El ninja del optimismo

¿Cómo se supera una infancia difícil y un diagnóstico de cáncer? Lo que Jim Willett hizo fue ponerse a correr, concentrarse en lo positivo y contagiar esa actitud a los demás.

En persona, Jim Willet no parece un ninja en absoluto. Es corto de estatura, un poco desgarbado y tiene una pequeña barriga; es decir, es un hombre común. Pero en el mundo de las carreras extremas, en el cual hasta los espectadores lucen los brazos completamente tatuados y usan zapatos de colores fosforescentes, Willett destaca tanto por lo que no es como por lo que es.

“Hay muchos tipos que son más rápidos que yo, y otros que pueden correr distancias mayores. Correr no es precisamente lo que me distingue como persona”, dice este hombre de 41 años mientras me conduce hasta el sótano de su casa, en el norte de Toronto, Canadá, donde la ropa de corredor se apila en montones sobre una caminadora. “Corro porque me gusta ver de lo que soy capaz física y mentalmente, y porque me gusta compartir mis hallazgos y vulnerabilidades con el mundo”.

Willett, quien es conocido como “el Ninja del Optimismo”, es el afable genio creador de la Revolución del Optimismo, una comunidad de redes sociales cuyo mensaje de positividad, “¡Tú puedes lograrlo!”, le ha valido más de 240,000 “Me gusta” en Facebook, más que otras figuras canadienses como las cantantes K. D. Lang y Jann Arden. En los círculos atléticos Willett es famoso por haber recorrido a pie los 890 kilómetros del sendero Bruce Trail de Ontario en un tiempo récord de 10 días, 13 horas y 57 minutos, con el cual recaudó dinero para la Sociedad de Parques y Reservas Naturales de Canadá. También ha completado ultramaratones extenuantes en Islandia y en China.

Aunque estos logros son notables, resultan más impresionantes cuando uno ve la sinceridad con que Willett revela sus temores y dudas ante las masas en Internet, y cuando uno se entera de que hace cinco años le diagnosticaron cáncer de colon.

Para Kathy Sharpe, quien es pareja de Willett desde hace mucho tiempo, la historia del Ninja del Optimismo es asombrosa. Conoció a Jim en 2005, cuando era un modesto entrenador personal. Las probabilidades de que se convirtiera en una sensación en la Red eran casi nulas, aunque, dice ella, tampoco era imposible. “Jim es una persona reservada, así que verlo compartir su historia ha sido tremendo, un fenómeno”, señala Kathy. “Siempre ha sido un hombre genuino, y en eso reside el encanto de su blog: no hay cosas ocultas en él”.

 

Toda carrera pedestre de más de 50 kilómetros de distancia por lo común se considera un ultramaratón, y participar en una de ellas supone un esfuerzo peligroso. Como las amenazas van desde un enorme desgaste físico y las inclemencias del tiempo hasta el riesgo de toparse con osos negros, poseer fortaleza mental es casi tan importante como tener un cuerpo fuerte. Sin embargo, el Ninja del Optimismo publica videos, fotos y poemas que proyectan vulnerabilidad. “Ser fuerte no significa no caer, sino cómo se levanta uno de la adversidad”, dice una publicación de Jim en Facebook. “Me siento más cómodo cuando estoy incómodo”, reza otra.

Sarah Rogers, de 37 años, lloró la primera vez que vio Da un paso más, un video narrado por Willett sobre la supervivencia a través del optimismo. “Que Jim corra no es lo que me resulta inspirador, sino lo que logra corriendo”, dice Sarah, quien acudió a Willett para que le ayudara a fortalecer los músculos después de dar a luz y a superar la depresión posparto. “Jim cree que, en este mundo donde tenemos tan poco control, el optimismo puede darnos el poder de conformar, al menos hasta cierto punto, nuestras experiencias”.

Willett no siempre fue un corredor, ni tampoco un optimista. Su infancia fue difícil: cuando tenía seis años su padre sufrió una lesión cerebral que le dejó como secuelas desmayos frecuentes, confusión mental y escaso control de impulsos. La hermana mayor de Jim tuvo su primer hijo a los 16 años de edad, y cuando Willett cursaba el bachillerato sus padres se divorciaron. Hoy día mantiene una relación cercana con su madre, pero no confía mucho en su padre, a quien describe como “un vagabundo”.

