Los psicólogos han estudiado los usos sociales de los chismes: aprender de los errores de los demás, saber a quién evitar y desarrollar reglas sociales, pero no se puede negar que los chismes pueden ser simplemente dañinos.
“Difundir un rumor malicioso no solo daña al sujeto del chisme, sino que hace que la persona que chisme se vea mal de una manera grosera e inmadura”, dice Sharon Schweitzer, experta internacional en etiqueta y fundadora de Protocol & Etiquette Worldwide.
Habla mal de las personas con demasiada frecuencia y tu reputación de ser un traficante de rumores hará que los demás dejen de confiar en ti.
Resistir la tentación de mencionar rumores dudosos o hablar mal de otras personas es una cosa, pero las cosas se vuelven más complicadas cuando hablas con un grupo de chismosos. “A veces, las personas comienzan a decir algo benigno y alguien hace un comentario que inicia una sesión de chismes en toda regla”, dice Schweitzer.
Si tu conciencia te dice que a los sujetos de la discusión no les gustaría lo que estaban escuchando, es hora de cerrar esa conversación. Cuando un amigo se lanza a contar una historia ofensiva sobre alguien que conoces, tu mejor táctica es preguntar por qué te lo cuenta, dice Schweitzer. Esa será tu primera alerta de que no estás contento con la discusión.
Probablemente dirán que solo pensaron que tendrías curiosidad, pero puedes cerrar la conversación demostrando que no quieres hablar de eso. “Di: ‘No lo aprecio, cambiemos de tema’ o ‘ese es mi amigo, y no escucharé a alguien que hable mal de él'”, dice ella.
Intenta cambiar el tema a una opción más segura, como planes de viaje o eventos actuales. Si la persona vuelve a tirar basura, tu lenguaje corporal puede dejar en claro que no quieres escuchar los chismes. Cruza los brazos y dale una mirada firme, no fea, que diga que no estás interesado, dice Schweitzer.
“Si les haces saber ‘wow, no quiero escuchar esto’ y miras a tu alrededor como si quisieras salir rápido, van a entender el mensaje”, dice ella. “No estás sonriendo y asintiendo”.
El chisme solo es bueno cuando la gente lo usa de manera ética y selectiva, siempre por el bien de su grupo social, no para agredir de manera pasiva, aislar o hacer daño a los demás. Hay personas que son buenas chismosas y personas que no lo son. Esta actividad, tan humana, se puede encontrar en todo el tejido social.
Se tienen argumentos académicos para pensar que este comenzó como un mecanismo adaptativo del homo sapiens en el proceso de conocer a sus vecinos y determinar en quién confiar para mantener la cohesión grupal e identificar posibles amenazas.
El proceso requiere escuchar y mirar mucho y por supuesto conversar. Aquellos que sobrevivieron y prosperaron fueron los que pudieron predecir e influir en el comportamiento de las personas de su entorno.
Se sabe que las personas felices difunden con más frecuencia chismes positivos mientras que las infelices prefieren los negativos; que las personas comparten información negativa sobre sus enemigos e información positiva sobre sus aliados, y que hay menos interés en transmitir información negativa sobre amigos y parientes.
El chisme negativo produce mayor estrés y preocupación en las mujeres y el positivo más temor en los hombres, al parecer porque les preocupa no estar a la altura de las circunstancias. Por otra parte, las mujeres tienden a personalizar el asunto, mientras que los hombres prefieren referirse a aspectos más concretos de la vida. Es más probable que los hombres compartan chismes con sus parejas y las mujeres con sus amigas.
Los hombres suelen estar más interesados en los chismes sobre otros hombres, mientras que las mujeres están prácticamente obsesionadas con noticias sobre sus congéneres.
Sarah Wert, psicóloga de la Universidad de Yale, dice que no participar en los chismes de alguna manera puede ser poco saludable y anormal. Las investigaciones de Wert la llevan a concluir que el chisme a menudo es un alivio sano de la ansiedad social.
Chismear puede llegar a ser una acción positiva pues dos o más personas reafirman su lealtad mutua cuando comparten información vital o incluso interesante. Al intercambiar lo que creen que es información privilegiada, no solo están disfrutando de una actividad anti estrés, sino que están uniendo y reforzando una red social.
Esto es positivo pues se ha demostrado que las personas con adecuadas redes sociales viven más tiempo y en general, son más sanas tanto física como mentalmente. No solo son menos propensos a la depresión y ansiedad. También tienen menos probabilidades de morir por enfermedad cardíaca.
Especialistas en la salud mental establecen que quien inventa chismes:
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