Mi sobrino Daniel tenía cuatro años cuando conoció a Jimena, la hija de unos amigos míos, y a pesar de que ella era un par de años mayor, la química entre ambos fue maravillosa. Siguieron viéndose ocasionalmente y, meses después, invitaron a los niños a una fiesta de disfraces. Mi sobrino decidió vestirse como Superman, y le dijo a su mamá:
—Solo espero que Jimena no vaya disfrazada de criptonita.
Marcia Castro, Costa Rica
Estaba ansiosa por disfrutar de una agradable comida familiar que mi tía había estado preparando todo el día. Al llegar la hora del postre, ella llevó a la mesa una enorme tarta de queso decorada con rebanadas de kiwi.
Inmediatamente, mi hermano menor hizo un gesto de desaprobación y dijo en voz alta: “Yo no quiero esa tarta. ¡Está cubierta de pepinos sucios!”.
Ceri Allen, Reino Unido
Recuerdo que, cuando yo tenía aproximadamente tres años, una vez estaba sentada a la mesa con mi abuela y mis tíos. Ellos bebían té y yo comía golosinas.
—Alguien se comió mi último caramelo —dije, sollozando.
—No es verdad —repuso mi abuela—, tú te los acabaste todos.
—¡Claro que no, fue él! —exclamé, al tiempo que apuntaba con el dedo a uno de mis tíos.
—Yo no me comí tu dulce —respondió.
—¡Sí, tú te lo comiste! —protesté, señalando la enorme manzana de Adán en su cuello.
Alicia Mundell, Reino Unido
Uno de mis sobrinos me oyó decir que iba a casarme y que cambiaría mi nombre por el de mi prometido. Extrañado, el niño volteó a verme y comentó: “No creo que Richard vaya con tu personalidad, tía Rachelle”.
Rachelle Harding, Reino Unido
En una ocasión, al viajar en tren, me senté al lado de una mujer y su hijo. Nos detuvimos en la estación Twickenham, donde un letrero anuncia: “Cuna del rugby en Inglaterra”. Tras verlo, la madre le dijo al niño:
—Estamos en Twickenham. ¿Sabes a qué juegan aquí?
El pequeño, confundido, repuso:
—¿A las carreras con pistas Scalextric?
Lucy Pesaro, Reino Unido
Cierta noche acababa de terminar de vestirme y arreglarme para ir a cenar con mi esposo. Entonces, mi hijo mayor entró a la habitación y, al verme, exclamó emocionado: “¡Vaya, mamá, te ves increíble! ¡Luces como un murciélago!”.
mabelhood.com
Una vez le dije a mi hijo de cinco años que solo había una pizza congelada para comer, pero que necesitábamos dos. —Una pizza es suficiente para mí —repuso el pequeño. —¿Y para los demás?—pregunté.
—Ellos pueden verme comerla.
@xplodingunicorn
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