El juego es una tarea del desarrollo, un proceso de exploración y experimentación del mundo. En él, los niños confrontan situaciones que simulan la vida real y, al representar papeles, adquieren habilidades para dominar tales situaciones. A través del juego se preparan para entrar al mundo de los adultos y, al mismo tiempo, aprenden habilidades fundamentales para la vida.
Las investigaciones demuestran que el juego estimula el cuerpo y el cerebro, y que es el mejor de los recursos para facilitar el aprendizaje. La creatividad y la imaginación son las capacidades que más se benefician con el juego, pero a través de éste también se desarrolla el potencial emocional, físico y social del niño.
Para que una actividad pueda considerarse un juego debe tener las siguientes características:
Con el incremento del poder adquisitivo en muchas partes del mundo, y las grandes existencias de juguetes y juegos infantiles, algunos padres cometen el error de comprarles demasiados juguetes a sus hijos, pues creen que hacen lo mejor por ellos.
Lo cierto es que la cantidad de juguetes nunca superará a la calidad. Concéntrate en unos cuantos que sean un reto para tu hijo, tomando en cuenta su nivel de desarrollo.
No deseas que tu hijo se habitúe a tener muchos juguetes porque esto lo hará perder el interés en ellos y dejará de hacerles caso. Una técnica útil para mantener su interés consiste en rotar de vez en cuando los juguetes que pongas a su disposición. Así tu hijo no se aburrirá con un juguete en particular. Ofrécele también diferentes combinaciones de juguetes.
Antes de elegir un juguete, considera las necesidades específicas de tu hijo, como grado de desarrollo, gustos e intereses. Sobre todo, recuerda su estilo de aprendizaje, guía principal en la determinación de cuáles son los juguetes más recomendables.
Los juguetes son las herramientas más importantes del juego. En general, el juguete ideal debe balancear las habilidades del niño con la posibilidad de que aprenda nuevas destrezas. La edad del niño puede orientarte al escoger un juguete, pero también necesitas ser congruente con el nivel de desarrollo de tu hijo.
El propósito de los juguetes educativos es ofrecer a los niños más y mejores oportunidades de aprender. Mediante el juego y los juguetes, se les ayuda en las capacidades que necesitan mayor estímulo, así como en sus destrezas más desarrolladas.
Un juguete puede estimular cierta habilidad o área de desarrollo del niño, al tiempo que lo ayuda a evolucionar en otros aspectos.
El valor de los juguetes reside en que los niños aprenden mejor por medio de actividades interesantes que representan retos, sin que sean demasiado difíciles. Cuando los niños concluyen con éxito una actividad, se sienten motivados a repetirla o realizarla de forma más complicada, y así aprenden nuevas habilidades.
Los niños necesitan juguetes variados que estimulen todos sus sentidos, y lo mejor es que aprendan mediante estímulos específicos.
Algunos juguetes deben tener rasgos particulares para que el niño pueda observarlos, tocarlos y analizarlos, y así entender conceptos como rápido y lento, ligero y pesado, grueso y delgado. De este modo basará su aprendizaje en la experiencia y en las explicaciones que le den los adultos.
La oportunidad de jugar en distintos ambientes es enriquecedora. Si puedes, proporciona al niño juguetes para actividades al aire libre y otros para actividades en interiores. Jugar al aire libre le permite explayarse con más libertad que dentro de casa.
Al aire libre puede correr sin obstáculos, desarrollar fuerza y habilidad para patear o lanzar una pelota, y también su habilidad para trepar. Aunque el tiempo no siempre sea el mejor, es importante que los niños jueguen fuera con frecuencia.
Los juguetes educativos contribuyen al desenvolvimiento social, físico y mental del niño, pero tienen que ser divertidos y prestarse a diferentes formas de juego. Los juguetes deben alentar al niño a ser parte activa del juego. Cuando un niño observa pasivamente cómo funciona un juguete, el valor educativo es mínimo.
Los juguetes educativos favorecen el desarrollo del niño, pues lo invitan a descubrir procesos de aprendizaje y a perfeccionar y reforzar los conocimientos que ya tiene.
También deben motivarlo a dejar volar su imaginación, lo cual es indispensable para un desarrollo sano. Los expertos recomiendan juguetes que permitan a los niños desplegar su imaginación y creatividad con entera libertad.
Los juguetes para armar vienen en todos tamaños, formas y grados de dificultad, y los hay para todas las edades, desde sencillos bloques de madera o plástico hasta complejas piezas de metal.
