Así es la vida: La campana de las malas noticias
Hace poco, mientras visitábamos una pequeña isla griega, a mi esposo se le ocurrió tocar la campana de la iglesia local. Pronto, un numeroso grupo...
Falsa alarma
Hace poco, mientras visitábamos una pequeña isla griega, a mi esposo se le ocurrió tocar la campana de la iglesia local. Pronto, un numeroso grupo de habitantes empezó a entrar en el cementerio contiguo, todos en silencio y con una expresión de tristeza.
Entonces el guía de turistas le explicó a mi marido que la campana se tocaba sólo cuando moría algún habitante de la isla… lo cual lo hizo sentir muy avergonzado.
J. Taylor, Reino Unido
En una ocasión mi atractiva asistente personal, de 20 años, entró a mi oficina, se sentó en la orilla del escritorio y me preguntó si eran ciertos los rumores de que mi novia y yo habíamos terminado.
Cuando le confirmé la noticia, sonrió y quiso saber si creía estar listo para salir con alguien más. Mi ego de hombre de 38 años empezó a crecer hasta el cielo, pero al mismo tiempo mi conciencia se preguntaba si una relación entre nosotros sería correcta. Entonces decidí desencantarla suavemente diciéndole que era demasiado pronto para comprometerme con otra mujer.
Ella volvió a sonreír, suspiró y dijo:
—Es una verdadera lástima. Creo que usted habría sido el hombre perfecto para mi mamá.
Rob Lloyd, Reino Unido
El miembro más exitoso del grupo para bajar de peso al que pertenecía yo era una mujer mayor.
—¿Cómo lo ha logrado? —le pregunté, intrigada.
—¡Muy sencillo! —contestó ella—. Todas las tardes, a las 6 en punto, me quito la dentadura postiza.
Cathy Schreima, Canadá
Mientras saltaba para cabecear un balón en un partido de futbol logré hacer contacto con la pelota, pero también me llevé una patada en la cara de otro jugador. Cuando me sacaban de la cancha en camilla, algunos padres de familia que estaban presenciando el juego comentaron que la fractura que había sufrido yo en la nariz era espantosa. La verdad es que mi nariz estaba bien… así luce normalmente.
fmylife.com
Cierta vez les estaba mostrando a mis hijos un viejo teléfono de disco. Tras observarlo un minuto, el varón, de nueve años, preguntó:
—Oye, mamá, ¿y cómo enviabas mensajes de texto?
Al oír esto, mi hija, de 15 años, se echó a reír a carcajadas… hasta que le surgió también una duda.
—Un momento —dijo—, ¿dónde guardabas tus contactos?
Tara Price, Estados Unidos
Cuando un amigo de mi esposo hizo un pedido en un restaurante de comida rápida, el cajero le preguntó su nombre.
—Stephen, con ph —dijo.
Poco después le entregaron el pedido y un recibo que tenía escrito lo siguiente: “Phteven”.
Wendy Dewberry, Estados Unidos