La culpa desmedida y constante es como una alarma que no se apaga, y puede desmoralizarnos, distraernos y hasta afectar nuestra salud por el estrés que genera. Desde no hacer ejercicio hasta desatender a sus padres o no entregar a tiempo un trabajo, la persona media puede sentirse mal por incontables motivos cualquier día.
Según el psicólogo neoyorquino Guy Winch, autor de Primeros auxilios emocionales: consejos prácticos para tratar el fracaso, el rechazo, la culpa y otros problemas psicológicos cotidianos, estudios realizados en las dos últimas décadas indican que en muchos momentos de nuestra vida diaria nos agobia la culpa, y que esos momentos pueden llegar a sumar varias horas por semana.
“La culpa excesiva o no resuelta afecta la función cognitiva, la concentración y las actividades diarias”, añade Winch. “No nos permite disfrutar la vida”. Y puede ser también un síntoma de depresión.
Si todo esto te suena familiar, tal vez sea hora de que tomes medidas correctivas. A continuación se describen algunas fuentes comunes de culpa y maneras de superarla.
Suena el teléfono de tu casa, y en el instante en que contestas oyes la voz de tu madre, que en vez de saludarte te dice: “Ya pasó una semana entera ¡y no he sabido nada de ti!”
La culpa social nos abruma a casi todos en algún momento, ya sea por no dedicar tiempo suficiente a un familiar o por haber tenido una fricción con alguien cercano.
Los estudios revelan que las personas que nos hacen sentir culpables a menudo no están conscientes del daño que ocasionan. Si tu mamá te hace sentir mal porque no le llamas con frecuencia, díselo; luego pregúntale qué espera de ti y trata de llegar a un arreglo.
Winch también aconseja sopesar la magnitud de nuestro remordimiento. “Pregúntate si el grado de culpa que sientes es razonable o no”, dice. Estar consciente de esto puede ayudarte a mantener bajo control ese sentimiento.
Te despiertas sintiéndote lleno de energía, listo para afrontar el día. A las 10 de la noche te das cuenta de que no hiciste ni la mitad de las cosas que pensabas hacer.
La culpa individual difiere de la social en que se produce cuando no cumplimos nuestras propias expectativas. La psicóloga canadiense Heidi Wiedemann la define como una lucha interna entre nuestros valores y nuestra incapacidad de vivir en consonancia con ellos.
A muchos de nosotros, dice, en especial a las mujeres, nos embarga la culpa por unas normas sociales poco realistas, ya sea que impliquen combinar la vida familiar con la profesional, o mantenerse en buena forma física.
Según una encuesta realizada en Canadá en 2006, más del 40 por ciento de las participantes que debían atender una familia experimentaban “intensos” sentimientos de culpa.
Para superar la culpa individual, dice Wiedemann, hay que hacernos conscientes de toda expectativa inalcanzable, trabajar en la autoaceptación y evitar juzgarnos. También debemos recordar nuestros logros.
“A las personas les resulta normal hablar negativamente de sí mismas, pero cuando les pides que empiecen a evaluarse con compasión, te miran como si vinieras de otro planeta”.
También recomienda realizar este ejercicio: toma una hoja de papel y anota tus diálogos internos culpígenos en una columna; luego escribe a un lado tus “respuestas racionales” a esas ideas. Esto te ayudará a poner en perspectiva tus pensamientos y te permitirá empezar a ser más amable contigo mismo.
Son las 5 de la tarde y estás ansioso por salir de la oficina. Te diriges al ascensor, pero al volver la mirada te das cuenta de que tus compañeros siguen trabajando con sus computadoras, así que piensas seriamente en regresar a tu escritorio.
El lugar de trabajo es terreno fértil para los propensos a sentir culpa. La psicóloga laboral canadiense Jennifer Newman dice que ha conocido oficinistas atormentados por cometer errores en el trabajo.
“Cuando una persona es perfeccionista, la culpa puede paralizarla”, afirma. Si revisas y vuelves a revisar tu trabajo o cuestionas las decisiones que tomas, tu productividad y creatividad se verán seriamente mermadas.
Sin analizar, la culpa puede llevarnos a tomar malas decisiones; reflexionar en por qué nos agobia el remordimiento, en cambio, puede ayudarnos a resolver problemas, añade Newman.
En vez de sentirte preocupado por salir de la oficina a las 5 de la tarde, la experta te recomienda preguntar a tu jefe si es necesario que te quedes horas extras, aunque ya hayas terminado tus tareas del día.
Si te dice que no, eso debe disipar tu sentimiento de culpa, y si lo que tu jefe espera es que dediques ese tiempo adicional a algún proyecto nuevo, puedes ajustar tu comportamiento a las circunstancias.
“Si tienes la sensación de que estás defraudando a alguna persona, es preciso que converses con ella para saber si eso es cierto o no”, señala Newman. “El sentimiento de culpa es una alarma que nos obliga a preguntar: ‘¿Qué es lo que está pasando aquí en realidad?’”
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