Así es la vida: Cuidado con los errores garrafales
Mi suegra vive en el estado de Michoacán. Un día fue al banco a sacar dinero, pero las lluvias de la temporada habían sido tan fuertes...
Mi suegra vive en el estado de Michoacán. Un día fue al banco a sacar dinero, pero las lluvias de la temporada habían sido tan fuertes que la sucursal estaba inundada, por lo que no pudo hacer el retiro. El mismo día, más tarde, vino a la Ciudad de México y me pidió que la acompañara al banco. En la fachada de la sucursal había varios carteles sobre las nuevas formas de acceder al banco por Internet. Entonces vi que se detenía asombrada a leer un gran anuncio que decía: “La próxima vez que entre usted a este ban-co, lo hará navegando”.
—¡Ay, hija! —exclamó—. No me digas que aquí también se inunda.
Sandra Rodríguez, Ciudad de México
Errores garrafales
La experiencia es una excelente maestra, sobre todo cuando lo es
de alguien más. Estos claros ejemplos fueron enviados al sitio web learnfrommyfail.com:
• “Nunca le pongas a un pez dorado el mismo nombre que a tu hijo, o su hermanito menor podría llegar a la escuela y decirle a su maestra que Eric murió”.
• “Cuando una compañera de trabajo llame por teléfono para decir que llegará tarde porque debe ‘esperar una ambulancia’, no respondas: ‘Está bien, ¡que te diviertas!’”
• “Si quieres hacerle un cumplido a tu novia, dile que es más bonita que su hermana, no que su hermana es más fea que ella”.
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Lo siguiente apareció en un artículo publicado en la revista Brunch, del diario Hindustan Times, en Singapur: “Poco después del tsunami de 2004 (que no afectó a Singapur), una encuesta hecha en un periódico… reveló que a los dueños de inmuebles situados frente al mar no les preocupaba la posibilidad de futuros tsunamis. Un tercio de ellos respondió: “Nuestro gobierno no permitiría semejante cosa en Singapur”.
Sheila Sivanand, India
Mi mamá nunca supo coser, y lo demostró un día en que trató de hacerle un dobladillo a la falda de mi uniforme escolar. Mientras esperaba yo a su lado, oí un gemido, y a continuación, con toda naturalidad, mamá dijo que acababa de tragarse la aguja que estaba sosteniendo entre los labios.
En el hospital, en efecto, una radiografía mostró la aguja alojada en el estómago de mi madre. Escuchamos a la enfermera explicarle la situación al médico y, aunque no pudimos ver la expresión de él, lo oímos decir:
—Bueno, esperemos que la señora ¡no sepa tejer!
Eleni Gill, Australia
Una amiga mía padece una sordera parcial, así que, para comunicarnos, utilizamos el lenguaje de señas. En una ocasión, al vernos, el hijo de ella, de seis años, se enojó mucho porque no entendía nada. Yo le dije que, si ponía atención, podría aprender algunas de las señas.
—Pero si hago eso —replicó el pequeño—, ¡tal vez se me olvide cómo escuchar!
Jane Corless, Australia
¡Qué ganas de leerlos!
Nada supera a un buen libro, excepto, quizá, estos títulos auténticos:
• “Cómo evadir embarcaciones enormes”.
• “¿Qué tiene de malo mi serpiente?“.
• “Ataúdes sofisticados que puede fabricar usted mismo“.
• “Cómo tejer con pelo de perro“.
• “Soluciones para problemas relacionados con el queso“.
• “Tractores viejos y hombres a los que les encantan“.
• “El planeta Tierra, mi trasero y otras cosas grandes y redondas“.
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