Estrés postraumático: ¿lo tienes?
Busca estos sutiles cambios en tu vida diaria que podrían indicar que padeces estrés postraumático.
Si alguna vez has atravesado una situación peligrosa, impactante, extremadamente insegura o tu vida estuvo en peligro, podrían servir estos consejos.
En años recientes, hemos estado más informados acerca de las primeras señales del estrés postraumático (EPT) y sabemos que cualquier persona puede padecerlo. Pesadillas, recuerdos, ataques de pánico, pensamientos intrusivos, revivir la experiencia una y otra vez, temer por tu seguridad.
Algunos detonantes incluyen un desastre natural, terrorismo, ser víctima de un crimen o de un accidente, atestiguar o sufrir un abuso sexual o doméstico, trauma médico, la pérdida de un ser querido y crecer en una zona peligrosa o en un ambiente familiar inestable. Algunas veces, los síntomas tardan meses o años en presentarse, y cuando lo hacen, podrían ser difíciles de detectar.
Los expertos nos comparten algunas de las reacciones más dolorosas (y otras que podrían pasar desapercibidas) que podemos presentar ante estresores y detonantes cotidianos.
Al observar las diferentes formas en las que las personas enfrentan el haberse expuesto a uno o a una serie de eventos traumáticos, es importante reconocer las formas en las cuales se manifiestan, dice Gary Brown, psicoterapeuta que ha trabajado con NASA y el Departamento de Defensa de Estados Unidos.
“Quizá sientas que algo está mal, quizá no te sientas como siempre lo haces, y quizá alternes entre sentirte mal o quizá no sentir nada”, dice.
Consiste en una experiencia intensa de pensamientos, sensaciones, conductas y sensaciones físicas que resultan del evento traumático. “La reacción química del cuerpo puede colocar a la persona en una modalidad de supervivencia extrema que llamamos ‘pelear o huir'”, dice el doctor Brown.
“Cuando nos encontramos en ese estado, sentimos una pérdida de control”.
Algunas manifestaciones de ese estado son sentirse abrumado, incapaz de tranquilizarse y tener insomnio.
Implica pensar y sentir emociones persistentes sobre el evento, aunque algunas veces no se relacionan con el evento pero sí nos perturban. “Entre más ocurre, más afligidos nos sentimos porque estamos reviviendo el trauma constantemente”, dice el doctor Brown. “El problema es que no sabemos cómo desactivarlo, y entre más se repite, peor nos sentimos.
A pesar de nuestros mejores esfuerzos, ni nuestra voluntad ni cualquier distracción nos ayuda a detenerlos”. Por eso, sentimos que hemos perdido el control de nuestra mente.
“Podría manifestarse como recuerdos o pesadillas, o volver a experimentar el miedo sentido ante eventos cotidianos”, dice Shanthi Mogali, psiquiatra. Recomienda estar al pendiente de cualquier cambio de humor inesperado.
“El EPT puede manifestarse como depresión o ansiedad, o con cambios de humor que te hacen sentir feliz, emocionado, triste, enojado o molesto aparentemente sin razón”, dice. “Podría ser un signo menos identificable de que una persona realmente está sufriendo”.
Es común tratar de alejarse de todo lo que podría detonar los pensamientos y sentimientos relacionados con tu experiencia traumática, dice el doctor Brown.
“Uno de los temas más comunes es el deseo de evitar cualquier lugar, persona u objeto que nos provoquen dolor y miedo. Es una respuesta muy normal a una experiencia anormal, especialmente cuando estamos en modalidad de supervivencia. Ya no queremos seguir experimentando dolor”.
Cuando alguien experimenta un evento traumático, dice la terapeuta Mallory Grimste, es frecuente que esa persona no haya tenido control sobre la situación. “Tendemos a sentirnos mejor cuando sentimos confianza y estamos en control de nuestra vida.
Algunas personas intentan involucrarse en situaciones de riesgo para recrear circunstancias, sentimientos y experiencias semejantes para recuperar una sensación de control, con la esperanza de que el resultado será diferente al original”, dice Grimste.
Destaca que no siempre es una decisión consciente: algunos ejemplos de este tipo de comportamiento serían manejar con mucha velocidad y poca precaución, caminar por áreas que se sabe que son inseguras, empezar peleas que podrían terminar en altercados físicos, y hasta dejar para después proyectos de trabajo.
Puede relacionarse con una falta de fe en los demás y en el mundo que nos rodea, pero suele deberse a una falta de fe en uno mismo. “Después de una experiencia traumática, es común sentir una falta de confianza hacia los demás, hacia el mundo y hacia uno mismo.
