La sal condimenta nuestras comidas, pero también puede enfermarte
La sal puede ser muy peligrosa si padeces hipertensión. Y cuidado, porque en algunas ocasiones hasta lo aparentemente nutritivo es muy salado.
¿Te encantan las papas fritas? Quizá te convenga moderarte. Consumir sodio en exceso no deja nada bueno; pero si además padeces hipertensión, la sal —cuya base es este metal— puede ser muy peligrosa.
Esta eleva ligeramente la presión arterial de las personas sanas y detona enormes escaladas en pacientes hipertensos, reveló una revisión de 185 estudios europeos, canadienses y estadounidenses hecha en 2017.
La hipertensión es la principal causante de problemas cardiovasculares como infartos, eventos vasculares cerebrales y arteriopatía coronaria. Pero la buena noticia es que puedes controlar la hipertensión con una buena dieta, estos hábitos alimenticios te ayudarán.
Durante una investigación realizada en 2013 y publicada en la Canadian Journal of Public Health se analizaron los alimentos de 20 restaurantes convencionales y 65 de comida rápida en Canadá, solo para descubrir que los platos promedio contenían 1,455 miligramos de sodio.
Los estudios incluidos en la revisión de 2017 antes mencionada presentaban, casi en su totalidad, resultados de la población caucásica; las escasas investigaciones que incluyen participantes asiáticos y africanos indican que, en su caso, reducir el consumo del condimento podría producir descensos más pronunciados de la presión arterial.
Esto quizá obedezca a las diferencias genéticas en los mecanismos al procesarlo.
En ocasiones, hasta lo aparentemente nutritivo es muy salado. Media taza de tomates enlatados contiene hasta 400 miligramos de sodio; una taza de cereal de salvado, 240 miligramos, y 85 gramos de salmón ahumado, 660 miligramos o más.
A fin de aminorar tu ingesta, consume alimentos tan frescos como sea posible y asegúrate de revisar la información presente en las etiquetas.
Si bien las razones no son muy claras, el sodio tiende a pegarse al calcio antes de ser expulsado del cuerpo a través de la orina. En exceso, eso puede contribuir a la formación de cristales que se transforman en cálculos renales.
Según un estudio publicado en la Journal of Urology en 2012, el riesgo de desarrollar esta dolorosa molestia fue entre 11 y 61 por ciento mayor para las mujeres con dietas ricas en sal.
Otro pequeño experimento halló que, tras restringir su ingesta, tanto mujeres como hombres propensos a formar cálculos experimentaron descensos en los niveles de calcio urinario.
Si te despiertas varias veces con rumbo al baño, la sal podría ser la culpable. Durante un estudio europeo hecho en 2017, hombres que rebasaban los 60 años lograron disminuir estos viajes nocturnos de 2.3 a 1.4, en promedio, al recortar 25 por ciento el consumo del ingrediente.
Una investigación finlandesa llevada a cabo en 2017 en más de 4,600 personas evaluadas durante 12 años, encontró que los sujetos con los niveles más elevados de sal en la orina presentaban el doble de probabilidades de sufrir este padecimiento que aquellos con las concentraciones más bajas; no ser hipertenso fue irrelevante para evitar dicho aumento.
Según el Ministerio de Salud canadiense, 77 por ciento del sodio que consumimos ingresa a nuestro sistema a través de comestibles procesados y la comida rápida.
He aquí algunos de los peores contrabandistas: aderezo, pizza, salami, pan en establecimientos comerciales. Y aquí puedes conocer algunos secretos repugnantes de los alimentos procesados.
Inyectar agua salobre a la carne, ya sea fresca o congelada, es una práctica común utilizada con objeto de aumentar su volumen y las ganancias producto de la venta de estos comestibles.
¿Cómo asegurarte de que el corte de tu elección no tenga cantidades descomunales de sal? Si la compras en el supermercado, revisa la etiqueta con la información nutricional; de lo contrario, intenta conseguirla directo de los ganaderos o tan fresca como te sea posible.
Si cada persona redujera la cantidad de sodio que ingiere al día para apegarse a los parámetros recomendados por los especialistas, tanto la mortalidad como la prevalencia de enfermedades cardiovasculares descenderían significativamente.
Estos lujosos productos conservan cantidades mínimas de algunos minerales, como hierro y potasio, que se pierden al producir la sal de mesa.
No obstante, de acuerdo con la asociación Dietitians of Canada, el valor nutricional de dichas presentaciones es tan insignificante que recurrir a tan costosa opción no fortalecerá tu salud de modo alguno. Todas estas mercancías contienen la misma cantidad de sodio por peso.
Según distintos estudios, este eleva la presión arterial en etapas avanzadas de la vida. “Conforme envejecemos, aumenta nuestra sensibilidad a la sal”, apunta Campbell, quien explica que el organismo deja de eliminar el mineral con suficiente eficacia.
Después de ingerir alimentos ricos en sodio, la presión arterial también se dispara dramáticamente entre aquellas personas que padecen sobrepeso y diabetes, aunque los científicos no saben con certeza por qué.
Cuando nuestra dieta incluye este condimento en exceso, los alimentos sin él nos parecen insípidos. ¿La buena noticia? En seis semanas las papilas gustativas logran habituarse a la comida no muy salada, explica Campbell. Así que modérate y persevera. Pronto dejarás de extrañarla.
Si el producto original contiene demasiado sodio, la presentación con 25 por ciento menos cantidad de dicho ingrediente seguirá siendo perjudicial. ¿Quieres comprobar si en verdad es inocuo? Revisa la información nutricional.
No consumas nada que contenga 15 por ciento o más de la ingesta diaria recomendada de sodio por porción. Aunque cada país tiene sus normas, puedes buscar productos con la leyenda “Bajo en sodio”. Estos suelen contener 140 miligramos o menos por porción.
Tomado de rd.com 25 Ways Salt Is Making You Sick