Ya sea un día especial o prácticamente cualquier día durante la totalidad de un año típico, muchas parejas se entregarán a las relaciones sexuales. Algunos, al mirar sus rastreadores de actividad o sus monitores, podrían preguntarse ociosamente, entonces, ¿estamos haciendo ejercicio en este momento?
Y es una duda valida, ya que hasta los científicos también se han hecho esta pregunta. La actividad sexual es una forma popular y placentera de pasar 32,38 minutos. Pero, ¿es físicamente intenso o pausado? ¿Puede quemar tantas calorías como trotar o es más como un paseo suave? ¿Aumenta la frecuencia cardíaca? ¿Puede iniciar ataques al corazón? ¿Y si mañana tienes una gran competencia? ¿Deberías evitar tener sexo esa noche?
Lo que dicen algunos estudios
Dada la prevalencia de las relaciones sexuales (puede que sea la actividad física con menos probabilidades de omitirse), las respuestas son importantes, y una serie de estudios recientes ofrecen respuestas preliminares, incluidas algunas estadísticas nuevas y sorprendentes sobre la edad típica de alguien que experimenta un “repentino ataque cardiovascular”, durante las relaciones sexuales y la medida en que el ejercicio mejora la función y la satisfacción sexual.
Pero bueno, entonces es o no ejercicio tener sexo. La respuesta, en varios sentidos, parece ser que sí. En un artículo de revisión publicado en Archives of Sexual Behavior, investigadores de la Universidad de Almería y la Universidad de Murcia en España recopilaron todos los estudios anteriores que pudieron encontrar que examinaron los esfuerzos físicos involucrados en el coito.
No había muchos. Como actividad, el coito es difícil de estudiar, por razones que van desde la cortesía hasta la política. Los estudios que encontraron los investigadores involucraron principalmente a parejas heterosexuales comprometidas, generalmente casadas, que a menudo visitaban un laboratorio para la observación científica de sus esfuerzos. En ocasiones, el coito se realizaba en las casas de los voluntarios. Algunas de las parejas usaban monitores de frecuencia cardíaca u otros rastreadores. Otros fueron filmados y sus patrones de movimiento analizados. Nadie estaba cegado en cuanto a si se estaba teniendo sexo.
Pero incluso con estas limitaciones, los investigadores españoles encontraron patrones.