Más de la tercera parte de las niñas, los niños y los adolescentes en nuestro país padece sobrepeso u obesidad, lo que representa un mayor riesgo de padecer síndrome metabólico, diabetes, hipertensión, enfermedades del corazón y problemas ortopédicos en el futuro, además de la fuerte asociación que existe entre este padecimiento y los problemas de autoestima y discriminación.
En esta temporada de regreso a clases, el diseño de rutinas apegadas a hábitos saludables —entre ellas, la elección de almuerzos y colaciones variados y balanceados— puede representar una alternativa de mejora para esta población, a la luz de las recientes investigaciones del Biocodex Microbiota Institute, que exploran la relación entre la microbiota intestinal y la obesidad, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares.
La microbiota y las enfermedades metabólicas
- Las bacterias del intestino se reparten en dos grandes grupos: bacteriodetes y firmicutes. En las personas obesas prevalecen las firmicutes, las cuales obtienen más calorías al alimentarse de los azúcares lentos que consumimos.
- Una alimentación rica en grasas desequilibra la microbiota intestinal, lo que puede llegar a provocar resistencia a la insulina, lípidos en sangre elevados, hipertensión arterial e hiperglucemia.
- Por el contrario, una dieta rica en frutas, verduras y aceite de oliva —y pobre en carne—, ayuda a nuestras bacterias a producir ácidos grasos de cadena corta (AGCC) que, además de ser una fuente de energía, regulan el apetito, el tránsito intestinal y la formación de grasas.
- Las personas con diabetes tipo 2 podrían tener una microbiota menos rica en bacterias productoras de AGCC.
La alimentación, factor clave
- Nuestras papilas gustativas disfrutan de las grasas, en perjuicio de nuestra microbiota intestinal, a menos que se elijan grasas buenas y se consuma suficiente fibra.
- Los ácidos grasos saturados como el aceite de palma deben evitarse, ya que reducen la diversidad bacteriana y favorecen el aumento de peso.
- En su lugar, es mejor optar por el aceite de oliva, que podría restaurar la diversidad microbiana y reducir el peso. Otra opción podría ser el aceite de pescado, por su contenido de lactobacilos y bifidobacterias.
- La fibra presente en cereales, tubérculos, nueces, semillas, frutas y verduras es una fuente de azúcares no digeribles que influye en el equilibrio metabólico. Sin fibra que fermentar para extraer energía de los AGCC, las bacterias comienzan a erosionar el moco protector que tapiza las células intestinales, exponiéndolas a invasiones de bacterias nocivas.
- Además, la fibra permite un mejor control de la presencia de azúcar en la sangre.
- No todas las personas responden de la misma manera a dietas saludables, debido justamente a la diversidad de las microbiotas intestinales: al no haber dos iguales, es imposible garantizar los efectos positivos de una dieta equilibrada.
- La utilización de algoritmos capaces de integrar datos relacionados con hábitos alimentarios, composición de la microbiota intestinal y sus resistencia al cambio, es una de las vías que actualmente exploran los científicos para avanzar en la modulación personalizada de esta comunidad de microrganismos, en beneficio de la salud de los pacientes