Florido granado caduco marchito
Un libro poético y contundente que nos revela otra forma de ver el mundo.
Cuando Ray ve la fotografía de un perro con un solo ojo en el aparador de una tienda y sabe que está en busca de un hogar definitivo, no duda en adoptarlo. Algo en la imagen, “la menos nítida”, y en su rostro, “el más horripilante” (página 12), hace que se identifique con el animal de inmediato y surja en él la necesidad de ofrecerle un techo.
No pensó que llevarlo a casa resultaría tan sencillo, pero en el instante en el que los del refugio se lo entregan, la vida de Ray —el protagonista, que tiene 57 años y es “Demasiado viejo para volver a empezar, demasiado joven para tirar la toalla” (página 57)— toma un vuelco sin que él sospeche jamás a dónde lo va a llevar.
Para muchos no es tanto el destino lo que importa, sino el camino para llegar a él.
Decide darle el nombre de Tuerto a su nuevo compañero, quien es el detonante de esta historia: da la impresión de que jamás se habría contado sin que el animal irrumpiera en la vida de soledad y aislamiento que lleva el dueño. Es gracias a la presencia del perro que el protagonista está dispuesto a plantearle sus pensamientos a alguien que no sea él mismo, aunque no lo haga hablando.
De esta manera empieza la larga conversación ensimismada (casi un monólogo) que conforma Florido granado caduco marchito. En ella se vislumbran, de a poco, una gran infinidad de detalles con los que se pueden intuir la personalidad del narrador, la circunstancia en la que vive y su historia, todo a través de la visión que él tiene sobre el mundo. Nos enteramos, por ejemplo, del motivo por el cual Ray teme abrir la puerta del cuarto que ha sellado, de aspectos de su vida que llevan a concluir que reúne síntomas de alguna especie de autismo o del origen de sus temores de la infancia.
Y es en este último aspecto en el que radica el valor de la obra debut de Sara Baume: en lograr abrirnos el universo que supone la cabeza del protagonista. Para muchos no es tanto el destino lo que importa, sino el camino para llegar a él. Florido granado caduco marchito parece seguir esta premisa, pues la trama por sí misma no es nada extraordinario —podría pasar desapercibida—, pero es a través de la visión del mundo que tiene Ray que esta escritora irlandesa logra un libro poético y contundente: nos enfrenta con una persona a quien le cuesta trabajo entender la vida y cómo funciona (“Ha sido un error imponerte algo de mi condición humana [le dice a Tuerto], cuando ser humano a mí nunca me ha servido de nada” [página 39]) y quizá por eso le resulta fácil encontrar el absurdo en el comportamiento del resto del mundo, como cuando pasea por la playa: “La gente está representando el verano en nombre del verano comprando chancletas y tablas de bodyboard, convenciéndose engañosamente de que en efecto es la estación que ven en sus televisores[…]. Están simulando, como si simular por si solo pudiese obrar un milagro” (página 54).
Ray, de manera un tanto inocente, se transforma en un crítico de la existencia que llevamos, un espectador contrariado por la extraña manera de vivir del resto: “Sé cómo debería funcionar el sistema de la sociedad. No tiene sentido para mí, pero he llegado a la conclusión de que eso es porque no tiene sentido (página 46)”, confiesa al respecto.
Escucharlo siembra en nosotros la semilla de la duda tan fructífera para quien esté dispuesto a prestar oídos a esos otros que tanto se parecen a nosotros a pesar de ser tan distintos. Por eso vale la pena leer este libro.
Sara Baume, Editorial Turner, 219 páginas
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