Estos juguetes pueden considerarse guías porque incluyen instrucciones detalladas para cada paso, las cuales ayudan al niño a desarrollar capacidades de planeación y formación de secuencias, además de la creatividad.
Aparte de la posibilidad de construir, estos juguetes pueden usarse con otros propósitos, pues estimulan habilidades de coordinación ojo-mano, perseverancia y paciencia.
Los rompecabezas desarrollan la capacidad de concentración y ayudan al niño a distinguir colores, tamaños y formas, perfeccionan sus destrezas manuales, le enseñan el método de “prueba y error” y estimulan su pensamiento lógico.
Además de los juguetes manufacturados, cualquier material, objeto o situación sirve para aprender y jugar, a la vez que desempeña una función educativa. Uno de estos materiales es el agua.
Con ella los niños aprenden los conceptos de lleno y vacío, capacidad, flotabilidad, hundimiento y volumen, entre otros. Los juguetes inventados deben apegarse a los mismos criterios de seguridad que los manufacturados.
La participación activa de los padres en el desarrollo intelectual de sus hijos incluye jugar con ellos, ya que el juego es una de las muchas actividades mediante las cuales los niños aprenden y experimentan la vida.
Cuando la madre, el padre y los niños juegan juntos, hay repercusiones positivas en los planos personal y familiar. Pero, aparte del juego en que participa toda la familia, de vez en cuando cada padre debe jugar a solas con cada uno de sus hijos en todas las fases de su desarrollo.
Cuando los padres participan, las formas de juego se multiplican y se hacen más interesantes. Además, cuando los padres juegan con los niños, les transmiten el mensaje de que es importante jugar. Esto implica que valoran lo que los niños aprenden jugando, lo cual a su vez anima al niño a seguir aprendiendo.
El juego es el mejor medio para estar en contacto con el niño. Al jugar con tus hijos les haces saber que valoras lo que les interesa. Se ha observado que cuando los niños saben que pueden jugar con sus padres, se relacionan con ellos como seres humanos, lo que ayuda a hacer más profundos sus vínculos.
Compartir el juego tiene una enorme importancia en la relación entre padres e hijos, especialmente en la confianza y el afecto mutuos. Los padres que juegan regularmente con sus hijos tienen más y mejores oportunidades de establecer en casa una atmósfera que propicie esos sentimientos, y también de construir canales de comunicación.
Durante este periodo los bebés requieren sonajas, juguetes musicales y móviles grandes y coloridos que estimulen sus ojos y sus oídos.
Hacia los seis meses sienten necesidad de morder, tocar y asir objetos, tales como osos de peluche y otros de textura suave, pelotas y muñecos u objetos de hule. Hacia los ocho meses, cuando ya se sientan, pueden pasarse objetos de una mano a la otra y arrojarlos. También les atraen los juguetes que puedan golpear unos contra otros, como los muñecos de tela o de plástico.
Entre los 12 y 16 meses los niños se paran y empiezan a andar. Les encantan los juguetes que puedan empujar, inclinar o jalar. Se divierten con objetos apilables, como cubos y bloques, y cajas donde puedan meter y sacar cosas.
Les gustan también los camiones para transportar objetos, los tambores, las muñecas con cuna, las pelotas grandes, los juguetes para armar, los libros de cuentos, los juguetes para contar, y las cubetas y palas para jugar con tierra o arena.
El juego simbólico comienza alrededor de los tres años y medio. A esta edad los niños iimitan las actitudes de los adultos, y juegan a “los papás” o “la escuelita”.
Para satisfacer este interés, dales muñecos y accesorios de tela, baños o cocinas de juguete, cunas, cochecitos y todo lo que se asemeje a los aparatos domésticos, las herramientas y los teléfonos celulares. A esta edad los niños adoran los títeres y las pinturas o crayones.
Los niños continúan con el juego simbólico, pero empiezan a seguir reglas al realizarlo. Quieren aprender, adquirir destrezas y ganar. Los juguetes para armar y los de control remoto son perfectos para este periodo. Les encantan también los patines, las bicicletas y los papalotes.
La creatividad y el reto caracterizan este periodo. A esta edad, los niños prefieren juguetes para armar más complicados, juegos electrónicos, microscopios, telescopios, rompecabezas y juegos de mesa, así como coleccionar cochecitos de juguete o muñecas.
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