El nombre adecuado
Era el primer día de clases de mi hijo Ben, de tres años, y su maestra le preguntó cómo solía llamarlo yo en casa: Ben, Benjamin o Benji.
—¡Mi mamá me dice Pequeño Diablillo! —exclamó el niño, lleno de emoción.
Amber Jacobs, Canadá
El regalo más hermoso que he recibido en la vida es una caja que me dio mi hijo, Cal. Cuando la abrí, noté que estaba vacía, así que, extrañada, le pregunté si había olvidado poner algo dentro.
El pequeño contestó:
—No, mami, ¡la caja está llena de besos míos que puse allí!
Lo abracé y le ofrecí disculpas. ¡Su ternura me alegró el día!
Vanessa Smith, Reino Unido
A mi nieto Sam, de ocho años, una tía suya le preguntó por teléfono quién iba a darle clases de guitarra en el siguiente año escolar. El niño volteó a ver a su mamá para obtener la respuesta, y ella, con un susurro apenas audible, le dijo:
—Unos profesores itinerantes.
Entonces el pequeño respondió en el auricular:
—Unos profesores pedantes, tía.
Emma Sterry, Canadá
Cierta vez mi nieto Sam, de cuatro años, me preguntó:
—Oye, abuelita, ¿cuándo es tu cumpleaños?
—El 31 de octubre —le contesté—. ¡El mismo día del Halloween!
—Entonces… ¿eres una bruja? —quiso saber el pequeño, lleno de curiosidad.
Me tomé un momento para pensar bien mi respuesta. Después de todo, quizá existan brujas buenas.
—Así es, querido, ¡soy una bruja! —exclamé con una sonrisa.
El niño salió a jugar, pero se notaba pensativo. Unos minutos después, regresó a la casa.
—Abuelita —dijo—, hay un palo de escoba en el cobertizo, el que usa mi abuelito para barrer las hojas del jardín. Si me pongo el casco que uso para montar bicicleta, ¿me llevarías a dar un paseo?
Christabel Milner, Reino Unido
Un sábado, cuando mi hija Rebekah tenía tres años, salimos a dar un paseo y le compré un helado. Naturalmente, se embadurnó toda la cara y yo no tenía con qué limpiarla. Cerca de ahí había un mercado, así que dejé a la niña con su papá y corrí hasta un puesto que vendía rollos sueltos de papel higiénico.
Después de pagarle, el empleado me preguntó si quería una bolsa. Sin pensarlo, respondí:
—No, gracias, voy a usarlo ahora mismo —y apresuradamente empecé a desenvolver el rollo.
El dependiente me miró a los ojos y en tono malicioso dijo:
—No creo que sea buena idea, señora. Podrían arrestarla.
Entonces me di cuenta de la tontería que había dicho, y preferí reírme junto con otros compradores que habían escuchado todo.
Kaye Richards, Reino Unido
Mi hijo pensaba que su padre era demasiado estricto con él.
Un día me dijo:
—Si eliminaran la palabra “no” del idioma, ¡papá se quedaría mudo!
Anna Hammett, Reino Unido
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