El perro que esperó 14 años junto a la tumba de su amo (y no es Hachiko)

La fidelidad es un término que utilizamos para destacar valores como la lealtad, el compromiso o la confianza. Aunque a menudo flaquea en las relaciones humanas, es en los animales, y en particular en los perros, donde esta virtud se manifiesta de manera incondicional.

Algunas historias de lealtad canina parecen salidas de una película, pero la de Greyfriars Bobby, un pequeño Skye Terrier de Escocia, fue completamente real. Su amor por su amo lo llevó a permanecer catorce años junto a su tumba, sin importar la lluvia, la nieve ni el paso del tiempo. Un ejemplo de lealtad que convirtió a este perro en una leyenda mundial.

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¿Quién fue Greyfriars Bobby?

Bobby fue el inseparable compañero de John Gray, un vigilante nocturno de la ciudad de Edimburgo. Su profunda amistad se forjó mientras Gray patrullaba las frías calles de la ciudad, hasta que la tragedia los separó: Gray murió de tuberculosis en 1858.

John Gray fue enterrado en el Cementerio Greyfriars (de ahí el sobrenombre de Greyfriars Bobby). Desde entonces, el perro se negó a marcharse. Se instaló junto a la tumba de su amo y ahí permaneció, día y noche, durante catorce años.

Su comportamiento inusual no tardó en llamar la atención de los ciudadanos de Edimburgo. Los escoceses se dirigían al cementerio para cuidarlo y llevarle alimento, ya que Bobby se negaba a dejar el sitio donde yacían los restos del policía difunto. Pasaba el día y la noche acostado frente a la tumba, sin importar el frío o la lluvia.

La fama de Bobby no solo atrajo cariño, sino también un problema legal. En 1867, el gobierno de Edimburgo tomó la decisión de sacrificar a todos los caninos que no tuvieran dueño, es decir, a los perros callejeros.

Para evitar que Bobby fuera sacrificado, el Lord Provost de Edimburgo, Sir William Chambers, mandó a hacer un collar y una placa especialmente para él. Gracias a esta noble acción, Bobby se convirtió legalmente en un perro de la ciudad y pudo continuar con su vigilia sin ser molestado.

No es el único: Otros perros que amaron sin condiciones

La increíble historia de Greyfriars Bobby no es un caso aislado. A lo largo del mundo existen otros relatos de perros cuya fidelidad sobrepasa los límites humanos, demostrando que la lealtad no entiende de fronteras ni de tiempo:

  • Hachiko (Japón): Este famoso Akita esperó durante casi diez años en la estación de tren de Shibuya a que su dueño, el profesor Hidesaburō Ueno, regresara, aun después de que este falleciera. Su estatua es hoy uno de los símbolos más visitados de Tokio.
  • Capitán (Argentina): Un perro mestizo que, tras la muerte de su dueño, caminó kilómetros hasta encontrar su tumba y vivió en el cementerio de Villa Carlos Paz durante más de una década.
  • Canelo (España): Este perro gaditano esperó 12 años en la puerta de un hospital, sin moverse, aguardando a su dueño que, al igual que los demás, nunca salió.

Estas historias, como la de Bobby, nos recuerdan que el amor de un perro es único y desinteresado. Una lección de lealtad que inspira a generaciones enteras.

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El legado que vive en Edimburgo

La figura de Bobby continúa siendo un ícono cultural de Escocia.

  • Estatua en Edimburgo: Frente al Puente George IV, se erigió una escultura en su honor. La tradición local dice que tocar la nariz de Bobby trae buena suerte.
  • Memorial en Greyfriars: Un monumento en el cementerio mantiene viva su memoria y recibe flores frescas cada día, recordando su devoción.

Visitar el cementerio Greyfriars Kirkyard en Edimburgo es hoy un viaje al corazón de la fidelidad. Allí, entre lápidas y flores, vive la historia de un perro que nunca olvidó a su dueño y que enseñó al mundo entero qué significa la palabra lealtad incondicional.

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