Sus respuestas seguramente cambiarán tu manera de trabajar, jugar y amar.
Cuando tenía unos seis años, en una revista vi una foto de una joven mujer que le ofrecía un ramo de flores a un policía, el cual le apuntaba con un arma. Era una imagen antibelicista de los años 70.
Sumamente intrigada por la contradicción representada en la foto, le pregunté a mi madre qué significaba, y ella me explicó que la joven intentaba ganarse al policía con un gesto amable. Sus palabras exactas fueron éstas: “Contraataca con muchísimo amor”.
He pensado en esa frase muchas veces, en los momentos de confrontación, y jamás me he arrepentido de contraatacar con muchísimo amor.
Cheryl Strayed, novelista, ensayista y columnista, en Library Journal
Hace 24 años, cuando dejé de beber, un veterano de la recuperación me preguntó: “¿Cómo estás tratando al mundo hoy, Paulie?” Le contesté: “Querrás decir ‘Cómo me trata el mundo a mí’.”
Él replicó: “No, es justo lo que acabo de decir. No importa cómo te traten los demás; si tratas al mundo con afecto, cortesía y amabilidad, tu camino será más fácil”.
Paul Williams, músico, compositor y coautor del libro Gratitude & Trust
Tras haber emigrado de la ex Unión Soviética, mi familia y yo nos fuimos a vivir a un campamento de refugiados en Viena donde todo era incierto, precario y atemorizante. Eso no impidió que un día mi papá anunciara que visitaríamos la casa de la ópera de Viena.
Pensé que jugar a los turistas sería ridículo: no teníamos dinero, ciudadanía, ni hogar. “No sabemos si volveremos aquí algún día”, repuso papá. “La vida es corta. De nada sirve sentarnos aquí y lamentarnos por nuestros problemas”. Ahora me doy cuenta de que tenía razón.
Nataly Kogan, cofundadora y directora general de la empresa Happier, Inc.
Desde muy pequeño mis padres me enseñaron la lección más valiosa de mi vida: que uno debe escuchar a todo el mundo antes de formarse una opinión y expresarla. Cuando escuchas, aprendes; absorbes como una esponja.
Tu vida se vuelve mucho mejor que cuando sólo tratas de ser escuchado en todo momento.
Steven Spielberg, director, guionista y productor de cine
No me diagnosticaron dislexia sino hasta que cumplí 35 años. Aunque pasaba días y noches en la biblioteca de la universidad, sacaba sólo malas calificaciones. Doce de 13 escuelas de medicina me rechazaron.
Cuando estaba haciendo la residencia me decían que era el médico menos capaz, y me aconsejaban no especializarme en cirugía cardiaca. “No lo hagas”, me decían todos. Pero a veces los mejores consejos son los que no aceptas.
En lugar de escuchar a la gente que me pedía renunciar, le hice caso a una frase que hoy tengo escrita en un pequeño cartel sobre mi escritorio: “Lo que se puede concebir, se puede crear”.
Hace poco descubrí que se trata de una frase publicitaria de un auto de los años 80, pero me parece bien porque me recuerda que nuestros sueños deben ser elevados.
Doctor Toby Cosgrove, director general de la Clínica Cleveland
Hace unos años asistí a una conferencia de un orador brillante, Nido Qubein, quien señaló: “Si delante de ustedes está un verdadero experto, entenderán todo lo que diga; si no comprenden lo que dice, entonces no es un experto”.
A menudo, cuando no entendemos lo que dice alguien que afirma ser un experto, tendemos a culparnos por no entender. Ahora utilizo un filtro sencillo: interrumpo a la persona si lo que está diciendo no tiene sentido.
Julie Morgestern, organizadora profesional
Mientras mi madre y yo viajábamos en tranvía una mañana de sábado en el oeste de Filadelfia, le conté de lo mucho que me quería mi maestra de primer grado, la señorita Invernessy, y me jacté de ser su consentida. No sabía que la madre de mi maestra estaba sentada detrás de nosotras y que me oyó hablar.
El lunes, al final de las clases, la señorita Invernessy me hizo saber lo que su madre había escuchado, y con mucha vergüenza esperé un regaño.
Pero lo que recibí fue un consejo: “Lo importante es que te esfuerces para aprender, no para obtener mi aprobación. Si hacer las cosas bien es importante para ti, serás tu admiradora más leal y a la vez tu crítica más severa”.
Judith Rodín, profesora, filántropa y presidenta de la Fundación Rockefeller.
“Tú eres el promedio de las cinco personas con las que convives más”, me dijo un entrenador de lucha libre cuando cursaba el bachillerato. Nunca lo he olvidado.
Tim Ferriss, escritor, empresario y orador motivacional
Mi equipo de futbol americano de la secundaria acababa de ser apaleado. Nos habíamos enfrentado a un grupo de chicos andrajosos que vivían en un albergue del Ejército de Salvación en la ciudad de Oklahoma.
Todos usaban cascos distintos; algunos llevaban jeans, y el que se colocó frente a mí había trazado su número sobre la camiseta con cinta adhesiva. Pero cuando empezó el juego, ese chico me golpeó con tanta fuerza en el hombro izquierdo que todavía me duele cuando llueve.
Después del partido, mi padre me dijo: “Muchacho, acabas de recibir una lección sobre el poder del deseo. La diferencia entre los ganadores y los perdedores es que los ganadores hacen cosas que los perdedores simplemente no quieren hacer”.
Si en verdad anhelo algo, más vale que esté dispuesto a esforzarme lo necesario hasta lograrlo, sin importar lo difícil que resulte. Si no, un chico con un número trazado con cinta adhesiva en la camiseta podría hacerlo.
Phil MCGraw, psicólogo, escritor y conductor del programa de televisión Dr. Phil
Unas horas después del nacimiento de nuestro primer hijo, una monja que asistía en el hospital le dio a mi esposo este poema: Ten cuidado adonde vas, hombre joven, Ten cuidado con lo que haces. Dos pequeños ojos te observan ahora, dos pequeños pies te estarán siguiendo.
Es fácil olvidar que esos pequeños ojos absorben cosas que podrías transmitirles sin conciencia de ello; por ejemplo, cómo se tratan papá y mamá, o la frecuencia con que dices por favor y gracias durante el día, o si obedeces las señales de tránsito. Los niños pueden parecer indiferentes, pero siempre están observando.
Paula Spencer, periodista, escritora y oradora motivacional, en Woman’s Day
Tenía tres hijos pequeños, estudiaba un doctorado y consultaba a una psicoterapeuta. En la primera sesión ella me preguntó: “¿Cuándo fue la última vez que leyó por diversión?” Por la tarde compré un ejemplar de Parque jurásico y leí toda la noche.
La pregunta de la psicóloga se volvió un elemento clave de mi carrera como coach de vida y escritora de libros de autoayuda. Inyecta diversión a cualquier área de tu vida que carezca de ella. Todo puede cambiar.
Martha Beck, socióloga, coach de vida y escritora
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