mezcla de este y seda; ambos tejidos parecen ser tolerados por la mayoría de la gente”.

Este método permite adaptarse con mayor facilidad a los cambios de temperatura a lo largo del día, conservar el calor corporal y evitar la sudoración profusa, lo que podría ocasionar prurito en una piel irritada.

Juan Carlos Ramirez

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