El macaco halla calor en la nieve invernal
El macaco halla calor en la nieve invernal Caminando cautelosamente en fila, por una ladera nevada al norte de Honshu, la isla principal de Japón, en un día de febrero, los macacos japoneses pisan...
El macaco halla calor en la nieve invernal
Caminando cautelosamente en fila, por una ladera nevada al norte de Honshu, la isla principal de Japón, en un día de febrero, los macacos japoneses pisan con cuidado sobre las huellas de su predecesor. El grupo se dirige hacia una zona cercana a la cabecera del valle, donde el vapor se alza tentadoramente desde las aguas termales enclavadas en la ladera.
Con evidente alivio, los macacos se deslizan poco a poco en el agua. Mientras el calor que bulle desde la profundidad del manto terrestre calienta sus cuerpos ateridos, comienzan a relajarse gradualmente.
El macaco japonés, único mono que vive en Japón, vive más al norte que el resto de los simios, en climas que van desde el agradable calor de las islas del sur de Japón a las heladas montañas del norte. No es fácil enfrentarse a las nieves invernales, aun envuelto en el espeso pelambre del macaco. Pero las aguas termales son la solución ideal para una parte de la población montañesa. Al calor de las aguas, estos animales pueden quedarse en las montañas durante el invierno, alimentándose de cortezas. Otros grupos del norte se ven forzados a desplazarse a tierras bajas en el invierno.
Los macacos son excelentes nadadores. Su brazada, similar a la de los perros, les permite cruzar los canales marinos que separan a las islas japonesas. Así, han colonizado casi todo el país. Los macacos jóvenes aprenden pronto a tirarse y bracear, jugando exuberantes juegos, estilo atrápame si puedes, en el agua.
El macaco japonés, una de las 16 especies de mono macaco, es conocido por su inventiva. En 1957, una hembra joven (bautizada como Imo por los científicos que estudiaban su manada) tomó un tubérculo y lo llevó a la orilla del mar, donde le lavó la arena que lo cubría.
Sus familiares y amigos tomaron su ejemplo, y se extendió en la manada el hábito de lavar tubérculos. Posteriormente, los animales adaptaron este comportamiento a otros alimentos como granos de trigo, que se ponían en la arena para ellos. Actualmente, años después de la muerte de Imo, tos miembros de la manada lavan regularmente tubérculos y grano: es el primer ejemplo documentado de animales distintos al humano que transmiten a otros de su especie una conducta recientemente adquirida.
Los macacos viven en grupos de hasta 40 animales, que típicamente están compuestos por cinco o seis machos, una docena de hembras y las crías. Cada grupo ocupa su propio territorio, de entre 8 y 10 km de bosque. Los macacos son mayormente vegetarianos, viviendo a base de frutas, flores, hojas y raíces de plantas de bosque. Buscan comida durante el día, y duermen en el primer árbol que encuentran cuando los sorprende el ocaso.
Los estudios de los grupos individuales revelan que todas las hembras del grupo están interrelacionadas: descienden de una sola matriarca, muerta mucho antes. Una hembra puede pedir a otra que la acicale, acercándole un hombro. Al reconocer la petición con un quedo arrullo, la otra macaco le acicala el hombro, peinando el pelambre metódicamente con movimientos de mano alternados, deteniéndose ocasionalmente para desenredar una maraña o para quitar basuras. Los macacos que forman estas amistades se alían cuando estallan peleas dentro del grupo o se defienden mutuamente contra un enemigo común. Si es necesario, las hembras aliadas pueden vencer aun macho más grande, como en el caso de que quiera quitarles un buen lugar de comida que hayan encontrado. Los macacos son muy locuaces y utilizan una gran variedad de llamados simples para comunicarse entre sí. Del mismo modo en que los humanos tienen diversos acentos, se sabe que las poblaciones de macacos de distintos lugares de Japón pronuncian el mismo llamado natural de formas distintas.
En el norte lejano es crucial que el apareo se haga en su momento preciso. Si se hace muy pronto, la cría nace antes de que la primavera dé su vegetación y la madre estará mal alimentada para proveer la suficiente leche para su infante. Si el apareo es tardío, el bebé debe pasar su primer invierno antes de desarrollar su pelambre impermeable.
Dado que los severos inviernos ponen a prueba la habilidad de sobrevivencia de los animales, el apareo ocurre entre diciembre y febrero, aunque en el cálido sur de Japón la época de celo tiene lugar de septiembre a marzo. Los bebés nacen seis meses después.
Generalmente la hembra da a luz a una sola cría. Al igual que el resto de los simios, un bebé macaco es capaz de trepar al pelambre de su mamá tan pronto como nace. Aferrándose con manos y pies, monta bajo el vientre de la madre siempre que ésta necesita salir a buscar comida. Normalmente la hembra da a luz en años alternados, pero si hay comida en abundancia, tiene crías todos los años.
En algunas partes de Japón, los macacos viven en templos o en sus proximidades. Los monjes y visitantes los proveen de comida abundante, lo que hace que estos grupos sean más numerosos que los que viven en los bosques. Algunos de los grupos de los templos pueden ascender a mil macacos o más. En estas apiñadas condiciones, los macacos son más agresivos y se relacionan de un modo inestable. Pelean, irritados, por invasiones menores a su espacio personal y son malhumorados.
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