Estos trucos simples te ayudan a sobreponerte a un ataque de pánico

Los ataques de pánico afectan a muchas personas alrededor del mundo. Aquí te contamos cómo una mujer desarrollo una estrategia para lidiar con esto y mantener el terror lejos.

Experimentando mi primer ataque de pánico

Son las 6 en punto en una tarde de septiembre del 2001, manejo nuestra minivan en una autopista de Toronto, voy a una cena a la casa de mis padres. Mi esposo está en las Bermudas, en donde acaban de darle un contrato de 2 años; está buscando un departamento para que pueda encontrarlo allá. Por el momento somos solo yo y mi pequeño poodle negro, haciendo el camino de media hora que he manejado cientos de veces antes.

Las noticias suenan en la radio, la más popular, el reciente ataque terrorista en Nueva York del 11 de septiembre. Parece que no puedo alejarme de las horribles historias e imágenes. Conforme me acerco al puente, mi corazón comienza a palpitar rápidamente, entonces mis piernas se convierten en gelatina.

Vas a salirte del camino, una voz en mi cabeza me advierte. Ahora mis brazos están dormidos. Estás a punto de perder el control y morir, estoy aterrorizada. Mis manos aprietan el volante; lo único que quiero es pasar por el puente y salir del camino, lo logro; Entonces me estaciono y comienzo a llorar. ¿Qué me esta pasando?

Trate de manejar por la autopista una semana después, y paso lo mismo, el pánico me llevó a la primera salida. Después de esto, solo podía tomar caminos lentos y mas cortos. Semanas después, me mudé a las Bermudas, en donde no tenía un auto, estaba tan liberada. No había hablado con mi esposo sobre estos episodios: Yo sé que el amaba mi independencia y mi fuerza, y me sentía avergonzada de ser tan débil.

Para movilizarnos, teníamos un scooter con motor, o tomaba el autobús cuando iba a algún lugar por mi misma. Hice esto por un par de meses, pero un día mientras iba en el autobús hacia el centro a hacer unas compras navideñas, mi corazón se comenzó a acelerar. Obviamente, lo siguiente que llegó fue el sudor, mis piernas se hicieron gelatina y ese sentimiento en el que de alguna manera iba a perder el control o volverme loca.

No había llegado a mi destino, pero toque el timbre para bajarme, con lágrimas en mis ojos y camine a casa, en donde me sentí segura.

Unos días después, probé con el autobús de nuevo, y me paso lo mismo. Lo mismo que me había impedido manejar en carretera estaba forzándome a no poder ir en el transporte público tampoco.

Era momento de confesar. Esa tarde, le dije a mi esposo lo que me estaba pasando, el comprendió completamente; No debí callarme por que se sintió muy bien dejar todo salir. Pero el estaba tan confundido como yo. Buscamos en línea por “miedo a las carreteras” y “miedo al transporte público” y nos salieron muchos resultados, y encontramos que los episodios eran realmente clásicos ataques de pánico.

A diferencia del miedo, que es una reacción a una amenaza real, el pánico es un miedo intenso en la ausencia de un peligro real. Las personas que sufren a menudo reportan estrés reciente, como casarse o divorciarse, cambiar de trabajo o problemas financieros o de salud. Para mí, el factor estresante fue mi próximo movimiento. Además, no había estado durmiendo bien.

Dormir mal puede hacernos más sensibles a los eventos relacionados con la ansiedad, como los latidos rápidos del corazón; los ataques de pánico ocurren cuando el cerebro identifica esos eventos como señales de peligro extremo.

“Los seres humanos están programados para sobrevivir”, explica Elena Denisoff, psicóloga, clínica y directora de CBT Associates en Toronto. “La respuesta de lucha o huida nos permite correr más rápido, saltar más alto, si nos persiguen fisiológicamente, entonces, la reacción del cerebro a la “señal de peligro” del latido del corazón rápido es mover la sangre de las extremidades para proteger el núcleo”. (Esto explica la sensación de que las extremidades se vuelven gelatina). Las personas no están realmente en peligro, pero el cerebro intenta erróneamente los signos que indican la necesidad de huir.

Debido a que los síntomas te hacen sentir que vas a morir, el primer ataque puede provocar un trastorno de pánico, dice Denisoff. “Tu cerebro busca situaciones en las que deberías tener miedo o sentirte atrapado”. Comienzas a temer al miedo.

