El baño no es el lugar más sucio del hogar, sino la cocina. Un estudio realizado por la Universidad de Arizona afirma que “hay 200 veces más bacterias fecales (como la E.coli y Staphylococcus aureus) en las tablas de cortar los alimentos que en el inodoro”.
Ya sé, ¡qué asco! Pero no solo las tablas están llenas de bacterias, hay muchos otros lugares que requieren atención y una limpieza profunda.
Es literalmente donde se cultivan la mayoría de las infecciones porque siempre están húmedos. Lávalos después de utilizarlos, evita el uso de un mismo trapo para diferentes funciones y cámbialo con frecuencia.
Ten una tabla para alimentos crudos y otra para cocidos. Evita las que son de materiales porosos y desinféctalas tras cada uso.
Clásico que se te derrama la taza de leche o explota el tupper de tu comida preparada. ¡Nunca lo dejes sucio porque se acumulan los patógenos!
Presta especial atención a las esquinas del aparato.
Es común que los alimentos salpiquen mientras los preparas. Por esta zona también requiere limpieza para eliminar la grasa que favorece el crecimiento de bacterias.
Solemos olvidarlas y dejarlas abandonadas pero también necesitan desinfectarse para reducir el número de patógenos.
Por lo menos hay que hacerle una limpieza superficial si no se tiene tiempo, pero también es necesario que lo lavemos y desinfectemos a fondo, al menos, cada tres meses.
No porque laves los trastes creas que “se limpia solito”. Después de lavar los utensilios de cocina se recomienda desinfectar la zona.
Recuerda que es un lugar húmedo y suelen quedar restos de alimento, lo que favorece la proliferación de patógenos.
Tienes que prepararlo al momento. Hay quienes lo recalientan o preparan nuevo sin lavar la cafetera. Gran error. No solo crecen bacterias sino moho.
Regularmente después de tirar la basura, se vuelve a ocupar el bote nuevamente de inmediato. Lo más recomendable es lavarlo y desinfectarlo, incluso si lo cubres con bolsa para la basura.
Lavar el vaso no es suficiente, también tienes que limpiar la parte donde ensamblas el vaso para que funcione. Ahí suelen caer restos de lo que licúas y eso fomenta el crecimiento de bacterias.
La clave está en no olvidar desinfectar todos estos lugares.
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