La ballena gris, del Océano Pacífico, pasa la mitad del año viajando. Tarda tres meses en desplazarse desde los helados mares árticos, donde se alimenta, hasta la región semitropical de Baja California, México, donde se reproduce; el regreso tarda otros tres meses. Así se completa un viaje de 20,000 kilómetros.
Las hembras preñadas emprenden el viaje en octubre; las inmaduras y 108 machos adultos las siguen. Los machos inmaduros parten al final. En diciembre, las primeras ballenas llegan a México, donde paren a sus ballenatos. Éstos, alimentados con la nutritiva leche materna, producen rápidamente la grasa que necesitan para viajar hacia el norte, en marzo.
Las hembras recién apareadas guían al grupo de regreso; ellas parirán exactamente un año después. Los machos adultos, de 14 m de longitud, las siguen junto con las hembras que no se encuentran en etapa reproductiva.
Después, les toca el turno a los individuos inmaduros y, finalmente, a las madres con sus hijos. Las ballenas a menudo nadan cerca de la costa, donde las algas les brindan un escondite de los tiburones y de las ballenas asesinas, que son los únicos depredadores de la ballena gris, además del hombre.
A finales de mayo, las ballenas llegan al Mar de Bering, su fuente de alimento. Allí pasan los siguientes tres meses, durante los cuales se alimentan de crustáceos, gusanos y moluscos, antes de emigrar hacia el sur, a las aguas cálidas de Baja California, México.
Anualmente, a medida que se acortan los días y las reservas de alimento escasean, muchas especies de aves se aprestan a realizar un largo vuelo hacia lugares más cálidos. Un buen número de ellas son jóvenes nacidas en la primavera.
Mientras la gran aventura comienza, estos pájaros sólo realizan vuelos exploratorios hacia lugares no muy alejados del nido, para familiarizarse con el terreno.
De pronto, un día, las aves llevadas por fuertes necesidades ancestrales, se dirigen hacia lugares desconocidos, quizás a otro continente. Por ejemplo, las golondrinas del norte de Europa pueden volar 11,000 km o más hasta el continente africano, donde pasan el invierno escondidas en sus refugios.
Emigran en numerosas bandadas y son guiadas por las aves más viejas. En cambio otras aves, como los cucos, deben hallar el camino por sí solas.
Como un marinero que no ve tierra, un ave migratoria usa puntos de referencia para ayudarse en la navegación. Puede trazar su curso con ayuda del sol y las estrellas, e incluso utilizar una especie de brújula interna.
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