“Mi padre tiene un largo historial como infractor, y hasta la fecha sigue metiéndose en problemas con la ley”, señala. “Sin embargo, no lo culpo de ninguno de mis propios problemas. Uno puede hacer que la cosa más pequeña se vuelva grande, o que algo grande le proporcione a uno poder. La persona que soy no es consecuencia de que mi padre esté en el lado equivocado de la ley”.

Al igual que su infancia, la vida adulta de Willett no ha sido fácil. En 2010 le diagnosticaron cáncer de colon; la enfermedad se originó en los intestinos y luego se extendió al sistema linfático. Para hacerle frente, Jim empezó a correr. Y de qué manera. “Quería poder hacer algo que nadie me enseñara”, cuenta. “Me gustó la idea de ponerme los tenis y simplemente salir a ser libre”. En el momento en que le diagnosticaron el cáncer se estaba preparando para correr un medio maratón (21 kilómetros). Cuando terminó la quimioterapia, se inscribió en un ultramaratón de 250 kilómetros y siete días de duración en el desierto de Gobi, en Asia central, una de las competencias deportivas más desafiantes del mundo.

“Físicamente, sentí que había empezado la carrera a un ritmo demasiado rápido”, comenta Willett sobre la prueba. Decir que el ultramaratón se llevó a cabo en condiciones extremas es quedarse corto: las temperaturas en el desierto de Gobi pueden llegar a los 50 °C. Jim sabía que tenía la voluntad de terminar, pero la manera como iba a terminar cambió un día en que encontró a una competidora tendida en el suelo en una tienda de auxilio médico en el noroeste de China. Willett le roció el cuerpo con su botella de agua para refrescarla, y luego compartieron juntos unos momentos de tranquilidad. “Fue entonces cuando descubrí que podía ganar mucho no enfocándome en mí mismo, sino en ayudar a alguien más a terminar la carrera”, refiere.

 

En 2012, 18 meses después de que Willett empezó a dedicarse en serio a las carreras de larga distancia, a su madre le diagnosticaron cáncer mamario. Escribir ayudó a Jim a sobrellevar la situación. “Mi blog comenzó como un diario; plasmar mis sentimientos en él resultó muy terapéutico”, recuerda. “Me dio perspectiva. Ninguno de nosotros está exento de enfermar, así que hay que aprovechar al máximo cada momento. Para mí, eso significaba ser genuinamente honesto y vulnerable”.

La madre de Willett, Holly Knowlton, de 62 años, recibió tratamiento, y desde enero de 2013 se ha mantenido libre del cáncer. Ella, a su vez, ha sacado fuerzas de la evolución de la actitud de su hijo en los últimos años. “Cuando le diagnosticaron cáncer, Jim no quería que nadie lo supiera; se empeñó en mantenerlo en secreto”, cuenta Holly. “Luego, empezó a darse cuenta de que podía vencer el cáncer y usar su experiencia para ayudar a otras personas. Me acompañó en todas las sesiones de quimioterapia, y estuvimos de acuerdo en que da miedo, pero hay que pensar positivamente. No es nada fácil, pero Jim es obstinado. Siempre lo ha sido”.

Tras la recuperación de su madre, Willett echó mano de esa obstinación para hacerse cargo de un club de corredores patrocinado por la empresa Mountain Equipment Co-op. Gracias a su carácter sereno pero voluntarioso, fue allí donde floreció su reputación como “ninja”.

Patrick Voo, un especialista en soporte técnico y ex pastor religioso de 44 años, ha corrido junto con Willett desde 2013. “Jim parece un hombre ordinario”, dice Patrick, “pero cuando te enteras de lo que hace, de todo lo que ha sido capaz de superar, te impresiona mucho”. Cuando Patrick se inscribió en una carrera de 56 kilómetros el año pasado, Willett se ofreció a correr con él.