Quizá no quieras aceptar nada sin cuestionarlo, o quizá “pruebes” inconscientemente tu relación con los demás, o cuestiones tu compromiso y lealtad hacia el otro”, dice Grimste. También explica que podrías empezar a revisar el teléfono o el correo electrónico de alguien más sin permiso, llamando o enviando mensajes para confirmar qué están haciendo, o incluso llegar a su casa sin avisar. “Por otra parte, podrías presentar la reacción opuesta y querer evitarlo, lo que significa que no te involucrarás en una relación auténtica con nadie debido a que te parece muy arriesgado”, afirma.
“Podrías descubrir que empiezas a mentir, a fingir que te gusta o disfrutas algo que no lo hace, o a sentirte paranoico sobre la motivación de alguien o sobre su falta de respuesta”.
Vivir con trauma puede hacer que el trabajo, las reuniones sociales e incluso trasladarse sean experiencias aterradoras y agotadoras. Con el tiempo, aprendemos y adaptamos nuestras conductas basados en nuestras experiencias pasadas y en cómo las hemos procesado. Grimste destaca que, después de experimentar un evento traumático, la sensación es que podría volver a ocurrir.
En cierta forma, la hipervigilancia te ayuda a sentirte seguro: si alguien siempre está “esperando lo inesperado”, puede estar preparado y con suerte reaccionar de una forma diferente. Es, en cierto modo, un intento para protegernos. “Siempre estás vigilando para que, cuando se presente el siguiente evento negativo, puedas tratar de anticipar la amenaza y protegerte antes de que sea demasiado tarde”, dice.
“Desgraciadamente, el incremento de adrenalina que nos hace sentir alertas, ansiosos y con pánico suele crear más caos, problemas y hasta enfermedades”.
Tiene sentido que, para evitar todos los pensamientos, ansiedad, paranoia y otras conductas incómodas asociadas con los síntomas anteriores, no convivas con otras personas o que desarrolles ansiedad social.
“Muchas personas tratan de enfrentarlo alejándose de las típicas fuentes de apoyo, como familia, amigos y compañeros”, dice el doctor Brown. “El problema con el aislamiento social es que nos quedamos solos en el momento en que necesitamos ayuda, apoyo y consuelo. Al alejarnos, acabamos alargando nuestro sufrimiento”.
En lugar de aislarnos, sugiere, hay que hacer lo opuesto. “Comunícate con al menos una o dos personas en las que confíes, y diles lo que te está pasando”, dice. “Es una de las mejores formas para empezar a recuperarte del trauma.”
Existe una fuerte conexión entre el EPT y un aumento en la bebida o en el uso de drogas o de medicamentos, estos últimos sin ser recetados por un doctor. “Las personas que tienen EPT suelen sentirse desesperados y buscan una opción para aliviar estos sentimientos desagradables, y ahí es donde entra el abuso de sustancias”, dice la doctora Mogali.
“Creen que automedicarse les ayudará a sentirse mejor, y efectivamente lo hace cuando empiezan a usarlas. Beber más, tanto a solas como en ambientes sociales, es una forma común que usa la gente para enfrentarlo, ya que nos relajan”. Sin embargo, las cosas no suelen permanecer así por mucho tiempo. El uso de sustancias —que además de alcohol suele abarcar marihuana, opiáceos y benzodiazepinas— incrementa tus sensaciones “agradables”.
La forma en la que tu cuerpo recibe al alcohol o a las drogas es ‘me siento feliz y bien’. Sin embargo, explica, estas sensaciones siempre son temporales, y suelen evitar que las personas puedan recuperarse del EPT. En algunos casos, puede llevar a la adicción o a la dependencia, que solo empeoran las cosas.
“Quizá no te sientas tan deprimido ni ansioso cuando los uses, pero cuando no los consumas, la ansiedad y la depresión serán todavía más fuertes. Y entre más te automediques, más dificultades tendrás para volver a sentirte en control de tus propias emociones y para lidiar con ellas de una forma saludable”, dice la doctora Mogali.
Además de evitar a tus seres queridos, quizá empieces a eludir otras actividades cotidianas que alguna vez representaron una zona de confort que ya no existe, explica el doctor Brown. “No has podido dormir por horas, días, semanas, incluso meses, así que tal vez ya no realices actividades que te traían placer”, dice.
“Quizá ibas al gimnasio cuatro veces a la semana, a tus clases de yoga, al cine los sábados por la noche, cocinabas, leías o salías a caminar con tu pareja. Quizá te encuentres solo en casa, incapaz de sentir placer”. Idealmente, obligarte a continuar tu rutina o a realizar tus actividades sería una forma importante de ‘fingir hasta que lo sientas’.
