En el mes en que México celebra el aniversario de la Revolución, vale la pena recordar que la historia también se escribe con sonidos. Entre ellos, pocos son tan entrañables como el del organillo, ese instrumento que, durante más de un siglo, ha acompañado las calles, plazas y desfiles del país. Su música mecánica, melancólica y profundamente humana forma parte del paisaje sonoro de un México que renació tras el movimiento revolucionario y que aún hoy palpita en su memoria colectiva.
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Antes de las bocinas portátiles o las listas de reproducción digitales, el organillo marcaba el ritmo de la vida urbana. Sus notas, capaces de detener el paso de los transeúntes, llenaban de emoción las serenatas, las ferias y las fiestas populares. En sus melodías se mezclaban la nostalgia y la esperanza de una nación que buscaba identidad en las primeras décadas del siglo XX.
De Europa a las calles de México
El origen del organillo se remonta a Europa del siglo XIX, cuando surgió como una versión portátil del órgano. Aunque fue inventado en Alemania y perfeccionado por fabricantes italianos, encontró en México un hogar permanente y un nuevo significado. Hacia finales del siglo XIX, la Casa Wagner y Levien, fundada por inmigrantes alemanes, comenzó a importar los primeros organillos neumáticos al país.
Pronto, los mexicanos adoptaron el oficio con entusiasmo. Los organilleros, con su característico uniforme beige y gorra de capitán, se convirtieron en parte inseparable del paisaje citadino. Con una mano en la manivela y la otra en el corazón, llevaban la música a cada rincón, transformando las calles en escenarios vivos de cultura popular.
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Durante el Porfiriato, las cajas musicales interpretaban valses y piezas europeas como Sobre las olas o Vals poético. Pero con la llegada de la Revolución Mexicana, el repertorio cambió. El pueblo hizo suya la música, y el organillo comenzó a sonar con corridos y canciones patrióticas como La Adelita, La Valentina o México lindo y querido. A partir de entonces, el instrumento se convirtió en un símbolo de resistencia, identidad y memoria colectiva.
Un eco que se niega a desaparecer
Aunque el número de organilleros ha disminuido con los años, su legado sigue vivo. Sus melodías rescatan un fragmento de la historia nacional, evocando a compositores como Quirino Mendoza (Cielito lindo), Rubén Fuentes (La Bikina), José Alfredo Jiménez (Ella) o Juan Gabriel (Amor eterno).
Incluso hoy, el sonido del organillo continúa renovándose. En 2024, la cantautora Denisse de Kalafe donó a los organilleros de la Ciudad de México la partitura original de su canción Señora, señora, para que su eco maternal resonara también en las plazas del país.
El oficio del organillero ha sido reconocido como parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Ciudad de México, un gesto que busca proteger y dignificar una tradición que sobrevive entre generaciones y que mantiene viva la conexión entre música, historia y comunidad.
El sonido del pasado en Odisea México
Hoy, esa herencia vuelve a resonar en Odisea México, la experiencia inmersiva ubicada en Plaza Carso, donde un organillo auténtico recibe a los visitantes en la sala Coyoacán, un espacio dedicado a la esencia cultural y artística del emblemático barrio. Allí, los asistentes pueden escuchar su sonido en manos de un organillero, observar su delicado mecanismo y, si lo desean, girar la manivela para experimentar cómo se genera su peculiar música.
La presencia del organillo en Odisea México rinde homenaje a un símbolo de identidad urbana y celebra el valor de las tradiciones que siguen dando ritmo a la vida del país. En el marco del aniversario de la Revolución Mexicana, este instrumento recuerda que la historia no solo se cuenta: también se escucha. Acerca este oficio centenario a nuevas generaciones y mantiene vivo un sonido que marcó la vida del México posrevolucionario, hoy parte del patrimonio cultural sonoro nacional.
Los visitantes pueden recorrer las 25 salas de Odisea México de lunes a domingo, de 10:00 a 18:00 horas.
Con motivo del Buen Fin, los boletos estarán disponibles a $199.00 en compra en línea, del 13 al 17 de noviembre, con opción de visitar la experiencia entre el 14 y el 30 de noviembre.