Fue una decisión afortunada. Durante la competencia, a Patrick se le acalambró una pierna y sufrió una caída abrupta de la presión arterial, dos efectos secundarios muy desagradables pero nada sorprendentes de someter el cuerpo a los rigores de un ultramaratón. Willett sabía que, con un poco de descanso y agua, su amigo podía recuperarse. Y, en efecto, con el aliento de Jim y el auxilio de los socorristas de la competencia, Patrick terminó la carrera.

El talento de Willett para reanimar espíritus ha cautivado a mucha gente, tanto en persona como a través de Internet, y diversas empresas hoy día le están prestando atención. El Ninja del Optimismo ahora es embajador de Mountain Equipment Co-op, donde ayuda a supervisar las carreras que patrocina, y de la marca Brooks, cuyos tenis usa durante los entrenamientos. Jim no recibe paga alguna por realizar estas tareas; como compensación Brooks le proporciona zapatos, y Mountain Equipment Co-op, una subvención para viajar.

Hay quienes dicen que esas empresas se benefician más que Willett con los convenios que tienen. “La visión que Jim tiene de las cosas es extraordinaria, y la forma en que inspira a las personas a vivir plenamente es, en mi opinión, incomparable”, dice David Cavasin, coordinador de mercadotecnia de la compañía Brooks, quien consiguió el patrocinio para Willett. “No dejó que su lucha contra el cáncer lo detuviera. Creo que, de hecho, lo ayudó a convertirse en el hombre que estaba destinado a ser”.

 

Ansioso por ver cómo el Ninja del Optimismo se desempeñaría ante un grupo de corredores novatos, invité a Willet a una clínica del centro de Toronto donde imparto clases. El grupo, reunido una helada tarde de mediados de diciembre para una carrera de entrenamiento a orillas del lago Ontario, estaba a cinco meses de competir en su primer maratón, y los jóvenes tenían miedo: completar esta prueba puede llevar más de cinco horas, si todo sale conforme a lo previsto. De pie delante de ellos, Willett se movía nervioso. Por lo general los oradores cuentan historias de guerra de pueblos antiguos, pero nunca mencionan una carrera atlética. Jim hablaba en voz baja, un poco encorvado y mirando sus zapatos. Parecía todo menos un guerrero. ¿Dónde estaba el ninja reservado pero combativo? Luego, sin alzar la voz, les dijo a los aspirantes a maratonistas que, pasara lo que pasara, debían apreciar la oportunidad que tenían de hacer algo fuera de lo común.

“Salir a hacer lo que nunca han hecho es, por decir lo menos, una experiencia auténtica; o bien, puede cambiarles la vida”, expresó. “Las cosas parecen intimidantes hasta que las hacemos, pero ustedes tienen una ventaja: podrán conocer sus límites muy pronto. Yo tuve que vencer al cáncer para conocer los míos”.

Cuando estaba cerca de llegar a la meta en su épico ultramaratón por el desierto de Gobi en 2011, Willett se detuvo un par de minutos para enterrar su catéter de quimioterapia en la arena ardiente. Sabía que el cáncer podía reaparecer, que algún día podría necesitar otro delgado tubo de plástico que le suministrara medicamentos a través de una vena, pero, por el momento, él llevaba la batuta: era hora de sepultar el pasado.

Sin embargo, el pasado da forma a todo lo que este hombre hace. Desde las dificultades de su infancia y su lucha contra el cáncer hasta la enfermedad de su madre, Willett es la suma de sus experiencias. Correr le permitió encontrar algo que le pertenecía, un afán al que podía consagrarse, y escribir un blog le permitió aprender —y transmitir a otros— lo que nadie le había dicho nunca a él: que la forma de interpretar cada momento depende de uno mismo, que cada revés deja una enseñanza y que hay que abrazar la vida con todos sus altibajos.

“Jim parecía agradecido por haber tenido la oportunidad de correr”, dijo un miembro de mi grupo de corredores después del entrenamiento de aquel helado día de diciembre. “Iba adelante de mí, pero de pronto dio media vuelta, corrió en mi dirección y me animó. Tenía una sonrisa enorme dibujada en el rostro”.

Willett no da la impresión de ser un guerrero poderoso, pero como Ninja del Optimismo tiene una fuerza arrolladora y un espíritu invencible.

 

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