¿Lo Sabías?

El poder de las palabras: Lo que dices y cómo lo dices

Las palabras tienen un poder increíble.

Hay estudios y experimentos que han demostrado que las palabras tienen un gran efecto hasta en elementos inanimados como el agua y el arroz, y sobre seres vivos como las plantas. Ahora imagina su poder cuando se dirigen a un animal, y especialmente a una persona que es plenamente capaz de comprender su significado e intención.

Por esta razón, es muy importante que siempre seas consciente de lo que dices. Porque las palabras pueden cambiar los estados de ánimo de las personas, hacerlas sentir seguras o inseguras y afectar sus emociones, actitudes y comportamientos tanto a corto como a largo plazo. 

No solo lo que dices importa, sino también cómo lo dices. El tono de tu voz, el lenguaje corporal y el contexto en el que dices las cosas pueden afectar la forma en que las personas las interpretan.

José Saramago, premio Nobel de literatura (1922-2010) , dijo en un discurso de 2004 que las palabras no son ni inocentes ni impunes. “Hay que decirlas y pensarlas en forma consciente”. Y tiene mucha razón pues las palabras tiene un gran poder que puede impactar en nuestra salud y bienestar.

Las palabras tienen el poder de crear y de destruir

Así que siempre piensa antes de hablar y pregúntate si lo que vas a decir es algo constructivo, si la persona que recibirá tus palabras obtendrá algo benéfico de ellas. De no ser así, si lo que piensas externar verbalmente puede generar efectos negativos en tu interlocutor, lo mejor es que guardes silencio.

Lo que para nosotros puede suponer un comentario sin importancia, la otra persona puede recibirlo como una flechazo. Si supiéramos el valor real que posee cada palabra que pronunciamos, las mediríamos una a una. Como afirman algunos grandes sabios: “las palabras tienen más poder que las espadas”. Una espada puede cortar, pero una palabra puede romper un corazón.

Las palabras que recibimos dejan huella en nosotros, pero también la dejan las que decimos. Igual que hemos hablado de un profundo daño por las palabras escuchadas, también las que pronunciamos pueden dejarnos sentimientos muy intensos, como la culpa (en negativo) o el orgullo (en positivo). De manera que no, las palabras no se las lleva el viento. Algunas incluso ni un huracán.

Los niños también comprenden

Esto aplica en especial si tienes hijos, porque su conciencia y su autoestima están en formación, están en una etapa en la que todo lo absorben con mayor facilidad, de modo que lo que les digas se les quedará grabado y afectará su desarrollo y sus relaciones futuras. 

Lo mejor es que reconozcas continuamente sus fortalezas, que les hagas saber que los quieres y que te enorgulleces de ellos. Y también que les hagas ver sus errores o debilidades con tacto, respeto, sutileza y, sobre todo, con amor.

Cuida también lo que te dices a ti mismo

Pero no sólo debes tener cuidado con las palabras que le diriges a los demás, sino también con las que te dices a ti mismo. Muchas veces puedes ser tu peor juez y eso debe cambiar, porque todo lo negativo que te dices se queda en tu inconsciente y afecta tus emociones y bienestar.

Empieza a ser más compasivo y amable contigo mismo. Reconoce tus puntos positivos, halágate y felicítate por ellos, y en vez de criticarte por lo que consideras tus defectos, empieza a decirte cosas lindas cuando te mires al espejo. Seguro notarás un cambio cuando te quieras más y te trates mejor.

Reeducando nuestro vocabulario

A medida que crecemos y maduramos, podemos perder nuestra inocencia y nuestra capacidad para ver el mundo con optimismo. Esto puede llevarnos a dudar de nosotros mismos, a ver lo negativo y a desconfiar de los demás.

Por ejemplo, una pregunta como “¿No hay comida?”, a primera vista puede parecer igual que “¿Hay comida?”. Sin embargo, la primera pregunta ya condiciona nuestra mente a pensar que no hay comida. Esto puede conducir a afirmaciones negativas como “Soy pobre”, “No tengo”, “Soy incapaz” o “Ni siquiera lo intentaré”.

Las palabras son poderosas y pueden tener un impacto significativo en nuestra vida. Si decimos “No puedo”, es probable que no podamos. Sin embargo, si decimos “¡Sí puedo!”, también es probable que logremos lo que nos proponemos.

A las palabras NO SE LAS LLEVA EL VIENTO, quedan enganchadas en nuestra mente y en nuestro corazón y así van dirigiendo nuestra vida, por el camino que le vamos indicando. Las palabras construyen realidades externas e internas y eso, es algo que debemos tener muy presente el día día.

Es importante ser consciente del poder de las palabras y usarlas de manera responsable tanto para los demás como para lo que nos decimos a nosotros mismos.

Con información de Harmonia.la y La Mente es Maravillosa

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