Enójate bien significa poder verbalizar lo que sientes omitiendo palabras hirientes, gritos o amenazas. ¡Aunque suena más fácil decirlo que hacerlo, ¿no?! Vivimos de prisa, presionados y rodeados de violencia. Desconfiamos de todo y de todos y desafortunadamente muchas veces tenemos razón para hacerlo.
El enojo es una emoción natural que todos experimentamos en algún momento. Es una respuesta a una amenaza o una injusticia percibida. Sin embargo, la forma en cómo reaccionamos o no, puede ser significativa para nuestra salud.
Por ejemplo: El conductor que se te mete en el tráfico, el vecino que no recoge las heces de su mascota o el de la compañía de teléfonos o del banco que te pone en espera por una eternidad. Son situaciones que probablemente hacen que te hierva la sangre y que estés apunto de estallar. La ira no es un sentimiento placentero, pero tampoco lo es la forma en la que muchos lidiamos con ella.
Todos nos enojamos, pero la manera de sacar ese enojo puede estar bien o mal. Algunos de nosotros encerramos nuestras emociones mientras que otros tantos explotan de rabia. Ambos hábitos tienen repercusiones en el cuerpo, la mente y en nuestras relaciones.
La ira podrá sentirse incómoda pero es un sentimiento normal y saludable, siempre que logremos externarla sin explotar. Es decir, la ira es una emoción inherente para señalarnos que algo debe ser abordado, pero sólo cuando nos damos cuenta de esa señal y rectificamos el problema podemos mejorar.
La UNAM dice que normalmente nos enojamos en 300 milisegundos, que es el tiempo que le cuesta al cerebro comprender que algo está mal y con ello perder el control en menos de media hora.
Los motivos de por qué nos enojamos son variadísimos y los grados de intensidad también, pero todos tienen un elemento común: debajo de cada enojo hay una frustración, señala el psicoterapeuta argentino Norberto Levy. Para el autor del libro “La Sabiduría de las Emociones”, la función esencial del enojo es dar más energía para enfrentar el obstáculo que produce la frustración.
No obstante, Levy aclara que es importante distinguir los dos tipos de enojo que existen: el que destruye y el que resuelve. “La idea que tenemos del enojo como algo malo es a partir de que éste destruye”, que es, lamentablemente, la manera que se expresa con más frecuencia.
Sin embargo, ésta no es la única forma del enojo, también existe el que resuelve, que se apoya en dos pilares: “expresar lo que siento ante lo que sucedió y demandar la respuesta que me “des-enojaría”, acota.
Muchos creen que expresar enojo es descalificar, reprochar, cuando eso en realidad nos distancia del motivo que provocó el enojo y pone en marcha un mecanismo que podría llamarse “de bomba atómica”: yo agredo y ofendo a quien me hizo enojar, quien a su vez me agrede y me ofende, y continuamos así en la fabricación de actos de una violencia desproporcionada, que a menudo olvidamos cómo comenzaron.
Si no es útil reprimir la ira, pero la agresión no es una salida saludable, ¿cómo podemos gestionar eficazmente nuestras frustraciones?
Según el mismo autor, para regular la ira, deberíamos dedicarnos a la autoafirmación, lo que significa expresar claramente nuestras propias necesidades o perspectivas. Por otro lado dice Nancy MacDonald, directora ejecutiva de Servicios Familiares de Nueva Escocia del Este, Canadá; y líder de un grupo de manejo de ira que: “La meta no es no sentir ira, las emociones son normales”. Pero son los extremos los que cobran factura y si eres capaz de aplicar técnicas que disminuyan esos picos y valles, puedes tener un viaje más tranquilo.
Comienza por explorar de dónde vienen tus sentimientos. La ira puede dispararse por una situación irritante pero a menudo es precipitada por sentimientos subyacentes de miedo, ansiedad, decepción y culpa. Es por eso que a menudo la ira es considerada una emoción secundaria. Tal vez estás furioso porque tu esposa llega tarde, pero es porque tenías miedo que hubiera tenido un accidente de carro por el mal clima.
También puedes poner más atención a tus detonantes, esas irritaciones diarias, como las largas filas en el súper mercado, que sabes que te harán enojar.
Una buena táctica es el replanteamiento. “Da un paso hacia atrás de esa situación y mírala en una manera distinta”, dice MacDonald.
Hay muchas formas de expresar la ira sin recurrir a golpear a alguien. Como se les dice a los prescolares, habla claro. Hablar sobre la ira ha demostrado que nos ayuda a sentirnos mejor.
El lenguaje es especialmente útil cuando estás enojado con alguien sobre un comportamiento en específico. Como McIntosh dice, “Hay un valor al expresar que no te gusta lo que está sucediendo porque es una oportunidad para un cambio”.
Podrías decidir tomar un periodo de calma antes de hablar, esto permitirá a los efectos de la adrenalina desaparecer para que tomes tiempo de reflexionar qué es lo que realmente te molesta y para que la persona con la que necesites hablar sea receptiva.
Nuevamente retomamos al auto Levy que dice –No lo podemos expresar. Si lo retenemos, lo enfriamos, pero al mismo tiempo lo volvemos crónico, y así se convierte en resentimiento, que es como una foto fija del dolor y de la bronca que nos produjo un hecho vivido en determinado momento, pero que se desconecta de lo que pasó después y queda inmutable en el tiempo.
Quien siente resentimiento suele ser hipersensible y caer fácilmente en el autorreproche, otra de las trampas que abren las puertas a la baja autoestima y al desprecio de la persona por sí misma, como si hubiera en ella una “naturaleza destructiva”, cuando en realidad es un ser herido y no un “depravado” esencial.
A lo largo de nuestra vida, es normal experimentar ira. Sin embargo, si uno experimenta arrebatos de ira incontrolables o frecuentes, puede repercutir negativamente no sólo en tu salud e imagen, sino también en tus relaciones con los demás.
Si el enojo está realmente fuera de control, afecta tus relaciones y aspectos importantes de tu vida, puedes considerar buscar una asesoría para aprender a manejarlo mejor.
Y tú, ¿cómo manejas el enojo?
Fuentes: La sabiduría de las emociones de Norberto Levy, Gaceta UNAM
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