Era hora de abordar esto; no estaba dispuesta a dejar que algo en mi mente aterrorizara mi vida sin tratar de defenderme. Leí que hablar de eso ayuda. Así que cuando regresé a Toronto para una visita, le conté a mi mejor amiga y a su esposo sobre los ataques de pánico. Lindsay miró a Todd con los ojos muy abiertos, luego me dijo: “¡Todd pasó por eso hace unos años!”

Cuando Todd Tenía 28 años, acababa de hacerse cargo del negocio familiar y se sentía muy estresado. Una noche, cuando estaba en un restaurante, su corazón comenzó a latir rápidamente; pensó que estaba teniendo un ataque al corazón y fue a su médico.

El médico dijo: “Parece que tuvo un ataque de pánico”. Remitió a Todd a un psiquiatra, quien le dio una receta para Ativan, un medicamento contra la ansiedad que se toma cuando comienzan los síntomas de pánico. Todd tomó el medicamento y evitó los restaurantes, pero luego se produjo un ataque de pánico, realmente me ayudó”. Me dio su copia de vivir con miedo: comprender y sobrellevar la ansiedad del Dr. Isaac M. Marks.

De vuelta en las Bermudas, me atreví a volver al autobús, con el libro en el bolso. Cuando mi corazón comenzó a acelerarse unos minutos en el viaje, abrí el libro a las páginas que me advirtieron que el pánico no me mataría. Eso realmente me calmó.

Superando mis ataques de pánico

Durante los siguientes dos años, mantuve el pánico a raya de esta manera. Incluso después de que nos mudáramos a Canadá, la tierra de las carreteras, no me traté con terapia ni medicamentos, sino alterando mi comportamiento.

Durante 9 años, después de mudarme a casa, confié en que mi esposo manejara todo el camino. Luego compramos una cabaña. Mi esposo lo arreglaba por semanas mientras trabajaba en la ciudad. La casa estaba a 3 horas de distancia y no estaba en una ruta de autobús, así que, si quisiera ir los fines de semana, tendría que conducir. Finalmente, llegó el momento de encontrar un psicólogo.

Una semana después, comenzamos la terapia imaginal, una forma de terapia de exposición. El médico me pidió que me imaginara manejando la ruta de la carretera menos aterradora de mi casa, calificando mi nivel de ansiedad de 1 a 10 con cada paso.

“Uno”, dije, retrocediendo mentalmente del camino de entrada, luego “dos” cuando giré hacia la siguiente calle.

Salté a las 8 cuando llegué a la carretera que llevaba a la rampa de acceso. Mi corazón estaba latiendo; Estaba empezando a sudar. “Respira”, dijo ella.

Me preguntó si alguna vez había guardado algo en mi bolso cuando no me sentía bien. De hecho, tenía goma de menta para malestar estomacal. “Bien”, dijo ella.

“Imagina que estás masticando un chicle”.

Ahora el momento de la verdad: en mi imaginación, aceleré y me fusioné con el tráfico de la autopista. “Diez”.

Mis piernas se convirtieron en gelatina, y tuve la terrible sensación de que perdería el control. Está bien. “Sigue respirando”. Aconsejó mi terapeuta. “La primera salida está a solo media milla”. Momentos más tarde, vi la rampa de salida en mi mente, y comencé a calmarme cuando llegué.

Mi alivio se volvió al miedo cuando mi terapeuta dijo: “Tu tarea es hacer eso de verdad esta semana. Recuerda tu respiración, trae tu chicle, no será muy diferente a hacerlo en tu mente”.

Entonces, un martes después de la cena, respiré hondo y agarré las llaves. Al igual que la terapia, mi corazón latía con fuerza mientras subía a la carretera. Pero, usando mis nuevas herramientas, logré salir sin que mis síntomas físicos aumentaran. Me llené de alegría.

Hicimos terapia imaginaria durante 4 sesiones más, cada vez tomando una ruta más difícil o más larga. Cada semana podía hacerlo de verdad, aunque siempre regresaba a casa en carreteras normales.

Pero finalmente, en una sesión de tareas que involucró la ruta más aterradora hasta el momento, salí de la carretera con pánico y luego me dije a mi misma; “Que diablos, vamos a intentarlo”. Di la vuelta y volví a la carretera hacia la casa. No he tenido un ataque de pánico desde entonces.

Tomado de readersdigest.ca This Simple Trick Helped Me Overcome Panic Attacks

Juan Carlos Ramirez

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