La penicilina, descubierta en 1928 por Alexander Fleming, se utilizaba frecuentemente durante la Segunda Guerra Mundial para tratar a los soldados afectados por enfermedades de transmisión sexual, como la sífilis. En esos casos no solo era necesario utilizar un tratamiento farmacológico (antibióticos) para luchar contra las bacterias causantes de la enfermedad, sino que también era muy importante evitar que se expandiera.
Los médicos de la época optaron por difundir entre sus pacientes la mentira piadosa de que si se mezclaba el alcohol con los antibióticos su salud podría verse seriamente dañada. De este modo, evitaban beber y sus ansias por tener relaciones sexuales se mantenían a raya.
Hoy en día se sabe que las primeras alertas contra el consumo conjunto de alcohol y antibióticos eran mentiras destinadas a evitar problemas secundarios. Sin embargo, eso no quiere decir que aquellos médicos no tuvieran parte de razón.
De hecho, aun sin saberlo, no eran para nada mentirosos, pues de una u otra forma, el consumo de alcohol junto a los antibióticos sí que puede ser perjudicial para la salud.
Esto depende de muchos factores, como cuál es el antibiótico que se está tomando o con qué frecuencia se consume el alcohol.
El efecto adverso más común es el conocido como efecto antabus, que se da especialmente con el consumo de antibióticos como metronidazol, tinidazol, eritromicina o linezolida, especialmente cuando la ingesta de alcohol es abundante y continua.
Los síntomas más característicos del efecto antabus son dolor de cabeza, enrojecimiento de la cara, sudoración excesiva, taquicardia, náuseas, vómitos e incluso en algunos casos hipotensión arterial y síncope. Además, los síntomas característicos de la resaca se incrementan notablemente.
Las consecuencias del alcohol sobre los antibióticos y los medicamentos en general son variables y dependen de la dosis de alcohol ingerida.
Por una lado, la ingesta moderada de alcohol podría favorecer la absorción de algunos fármacos (dando lugar en ocasiones a toxicidad) mientras que una ingesta excesiva disminuye su biodisponibilidad (el fármaco se absorbe menos) al provocar irritación o inflamación de la mucosa intestinal”, expresa Marián García, doctora en farmacia, profesora de la Universidad Isabel I y autora del blog Boticaria García.
Esto nos lleva a uno de los principales problemas de salud pública actual en el mundo: la resistencia a los antibióticos.
Una disminución de la dosis disponible puede tener consecuencias tanto a corto como a largo plazo. Si las bacterias no reciben la dosis adecuada de antibiótico durante el tiempo necesario, pueden aprender a defenderse contra los antibióticos generando las temidas resistencias.
Por esta razón el uso irresponsable de los antibióticos es un peligro para la salud, y es necesario concienciar sobre los peligros del mal uso que hacemos de los antibióticos.
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