Pero si no puedes seguir adelante, es fundamental que consultes a un psicólogo de inmediato.
Estés soltero, casado o en una relación, las personas con EPT suelen descubrir que sus relaciones sexuales se vuelven disfuncionales; incluso, podrían involucrarse en comportamientos promiscuos, dice el doctor Mogali. “La razón es complicada, pero se cree que uno es indigno de recibir amor. Podría ser un resultado directo de la inhibición, de haber abusado del alcohol u otras sustancias, y la ya mencionada tendencia hacia las conductas peligrosas.
Podrías notar que tu vida sexual ha cambiado, que eres incapaz de tener relaciones íntimas normales o rechazas el encuentro físico con tu pareja. Quizá tomes decisiones precipitadas y te acuestes con un desconocido, o si consumes mucho alcohol empieces a serle infiel a tu pareja. Quizá descubras que sientes poca autoestima cuando solías confiar en ti mismo, o que usas al sexo para recuperar el control en tu relación.
“Además, quienes padecen EPT pueden enfrentarlo si recuperan el control de sus relaciones sexuales. Es una opción para sentirse validados y podría llevar a una forma poco sana de enfrentarlo”, dice el doctor Mogali.
“Este comportamiento suele resultar en una sensación de baja autoestima e impulsa una sensación de desesperanza.”
En el trabajo, podrías descubrir que tu mente divaga mientras hablas con alguien e incluso mientras lo ves a los ojos. O quizá descubras que miras al vacío durante una reunión en lugar de concentrarte en lo que estás haciendo. “Hasta comer en tu restaurante favorito puede ser difícil porque no sabes qué elegir. O vas al supermercado y no puedes recordar qué querías comprar”, dice Ken Yeaver, director del Programa de Estrés, Trauma y Resiliencia en el Centro Médico Wexner de la Universidad Estatal de Ohio.
“Todo tu cerebro se está activando al mismo tiempo, lo que te dificulta elegir qué es importante y qué no lo es.” Cuando ya no puedas realizar tareas sencillas ni controlar tus propios pensamientos, quizá descubras que empiezas a aislarte.
“Es un momento muy atemorizante porque podrías preguntarte: si no puedes interactuar con nadie y no puedes hacer nada en tu vida, ¿entonces para qué estás aquí? Es el tipo de aislamiento que lleva a muchos a pensar en el suicidio”, dice el doctor Yeager.
Para sentirte seguro, puedes empezar a buscar amenazas que no existen. “No puedes confiar en las autoridades, no puedes confiar en el gobierno, y no puedes confiar en nada o en nadie. Si sufriste un asalto a mano armada y ahora temes que el mundo no sea un lugar seguro, ver noticiarios solo reforzará esa idea”, dice el doctor Yeager. Por ejemplo, si fuiste víctima de un crimen violento, querrás leer constantemente los titulares de los periódicos. O quizá encuentres imposible ir a un juego de futbol o a un concierto, actividades que antes disfrutabas, porque no te sientas seguro.
“La noche es el momento más difícil, porque es complicado ver qué ocurre a tu alrededor y las cosas empiezan a parecer peligrosas. Quizá prefieras quedarte en casa, donde te sentirás seguro”, agrega.
“Tal vez tengas problemas en la intimidad, y quizá no puedas hablar sobre tu experiencia porque es muy perturbadora”.
Hay muchos tratamientos efectivos para el EPT, que van desde la terapia cognitivo-conductual y la terapia dialéctica conductual hasta la terapia de arte y la Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares. Suelen combinarse con medicamentos para tratar la ansiedad, la depresión y el insomnio.
Adicionalmente, si te has automedicado y descubres que estás en riesgo de volverte adicto al alcohol o a cierta sustancia, también podría ser útil realizar un programa de recuperación de 12 pasos y, por supuesto, complementar con alternativas holísticas para encontrar la paz interior, como yoga o ejercicio. “Entre más pronto pidas ayuda, más pronto empezarás a sentirte mejor. De no tratarse, el EPT puede tener un efecto devastador en un sobreviviente y en sus seres queridos”, dice el doctor Brown.
Y si obtener ayuda no es razón suficiente, entonces pregúntate: ¿soy el único que resultó afectado? ¿Cómo estoy afectando a mis seres queridos? Aquellos que recurren a especialistas en psicología suelen obtener mejores resultados que aquellos que no lo hicieron.
Extraído de: rd.com, 10 Silent Signs You Could Have Post-Traumatic Stress Disorder