Unas vacaciones de verano llevé a mi hija al dentista. Al finalizar la consulta, el odontólogo necesitaba programar las dos siguientes citas, así que preguntó:
—¿Cuándo empiezan las clases?
—Pues no estoy segura, pero creo que después de que terminen las vacaciones —respondió la niña.
Katia Cerdas, Costa Rica
Hace mucho tiempo fui a recoger a mi hija Natalia, entonces de tres años, a la escuela tras la celebración del Día del Niño. Al verla, enseguida le pregunté, emocionada:
—¿Qué tal estuvo la fiesta, hija?
—Muy bien —repuso la pequeña inocentemente—, pero nunca llegó el niño.
Mayela Montero, México
Mi hijo suele ser quisquilloso con la comida, así que un día le pregunté por qué no podía parecerse un poco más a un amigo suyo que estaba presente en ese momento, cuya madre me ha contado que se come todo lo que le sirven. Para desilusión mía, oí al invitado susurrarle a mi hijo: “Báñalo todo con salsa de tomate, como yo lo hago, para que no te sepan las cosas”.
Daisy David, Canadá
En una ocasión llevé a mi sobrina, de ocho años, a la cena tempranera del pub de mi localidad. Debíamos ordenar antes de las 6 p. m. y, tal como cabía esperar, éramos los únicos presentes.
—No hay un alma aquí, ¿verdad? —le comenté a la niña.
—No, tío —repuso ella—. Solamente estamos nosotros y la servidumbre.
Andrew Berry, Reino Unido
A menudo hago videollamadas con Amelia, mi nieta, que tiene cuatro años y vive en Winnipeg. Durante una de esas conversaciones, la niña estaba almorzando mientras su mamá ayudaba a su hermanita en el baño. En determinado momento, Amelia batalló para abrir un paquete de panecillos. Frustrada, finalmente se detuvo, colocó la bolsa frente a la tableta electrónica y preguntó: “Abuelito, ¿puedes ayudarme a abrirla?”.
Greg Gramlich, Canadá
Un día, cuando mi nieto Bryce —de entonces seis años— volvió de la escuela, le informó a su mamá que le habían aplicado una prueba.
—¿Sobre qué? —quiso saber ella.
—Sobre una hoja de papel —respondió el niño, creyendo que su mamá se refería al objeto sobre el cuál había contestado el examen.
Dana Winn, Canadá
Cierta vez escuché a mi hija, de apenas tres años, mascullar en el cuarto de baño. Consciente de que es muy pequeña para jalar de la cadena, me dispuse a ayudarla. Pero, cuando estaba por abrir la puerta, la oí repetir en tono exasperado: “Oye, Siri, ¡jala la cadena!”.
Tzvani Rich, Reino Unido
Mi hija, de tres años, insistió en ayudarme a guardar toda la ropa lavada. Nos tomó 6 horas con 10 minutos y, al parecer, ahora los pantalones van en el refrigerador.
@outsmartedmommy
Luego de haber tenido yo un día complicado, oí a mi hija preguntarle a mi esposo: “¿Mami va a usar sus cejas enojadas esta noche?”.
Molly burton, Reino Unido
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