Mi hija Dolly odia a los mosquitos, y en el lugar donde vivimos hay muchos. Cierta noche, cuando ella tenía cinco años, estábamos desesperadas por la constante molestia de uno de ellos. De pronto, la niña exclamó:
—¡Mira, es el mismo de ayer!
Llena de curiosidad, le pregunté:
—¿Cómo sabes que se trata del mismo mosquito?
—Porque ese vuela de lado, ¡y el que yo golpeé ayer quedó cojo!
Irma Ortega, Panamá
Somos afortunados de que nuestros nietos vivan cerca de nuestra casa y nos visiten a menudo. Cada vez que viene Morgan, nuestra nieta de siete años, le encanta verme cocinar.
—Oye, abuela —me preguntó un día—, ¿dónde aprendiste a cocinar?
Le respondí que me había enseñado mi madre, que yo le había enseñado a mi hija, y que algún día su madre le transmitiría los conocimientos a ella.
Tras un breve silencio, la niña dijo muy seria:
—No creo que eso suceda. Mi mamá sólo mete todo en el horno de microondas.
A. Lechner, Canadá
Cuando mi hijo tenía aproximadamente cuatro años, su tía lo llevó de paseo fuera de la ciudad. En la estación de autobuses había un hombre rifando baratijas. El pequeño quiso probar su suerte, y
decidió participar. De pronto, el vendedor anunció:
—¡Este niño se ha ganado una máquina de escribir!
Su tía y él se quedaron atónitos, pensando cómo cargarían con ese premio durante el viaje. Pero, en eso, el pregonero sacó un bolígrafo de una canasta y se los entregó.
Germán Velásquez, Tegucigalpa
Un sábado en la mañana llevé a mi hijo pequeño por primera vez a la iglesia. Cuando el ministro pidió que inclináramos la cabeza para orar, Gary se mostró muy tranquilo. Al terminar, volteó a verme, esbozando una gran sonrisa.
—¿Viste, mami? —dijo—, ¡fui el único que no se durmió!
Mavis MacLaughlin, Canadá
Mi hija Valeria, de ocho años, estaba muy preocupada por la salud de mi padre, que se encontraba en el hospital.
—Mamá, ¿qué tiene mi abuelo? ¿Podemos ir a verlo? —preguntó.
Yo le expliqué que no dejaban entrar niños pequeños en el hospital.
—Pero, ¿dónde está él exactamen-te? —insistió la niña.
—Tu abuelo está en el mismo hospital donde tú naciste —le respondí.
Entonces, su carita se iluminó, y exclamó emocionada:
—Ah, entonces sí me van a dejar entrar, ¡porque ya me conocen!
María Guadalupe Villaseñor, México
La maestra, impresionada por la tarea tan bien hecha de mi sobrino, le preguntó:
—Gustavito, ¿tu papá te ayudó a hacer la tarea?
El niño respondió con una sonrisa:
—No, ¡él la hizo toda!
María Guadalupe Villaseñor, México
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