Hace poco, mi hija de ocho años se dio vuelta en mi cama, donde se había quedado profundamente dormida, y masculló: “Mmm… quiero pizza. Y una cerveza”. Casi la despierto de tanto reírme.
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Como nací de manera prematura, tuve que permanecer un tiempo en la incubadora. La primera vez que mi hermano, entonces de dos años, me vio acostada en esa cuna especial, se volvió hacia mis papás y les preguntó: “¿Por qué mi hermanita está en un microondas?”.
Dayna Morris, Facebook
Mi nieto llegó a casa llorando del kínder.
—¿Qué sucede, cariño? —le preguntó su mamá.
—Es que la maestra nos dijo que comiéramos palomitas de maíz y que después podríamos leer.
—¿Y qué pasó?
Entre sollozos, el pequeño añadió:
—Pues me comí todas las palomitas ¡y todavía no sé leer!
Barbara Murphy, Estados Unidos
Antes de ir a la cama, mi hija de cinco años dijo:
—Oye, mamá, te quiero hacer una última pregunta.
—¿Cuál? —respondí.
—¿Para qué son esas líneas que tienes en la frente?
Como su comentario me tomó por sorpresa, fruncí un poco el entrecejo.
—Ya sé, creo que son para decir que estás enojada —concluyó la niña.
@paigekellerman
Una vez, durante la cena, le expliqué a mi familia los beneficios de una alimentación llena de colores.
—Entre más colorida es la comida, mayor variedad de nutrientes tiene —dije. Luego señalé los platillos que estaban en la mesa y pregunté—: ¿Cuántos tonos ven aquí?
—Seis —contestó una de mis hijas de inmediato—. Siete, si cuentas las partes quemadas.
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Mi familia y yo estábamos jugando Outburst, un juego de mesa en el que dos equipos deben adivinar respuestas relacionadas con un tema específico. Uno de ellos era “Los diez mandamientos”. Todos empezamos a gritar al unísono, incluido mi nieto de ocho años, quien exclamó: “¡No cometerás adulterio!”.
Barbara Stevens, Canadá
Recientemente vimos una película de acción en el cine. En una de las escenas, un camión que transportaba a los personajes principales sufrió una aparatosa volcadura. Tras el fuerte impacto hubo una breve pausa melodramática, y justo en ese momento nuestro pequeño hijo de siete años gritó a todo pulmón: “¡Rayos, qué buena voltereta!”.
Jessi Sanfilippo, Facebook
Una tarde le pregunté a mi hijo de cinco años:
—¿Quién se comió todas las galletas de chocolate?
—Fueron los ninjas, mamá —respondió él.
—¿Sí? Pues yo no los vi.
—¡Nadie puede verlos!
@xplodingunicorn
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